Hubo un hecho determinante en la historia que hizo que Paul Schäfer aterrizara en el sur del mundo en 1961: una invitación del entonces embajador de Chile en Alemania, Arturo Maschke.
¿El resto? En parte, es un relato conocido. Una imagen marcado por el secretismo, los vínculos con el gobierno de la época y la fundación de un enclave en la Región del Maule que adoptó el nombre de Colonia Dignidad y reunió a lo largo de las décadas a un sinnúmero de colonos originarios de Alemania.
Claro que hoy parte de aquella críptica y estricta cadena se rompe con el estreno en Netflix de Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile. La que es quizás la pieza definitiva que reconstruye la fundación, los episodios más oscuros y las implicancias de Schäfer y compañía en el sur.
Un retrato de seis capítulos (más de cinco horas en total) que reúne testimonios de colonos, vecinos, cercanos y camarógrafos de aquel territorio que en la actualidad lleva el nombre de Villa Baviera.
“Para tener una visión completa de la historia también es necesario hablar con gente de la cúpula. Pudimos convencer a todos de que íbamos a hacer una serie muy abierta, profunda, amplia y que no íbamos a juzgar a nadie, sino que escuchar la historia de todos”, comenta el director Wilfried Huismann a Culto en un contacto telefónico desde Alemania.
“Era tratar de pintar la imagen más o menos completa de esta entidad, esta secta rara pero políticamente potente y poderosa en Chile. Porque mucha gente todavía tiene muchas preguntas y la colonia tiene muchos secretos”, profundiza sobre las motivaciones detrás de la producción.
Se trató de un trabajo en detalle, de cerca de cinco años, que reunió más de mil cintas antiguas grabadas tanto al interior del enorme fundo como también en otras partes del globo. Unos registros inéditos que inclusive retratan al líder por Medio Oriente, previo a su llegada al territorio nacional. Y que, por lo demás, dejan entrever actitudes y lineamientos planteados por aquella estricta figura europea en el supuesto paraíso que comandaba.
“El archivo había sufrido muchos daños porque Schäfer ordenó esconderlo cuando empezaron los allanamientos de la PDI por ahí en el 96 o 97. Por este acto sufrieron por la humedad y los hongos, restaurar todo eso costó más o menos dos años”, continúa el realizador.
“Paul Schäfer jugó el primer rol, como protagonista. Pero, evitaba siempre aparecer en cámara. Hay pocas tomas de él, relativamente pocas”, comenta en el segundo episodio Wolgang Müller, uno de los camarógrafos históricos que fue convencido por el equipo realizador de entregar las cintas.
Un producto de largo aliento, narrado por Salo Luna -que en su momento fue parte de Colonia y escapó en 1997-, que recorre zonas como San Felipe, Chillán o Gartow en Alemania y en el que también estuvo involucrado el documentalista chileno Cristián Leighton.
Naturalmente, todo ese camino implicó visitar la zona. “Fuimos, nos alojamos en el hotel de la Villa Baviera y pasamos algunas tardes y noches en el restaurante con la gente de ahí. Ellos empezaron a abrirse, se creó confianza. Fue un proceso largo, complicado”, continúa Huismann.
Luego señala: “Hasta me fue posible conocer a una figura muy importante en la historia política chilena alemana, el ex secretario general de Patria y Libertad Roberto Thieme, quien contó en la serie como fue que él y otra gente, oficiales y miembros de Patria y Libertad, viajaron a la colonia para hacer una discusión bajo la dirección de Schäfer sobre las posibilidades de derribar al presidente socialista Salvador Allende. Así que creo que también se pueden ver algunos secretos de la Guerra Fría y de la lucha política en Chile en ese siglo”.
También hay menciones a otras figuras políticas. “Hernán Larraín muchas veces aparece en el archivo de la colonia y por supuesto está en la serie. Porque cuando la policía hizo allanamientos para encontrar a niños chilenos, abusados, viaja Larraín a la colonia y la defiende. Él es uno de muchos. Hasta vimos en el material histórico que políticos de otros partidos también tenían relaciones de amistad con Schäfer, incluso senadores socialistas y democratacristianos”.
Claro que hay espacio para ahondar en otros relatos, como fue el paso del líder por la localidad de Heide en territorio germánico, donde hizo lo propio y fundó un hogar de niños y jóvenes huérfanos. Un proyecto que no vio demasiado futuro tras ser acusado de abusar de dos menores y tener que escapar de su país natal.
“También es una crítica profunda del sistema judicial de Chile, que bajo todos los regímenes políticos no logró vencer a este criminal muy peligroso, como tampoco la justicia alemana fue capaz. En cambio, los chicos chilenos abusados fueron los que lograron la liberación de la colonia. Algo que hubiese sido tarea de los dos estados involucrados. Ese es el escándalo y el crimen político más grande: haber protegido durante décadas a Paul Schäfer”, concluye Huismann.