Andie MacDowell: el renacer de la figura noventera que quería ser normal
La experimentada actriz, protagonista de un buen número de taquilleras películas de los 80 y 90, actualmente ha resurgido de la mano de su hija, Margaret Qualley, en la miniserie Las cosas por limpiar. Hoy, aquella bocanada de aire fresco disponible en Netflix da nuevas luces a una carrera de papeles entrañables, pero que se mantuvo silenciosa durante años debido a un par de razones: ella quería ser normal, no estar en alfombras rojas, dedicarse a su familia y que le dieran papeles acorde al paso de los años.
Paula está retirada, pasa sus días pintando cuadros, haciendo esculturas y conviviendo con un novio varios años menor en un parque de casas rodantes. Si bien pareciera ser una persona encantadora, lo cierto es que ha construido su propio mundo, se ha reinventado constantemente y se ha encargado de distanciarse de las responsabilidades asociadas a ser madre y abuela.
Se trata de una mujer dispersa, de espíritu jovial y carácter alocado, lo que en realidad camufla una enfermedad mental no diagnosticada que ha logrado permear sus relaciones personales. Claro que no es solo eso, también es el gran papel que hizo renacer a la actriz estadounidense Andie MacDowell, de 63 años, en pleno 2021.
Hoy la figura que despegó a principios de la década de los 80, que se consagró en los 90 y que acaparó un buen número de taquilleros dramas y comedias románticas de la época, es aclamada por aquel rol en Las cosas por limpiar, la serie estrenada este mes en Netflix y que sigue a una joven madre llamada Alex (Margaret Qualley) y sus intentos por rearmar su vida con una hija pequeña tras alejarse de los abusos de su expareja. Ahí es donde debe lidiar con aquella veterana despreocupada.
Se trata de un trabajo que curiosamente reúne frente a la cámara a MacDowell y a Qualley, su hija en la vida real. Un encuentro que se dio gracias a la carrera que la intérprete de 26 años ha desarrollado desde el 2013. De hecho, la llegada de su progenitora a la ficción de diez capítulos se concretó tras una propuesta nacida directamente de la joven.
“Fue una muy grata sorpresa porque Margaret es muy independiente. Se está labrando su propio camino y ha conseguido esta carrera por sí misma”, comentó a Vanity Fair cuando la ficción debutó en la plataforma. “Me hizo un regalo, un regalo precioso. Le agradezco muchísimo el que confiara en mí y me quisiera ahí con ella”, declaró.
Nacida en Gaffney, Carolina del Sur, en 1958, MacDowell inició su carrera en el modelaje. A finales de los 70 y principios de los 80, ya había establecido lazos con agencias y algunas marcas importantes como Calvin Klein. Esos primeros pasos en anuncios televisivos y vallas publicitarias, la hicieron saltar a lo actoral y convertirse en una joven promesa. Una historia similar a la que vive hoy en día su hija menor.
Eso sí, su debut en el cine no fue del todo ideal. En 1984 participó en Greystoke, la leyenda de Tarzán y todas sus líneas fueron dobladas por Glenn Close en postproducción. ¿El motivo? Su acento sureño no resultaba convincente para el papel de Jane Porter. “Estuve en un gran estado de shock por un tiempo”, admitía en 1991 a Entertainment Weekly al repasar su experiencia con la cinta.
Aunque pese al traspié inicial, en los años venideros pasó a formar parte de los rostros regulares en los castings de grandes estudios. En esas andanzas sumó proyectos como Sexo, mentiras y video (1989), Matrimonio por conveniencia (1990) y Vidas cruzadas (1993).
Claro que sus grandes interpretaciones y las más reconocibles a nivel global llegaron con El día de la marmota (1993) y Cuatro bodas y un funeral (1994). Dos instancias donde compartió escenas con Bill Murray y Hugh Grant, respectivamente, y que resultaron ser éxitos comerciales absolutos.
Pero no solo se quedó en eso, también figuró en varios certámenes de premiación, donde obtuvo un galardón en los Independent Spirit Award y tres nominaciones a los Globos de Oro como Mejor actriz entre 1990 y 1995.
En ese escenario, su carrera parecía una cohete imparable, pero fue desapareciendo de aquellos trabajos de gran alcance, sobre todo al finalizar los 90, un punto aparte para su época de oro. ¿Qué pasó con la estrella?
Los motivos de su “desaparición” fueron simples. Por decisión propia MacDowell se recluyó hacia el lado familiar. Incluso en 1987, en los albores de su vida profesional, ya daba indicios de que las alfombras rojas y las luces eran una rutina extremadamente demandante.
“Con un nuevo bebé viajar todo el tiempo realmente puede ser un estorbo. Nunca tengo suficiente tiempo con Justin”, decía por ese entonces al Dallas Morning News en alusión a su primer hijo, de cuatro meses.
Y si bien nunca estuvo alejada del todo de los sets de grabación en las últimas dos décadas, las dudas relativas a cómo manejar el barco de la fama hicieron que aquella cúspide de focos en la que estaba situada no durara lo suficiente como para consagrarse a largo plazo y a la par de otras figuras surgidas en el Hollywood de esos años.
“Miro a otras actrices, como Nicole Kidman y pienso: ‘En un momento fui una contendiente junto a ellas’. Siento que en algún punto del camino perdí mi intención de serlo”, señaló a The Huffington Post en 2018, mientras promocionaba su protagónico en la cinta Love after love, otro de los proyectos que intentaron devolverla al ruedo, sin acercarse al éxito de los años anteriores.
“Podría haber hecho mucho más. Haber comenzado una compañía de producción y hacer que sucedieran más cosas. Pero, al mismo tiempo, hubo un año en el que mi éxito realmente despegó, hice tres películas y sentí que simplemente no vi a mis hijos, y eso no me gustó”, aclaraba en el mismo diálogo con el portal.
En tiempos más contemporáneos, la actriz participó en proyectos tan variados como el olvidado remake de Footloose en 2011 o Magic Mike XXL, secuela de la cinta protagonizada por Channing Tatum un par de años antes. En general, se trataban de roles secundarios y alejados de la admiración que lograba despertar en su mejor momento.
“¡Hice algunas películas de mierda!”, decía tajantemente a The Guardian en septiembre de 2019. Una instancia en la que puso de ejemplo a Town & Country, un largometraje que no solo fue destrozado por la crítica, sino que también resultó ser un rotundo fracaso en taquilla en 2001.
Falta de papeles maduros
Pero no se trataba simplemente de malas elecciones de su agente. En lo medular se escondía otro motivo alusivo al irremediable paso del tiempo. “Había una falta de personajes interesantes. Somos una cultura muy orientada a los jóvenes. Es difícil conseguir un gran papel protagónico para una mujer madura (...) He estado luchando desde que tenía 40 años”, contó.
“Seguí intentando ser positiva. No quería ser una llorona porque sabía que los hombres tenían el control y no quería que fuera más difícil de lo que ya era. Sabía que si hablabas y te quejabas, te odiaban. Traté de proyectar esta actitud positiva”, profundizó en la conversación con el diario británico.
Actualmente desplegando su histrionismo en el reciente drama del gigante del streaming, su nombre se ha encumbrado otra vez en un proyecto de alta figuración. Ahora, instalada en Los Ángeles, California, un punto neurálgico de la creación artística que había evitado por años.
“Creo que para mí era importante tener una vida normal. Fue una buena idea y me esforcé muchísimo. Viví en Carolina del Norte y Montana, y no me concentré mucho en mi carrera. Me concentré mucho en mis hijos y tuve este concepto de que quería darles algo normal. No sé si la gente alguna vez nos permitió serlo”, indicó en las declaraciones recogidas por el Huffington.
Aunque meses antes de su proyecto más reciente, y consultada por la revista Vogue, hacía un balance de una travesía larga que no ha estado exenta de problemas. “Como mujer he sufrido que en este negocio me quieran siempre más joven. Para mí sería un disgusto no poder celebrar quién soy ahora porque, a decir verdad, siento que estoy muy bien como estoy”.
Una serie de declaraciones que nacían mientras participaba en el Festival de Cannes de este año y estrenaba una apariencia canosa cultivada en cuarentena. Tal vez marcando una nueva etapa, el puntapié inicial se puede ver en Las cosas por limpiar. Un papel que el medio especializado The Wrap ha calificado como: “Una de sus actuaciones más fascinantes en los últimos años como una madre y artista en la negación de su propio trauma”, y que en general la prensa internacional ha tildado de estrafalario, pero conmovedor.
Lidiando todavía con aquella fuerza inesperada surgida de un retorno notable, hoy también prepara dos largometrajes dramáticos de corte independiente.
Nuevos aires para una de las figuras femeninas más representativas en su tiempo, que ahora parece ver todo desde una óptica más madura. “Cada uno tiene su propio viaje. Quizás me suceda algo fabuloso a los 70 años”, decía en 2019. Y lo cierto es que sus pasos actuales puede que le estén dando la razón.
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