La jornada del 26 de julio de 1997 fue trascendental en la vida de Salo Luna, en ese entonces de 18 años. Para ese día tenía planeado junto a otro colono un escape de película que haría tambalear los cimientos de ese mundo tan amurallado como brutal llamado Colonia Dignidad.
Un pequeño descuido en un aniversario celebrado al interior del enclave fue el momento propicio para tomar impulso. A partir de ahí iniciaron la fuga por el camino pedregoso que rodeaba el lugar, amenazado por la penumbra de la noche y que tenía como destino final el poblado de Paso Ancho.
Naturalmente, de inmediato empezaron a buscar a los jóvenes que habían desertado del grupo, aunque los jerarcas de Villa Baviera poco y nada pudieron hacer. El destino y una cuota de azar hizo que pudieran salir airosos, refugiándose en la casa de Luna precisamente en Paso Ancho, para después trasladarse a Santiago y posteriormente tomar un vuelo a Alemania.
¿La reacción de Paul Schäfer al enterarse? Cuatro palabras tan breves como definitivas que ya anticipaban un escenario catastrófico: “Este es mi fin”.
Hoy Salo Luna tiene 42 años. Y si bien se había mantenido en general distanciado del ojo público -salvo algunas apariciones en medios-, su nombre volvió a ser protagónico tras el estreno en Netflix del impactante documental Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile. Ahí, reaparece como la voz principal que en los seis episodios va narrando en detalle las acciones y los abusos de Schäfer y su séquito en el sur del país.
“Creo que fue hace aproximadamente dos años que vino Wilfried (Huismann) -director del proyecto- con un equipo acá a la zona. Se había contactado con otro de los jóvenes que había sido abusados por Schäfer y él les dio mi contacto”, rememora sobre su participación en la serie, en una videollamada con Culto.
Un trabajo que llevó al equipo realizador a recorrer las proximidades del fundo, lo que les otorgó perspectiva para hacer algunos cambios en el guion y la estructura de la iniciativa. “Fue gracioso o anecdótico cómo se dieron las situaciones, porque ellos vinieron, trabajamos dos días y después se fueron. A seis meses de eso, más o menos, me contacta Wilfried y me habla de que desean realizar todo este cambio a dramaturgia con un narrador”.
“Tengo que ser súper honesto, cuando me lo planteó mi respuesta fue un sí automático, sin siquiera pensar en todo el desgaste que iba a tener. Iba a ser un desafío personal inmenso pero no lo dude”, detalla.
Luna dista mucho de la imagen que a finales de la década de los 90 llamó la atención de los medios y del mundo. Hoy luce más maduro y con una mirada reflexiva al descifrar su pasado.
¿Existió algún tiempo de preparación para el proceso de mirar en reversa el período más difícil de su vida? “Desde el 26 de julio de 1997 me he preparado siempre. Creo que esa fue mi mejor escuela, haberme enfrentado a súper corta edad a la presión mediática y no solamente aquí, sino que también cuando estuve en Alemania y a mi regreso”.
Sin embargo, él mismo se encarga de aclarar un punto clave sobre lo ya vivido: “Si bien es cierto que mi historia, al igual que la de todas las víctimas que hemos estado en Colonia Dignidad, es tremendamente dura y difícil, nunca permití que esto me dañara psicológicamente o que en el fondo me quedaran secuelas que no me permitieran crecer como persona”.
“Obviamente tiene un peso emocional enorme de repente ver imágenes o ir haciendo narraciones sabiendo perfectamente que fuiste parte de eso. Sin embargo, en ocasiones lograba desdoblarme un poco del Salo Luna e interpretar al narrador”.
La serie documental también lo muestra en la actualidad. Hoy vive en San Fabián de Alico (Región de Ñuble) y trabaja como el encargado de la oficina de deporte de la municipalidad.
Una vida reposada, no muy lejos de la colonia y que con el estreno de Netflix ha tomado un vuelco insospechado. “Últimamente mis redes sociales, que no son muchas (solo utiliza dos) están al borde del colapso con solicitudes de amistad o seguimiento. La verdad es que todos han entregado excelentes críticas, están totalmente sorprendidos. En lo personal ni hablar, ha sido una sorpresa muy gratificante”.
En su relato también surge el nombre de Tobías Müller, aquel compañero alemán con el que Luna se embarcó en la fuga. Eso sí, Müller no está en el documental.
“En un momento se contactó a mucha gente, en un largo periodo de tiempo. Si mi memoria no me falla, nosotros intentamos hablar con él y no respondió. Pero eso nos pasó con varias personas, por distintos motivos o decían que no o no contestaban”, aclara el documentalista chileno Cristián Leighton, parte del equipo realizador.
Unas cintas que ven la luz
La reconstrucción de los episodios de la colonia y su mandamás fueron obra de la productora alemana LOOKSfilm en coproducción con Canal 13, WDR, SWR, ARTE y Surreal. Una labor de rescate de 400 horas de material de archivo (más de mil cintas fílmicas).
La idea original fue de Leighton tras hacer el programa La sangre tira, donde retrataba al ex colono Martin Matthusen, quien compartió sus archivos audiovisuales con él. Lo siguiente fue convencer a otros de entregar lo que tenían guardado. Un material que incluso en algún momento fue entregado -en parte- a la producción de la película Colonia (2016) para su investigación.
“Creo que hay 25 cintas que no logramos salvar, que se destruyeron en el proceso”, señala el documentalista durante el mismo contacto vía Zoom con este medio.
En ese entretanto, aclara otro punto asociado al futuro cercano de aquel bruto que fue compactado en un par de horas para Netflix. “Nunca nadie nos exigió nada. Sólo asumimos el compromiso de restaurarlo completamente y utilizarlo en el trabajo documental. Ahora ya está íntegramente digitalizado y en etapa final de catalogación, y muy pronto será de acceso público y podrá ser estudiado e investigado a cabalidad.”
“El material está en dos lugares: la Cineteca Nacional y el Museo de la Memoria. Son distintos materiales (físicos). El que está en el museo la idea es trasladarlo a la Cineteca para su conservación definitiva”
Sobre eso continúa: “Lo digitalizado está en Alemania y en unos meses más va a estar en un sitio muy importante de allí que acumula la memoria de ese país, de Alemania del Este y de otros lugares del mundo. Ahí es donde va a poder ser visto por cualquier persona bajo un registro”, puntualiza.
¿Qué se vería? “Lo que hay es lo que se ve básicamente en la serie: mucha propaganda, utilización del video para contar cosas falsas, simulación y mucho archivo de prensa. En ese sentido es muy diverso y extenso, yo no te podría decir qué hay en cada frame”, detalla.
Obviamente, parte importante de ese archivo también retrata a un joven Luna. Por ese entonces, además, multifacético: cantante, guitarrista y también una especie de vocero de las juventudes que ahí se alojaban. Una obsesión de Schäfer y a la vez uno de sus sprinter, aquel nombre que se le daba al puesto privilegiado que estaba en contacto directo con él, que podía subir a su Mercedes y que incluso portaba armas.
“No quiero sonar soberbio ni nada, créeme que el cómo me llegase a tratar la opinión pública nunca estuvo dentro de mis preocupaciones”, dice hoy Luna.
Luego remata: “Creo que lo que viví con 17 o 18 años curtió de cierto modo mi personalidad y cosas que otrora sí me dañaban ahora no lo hacen. Me he encontrado con una sociedad totalmente empática, me he encontrado con mensajes de familias o de futuras generaciones que en su momento apoyaron a Colonia y que desprestigiaron o trataron de darle piso a las acusaciones que nosotros entregamos en esa época. Evidentemente uno agradece eso. (...) El documental ayuda a mostrar una realidad plena con imágenes que son irrefutables. Yo creo que precisamente esas familias finalmente reflexionan y llegan a una conclusión que en algunos casos es pedir perdón. Eso es súper potente”, cierra.
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