El colombiano J Balvin es la figura que mejor ha representado la renovación de la música urbana hacia otros horizontes creativos y visuales, y que mejor ha entendido el sentido de comunidad del género, reverenciando a casi todos los que estuvieron antes y dándole vitrina primero que cuaqluiera a sucesos actuales como Rosalía o Rauw Alejandro.
Todo ello lo ha convertido en una estrella de aplastante influencia en el pop mundial , capaz de cantar con Beyoncé o de liderar festivales en un momento impensados para los astros del reggaetón, como Lollapalooza o Coachella.
Su nuevo álbum, JOSE, llega a mantener su estatus, pero también ha sido presentado como un testimonio de su mundo personal y cotidiano. Lo logra a medias.
El álbum parte con las ya repetitiva fanfarronería propia de los jerarcas urbanos (“nadie tiene que decirme que soy una leyenda/ yo mismo me la doy”, aclara en F40), para avanzar en ejercicios bailables sólo efectivos (la pegajosa In da ghetto con Skrillex). Todo se vuelve mucho más interesante en la narración autobiográfica de 7 de mayo -interpretada bajo pulso hip hop-, la declaración de gratitud y amor que dedica a su hijo en Querido Rio y, en otra sensibilidad, el ya conocido single Un día (one day), donde reúne a Dua Lipa, Bad Bunny y Tainy. 24 temas y 80 minutos donde lo mejor aparece cuando adopta un tono más calmo y melódico, lejos de la estridencia. Balvin es hoy un huracán de ideas. Pero con algo de capacidad de síntesis, habría sido un álbum perfecto.