Gran parte de la huella creativa y de la leyenda generacional de The Velvet Underground se debe a su disco debut, The Velvet Underground & Nico (1967), partiendo por su portada con una banana reluciente, siguiendo por la dirección artística a cargo de Andy Warhol, y terminando con canciones atípicas para la época, despojadas de todo esquema convencional y narradas desde oscuros rincones donde se vivía el sadomasoquismo, las drogas duras, la prostitución y los amores carcomidos.
Pero en los pocos años que estuvieron activos -apenas cinco con su formación más clásica-, la agrupación nacida en Nueva York creó un universo múltiple que se puede observar desde distintos ángulos. Incluso cuando ya no existían, el ruido de la Velvet siguió golpeando como un eco que no estaba dispuesto a desvanecerse.
Aquí, otras maneras de acercarse al fenómeno.
*Un álbum aparte
Tras en 1967 flechar a los circuitos bohemios y sofisticados del mundo anglo y editar su repertorio bajo el sello Verve, orientado principalmente al jazz, los Velvet tropezaban con una encrucijada: se llenaban de aplausos, pero no de ventas ni de arrastre radial. Eran respetados, pero no populares.
¿Les importaba? Hasta cierto punto. Lou Reed consideraba que, luego de tres años desde su irrupción, había llegado el minuto de que el imaginario estético, creativo y lírico de la banda debía ir por un zarpazo mayor. Firmaron con un gigante corporativo, Atlantic Records, compañía con la que efectivamente consensuaron facturar un álbum menos retorcido y más amable.
Y así se siente Loaded (1970): ¿el menos Velvet Underground de los discos de Velvet Underground? Un purista diría que sí, que extraña los cambios de ritmos y las estructuras hipnóticas establecidas en sus inicios, sobre todo en momentos en que el multiinstrumentista John Cale ya había partido y la participación de la histórica baterista Maureen Tucker fue nula debido a su embarazo.
Pero un par de oídos atentos pueden disfrutar aquí de algunas canciones bien pulidas y pensadas para el estrellato, como Sweet jane, Cool it down o Rock and roll, con Lou Reed manteniendo el filo y el tono áspero de siempre.
Por el grado de descomposición interno en que estaba el grupo- el que precipitaría la separación definitiva-, no pudieron disfrutar del reconocimiento que sí merecían. El mismo que llegaría mucho tiempo después.
*Un disco perdido
Cuando en los 80 crecía el interés por desenterrar la fugaz vida de The Velvet Underground -lo que se acentuó a fines del decenio con hijos pródigos adscritos a la disonancia y la atonalidad, como Sonic Youth y My Bloody Valentine-, el sello Polygram encontró unas grabaciones perdidas que daban cuenta de una serie de canciones que la agrupación había registrado para un posible disco en 1969.
El proyecto era parte de una segunda entrega para MGM Records, sello que finalmente los terminó despidiendo, bajo el argumento que los persiguió toda su carrera: no eran viables ni atractivos desde lo comercial. El disco nunca se alcanzó a editar.
Gran error. Las canciones y los demos que verían la luz recién en este compilado de 1985 llamado VU muestran a un conjunto en plenitud de sus capacidades, construyendo melodías contundentes sin nunca traicionar sus principios creativos de ruptura e insolencia.
Son tracks que los exhibe aún vitales y crudos, pese a que por ese entonces estaban cerrando su historia: I can’t stand it, Foggy notion y One of these days escalan dentro de lo mejor de su discografía.
*Tres discos solistas
De las abundantes carreras en solitario que se desprendieron tras el adiós de The Velvet Underground, por lejos la más reconocida es la de Lou Reed. Una trayectoria con un carácter bien definido y llena de escalas para detenerse, como el manifiesto glam, testimonial y urbano presente en Transformer (1972); el naufragio en el ruido y la distorsión que significó Metal machine music (1975); o el retrato de la ciudad de su vida tallado en New York (1989).
Pero el resto de los integrantes de la banda también tuvo algo que decir en carreras a momentos dispares, pero siempre bajo un flujo creativo singular.
*Nico - Chelsea girl (1967)
Cuando el debut de la Velvet (The Velvet Underground & Nico, de 1967) llevaba unos pocos meses en la calle y ya era comentario obligado de los circuitos de vanguardia, su cantante, la modelo alemana Christa Päffgen -inmortalizada como Nico- se atrevió con un disco en solitario para desplegar todas sus virtudes: su timbre diáfano y fantasmagórico, interpretando como si se tratara de un ángel ahogado; su aspecto frágl y sus canciones de sensibilidad acústica y barroca.
Su primer álbum semeja una travesía por un paraíso casi celestial, aunque diseñado también por buenos acompañantes: gran parte de sus compañeros de The Velvet Underground aparece en los temas, además de sumar tres composiciones de un joven y en ese entonces desconocido Jackson Browne, y de otras figuras más consolidadas como Tim Hardin y Bob Dylan.
Un gran trabajo para corroborar, por lo demás, que los 60 fueron mucho más que la invasión británica o los sonidos californianos.
*John Cale - Fear (1974)
Multiinstrumentista y hombre todoterreno de The Velvet Underground, John Cale también ha recorrido una ruta extensa donde conviven géneros diversos, expresiones múltiples y roles que van desde autor a productor (The Stooges, Patti Smith). Un personaje inquieto, movedizo, intrigante, con una discografía heterogénea y sin momentos de anquilosamiento.
Aunque tiene obras notables - Vintage violence (1970), Paris 1919 (1973)- su disco Fear (1974) califica dentro de lo más sólido y accesible, con belleza, melancolía, oscuridad y grandilocuencia resonando en partes iguales, como un artesano que sabe perfectamente donde utilizar cada uno de sus elementos.
Hay melodías dulces en Ship of fools, como también cierta solemnidad desgarrada en Buffalo Ballet, un track que, según describe acertadamente All Music, “inventó a Nick Cave”.
*Moe Tucker - Life in exile after abdication (1989)
Baterista del conjunto, su solo nombre simboliza un acto pionero: se trata de una de las primeras mujeres que adoptó un rol protagónico como instrumentista de un conjunto, sin tratarse de la vocalista o del anzuelo visual para las fotos y los conciertos. Su pulso tenue y minimalista, su compás sin gran ortodoxia, fue parte íntegra del sonido y la propuesta de los neoyorquinos.
Aunque cayó en un semi retiro tras el fin del grupo a principios de los 70, renació años más tarde con canciones sencillas que avanzaban entre evocaciones del punk, el rock and roll y el pop de los 60, siempre destacando por su voz hogareña, carraspeada, poco pulcra, y con letras que precisamente hablaban de su vida como madre soltera, trabajando en un Walmart e intentando sobrevivir con lo básico para llegar a fin de mes.
Este álbum -así como todos lo que ha lanzado Maureen Tucker y a diferencia de sus ex camaradas- exuda pura normalidad, aunque se hace acompañar de tipos quizás poco terrenales: Lou Reed , Sonic Youth , Jad Fair y Daniel Johnston están ahí como colaboradores, secundado a una artista que brilla desde su simpleza.
*Un disco tributo
Admitamos que los álbumes-homenaje no son la vía más clara y correcta para descubrir o redescubrir a un grupo. Casi siempre resultan irregulares y pálidos, estériles en el intento por refaccionar composiciones cuyo brillo es irrepetible, cuya grandeza no se puede duplicar.
Pero el recién aparecido I’ll be your mirror: a tribute to The Velvet Underground marca una excepción, porque quizás hizo que todos sus convocados se remitieran al credo Velvet de la exploración, la deconstrucción y el arrojo como única fórmula posible para capturar el impacto del oyente.
Aquí no hay covers ni reversiones aplicando papel calco sobre los tracks originales del debut de los neyorquinos; lo que aquí late es un intento por concebir un cancionero que suene nuevo, distinto, ojalá poco atado a la evocación de lo que hicieron otros.
Y lo logra desde un principio, con Michel Stipe con una versión fúnebre y crepuscular de Sunday morning, Sharon Van Etten aportando sugerente languidez a Femme fatale, Kurt Vile golpeando con tono rudo Run run run, Thruston Moore y Bobby Gillespie retorciendo aún más el aura críptica y maldita de Heroin, e Iggy pop junto a Matt Sweeney adquiriendo ritmo atronador en una desquiciada lectura de European son.
Incluso en sus herderos, The Velvet Underground deja una lección intransable: siempre hay que transformar y darle una personalidad propia a lo que sea que caiga en tus manos.
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