Sus críticos, como el ensayista Ramón González Férriz, se preguntan ¿cuál es su talento si es que realmente lo tiene? Es difícil quedar indiferente ante las reflexiones del surcoreano Byung-Chul Han, un referente en el pensamiento contemporáneo. Mediante sus libros, se inserta en temáticas que tratan problemas que el común de los mortales experimenta día a día, como el cansancio por las pesadas jornadas de trabajo, el uso de la tecnología, y la exclusión de quienes son diferentes.

A diferencia de la gran mayoría de los pensadores, quienes abordan los problemas del ser humano mediante un planteamiento ubicado al interior del asunto, y desde allí proponen respuestas a las preguntas que hacen, Han realiza exactamente el trayecto contrario. Como si caminara al revés. Habla de las cosas que todo el mundo sabe, en un lenguaje llano y con frases que a veces parecen aforismos.

“Han tiene talento para detectar las ansiedades contemporáneas y abordarlas en menos de cien páginas llenas de citas y frases redondas. Todas las preguntas que se formula filosóficamente nos resultan familiares”, señala González Férriz en un artículo titulado La ‘filosofía’ superventas de Byung-Chul Han: jeremiadas contra el mundo moderno.

Y esos aforismos sobre los vicios del mundo moderno (como rezaba el inmortal poema de Nicanor Parra) Byung-Chul Han los vuelve a traer a la palestra en su nueva publicación. Se llama No-cosas, publicado en castellano vía Taurus, y en rigor podríamos afirmar que es un capítulo más de un libro mucho más grande que se encuentra escribiendo, puesto que indaga en temas que ya ha tocado, como la tecnología.

En esta obra, el surcoreano se basa en la premisa de que en el mundo actual hay una transición: desde una era en que la materialidad importaba, hacia una digital, donde importan más los bits y los bots de las redes sociales. Algo, que en rigor, no es tangible. “Nuestra obsesión no son ya las cosas, sino la información y los datos. Ahora producimos y consumimos más información que cosas”, dice en las páginas del libro.

De hecho, Han habla de una nueva conducta: el ser infómano. “Ya nos hemos vuelto todos infómanos. El fetichismo de las cosas se ha acabado. Nos volvemos fetichistas de la información y los datos. Hasta se habla ya de ‘datasexuales’”. Consecuencia de eso, para el pensador, es el nacimiento de la era de la postverdad, acaso un signo propio de la era virtual. “El orden digital pone fin a la era de la verdad y da paso a la sociedad de la información posfactual. El régimen posfactual de la información se erige por encima de la verdad de los hechos. La información con su impronta posfactual es volátil. Donde no hay nada firme se pierde todo sostén.”

Para Han, la cosa llega a tal punto que en estos tiempos más que consumir cosas, lo que las personas demandan son experiencias. “Al adquirir cosas, compramos y consumimos emociones. Los productos se cargan de emociones mediante alguna storytelling –señala Han en el volumen–. Para la creación de valor es crucial la producción de información distintiva que prometa a los consumidores experiencias especiales o la experiencia de lo especial” y ahí Han remata con una frase-aforismo digna hasta de tatuarse: “La información es siempre más importante que el aspecto de la mercancía”.

Ser popular

Pero, ¿por qué es tan popular el pensamiento del surcoreano? Diego Fernández H., filósofo y académico del Instituto de Filosofía UDP señala a Culto: “Porque ofrece un lenguaje que permite a las personas hacer inteligible su experiencia, una experiencia de la cual se sienten más o menos expulsadas o expropiadas. Creo que contribuye a hacer visibles y sensibles los hilos desde donde se entreteje la existencia y de los cuales somos más o menos inconscientes. Por lo tanto, provee (o “vende”, dirán sus críticos) sentido. Lo considero indiscutiblemente un aporte, en todo caso”.

Por su lado, Sandra Baquedano de la U. De Chile, señala: “El libro que lo consagró en términos de popularidad fue La sociedad del cansancio. El análisis descriptivo de la obra refleja muchas de las dinámicas que explican el trasfondo del cansancio, del taedium vitae, del burnout que padecen hoy en día una amplia mayoría de personas”.

Fernández agrega un punto, para él, Han más que un filósofo, es un crítico cultural. “La filosofía –diría– ofrece un fuego de combustión lenta pero más duradero, mientras la crítica cultural tributa del instante (se parece más a un fuego luminoso o explosivo, pero que se acaba más rápido). En ese sentido se parece un poco al periodismo (en el mejor sentido, por cierto)”.

Además, Sandra Baquedano rescata un punto, el permanente diálogo que Han hace con la obra de Martin Heidegger, de hecho, lo cita mucho en No-cosas: “Si bien es notoria la influencia de Heidegger en su pensamiento y él mismo se formó en Alemania, se doctoró en Friburgo, no hay que olvidar que es un pensador arraigado en oriente, lo cual le hace muy bien a las cosmovisiones eurocéntricas o anglosajonas que muchas veces se creen las únicas de la historia cultural de la razón”.

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