La idea le vino a la cabeza después de terminar la escritura de la monumental 4 3 2 1 (2017), su anterior novela. “En realidad, estaba bastante agotado, me tomé un poco de tiempo libre y comencé a leer algunos libros que siempre había querido leer”. En ese reencuentro con su biblioteca, Paul Auster (74) se topó con un viejo conocido.
“Empecé a releer a Stephen Crane, a quien había leído de joven, pero que no leía hace mucho. Entendí lo maravilloso, original y poderoso que era este autor”, cuenta el mismo Auster en una rueda de prensa a la cual tuvo acceso Culto. “Leí todo lo que pude sobre su vida y decidí que quería escribir un libro que expresara mi aprecio por la grandeza de su obra”, añade.
Ese libro ya se encuentra en Chile y se llama La llama inmortal de Stephen Crane, publicado en castellano vía Seix Barral. Una biografía del autor, fallecido a los 28 años en 1900, con toda la pluma característica de Auster.
Crane pasó a la historia por un clásico, La roja insignia del valor (1895), que cuenta la historia de un joven soldado durante la guerra civil. Pero a diferencia del tono épico o heroico, Crane optó por mostrarlo con miedo ante la guerra, las balas y las heridas.
Para el oriundo de Newmark, Nueva Jersey, el propósito de este voluminoso libro no solo responde a un interés circunstancial. También al hecho de es un autor que en estos tiempo, se encuentra olvidado tras una capa de polvo, a diferencia de otros nombres clásicos que se están reeditando constantemente.
“Quise hablar de Crane porque sospecho que en Estados Unidos no se le está leyendo mucho, todos los conocen por La roja insignia del valor, pero docenas y docenas de cosas que escribió -de gran calidad- se ignoran. Mi propósito era tratar de generar un nuevo interés en esta obra, porque es una figura históricamente importante, creo que fue el primer modernista de la literatura estadounidense y se adelantó al siglo XX, su método para escribir sigue siendo muy contemporáneo”, señaló Auster.
Auster cuenta que al menos su época, leer a Crane era algo así como leer Sub-terra, Martín Rivas, o Coronación. “Cuando era adolescente, a los 15, 16 años, todos leímos La roja insignia del valor, eso ya no sucede. Pero esto ocurre con otros libros clásicos de la literatura estadounidense. En la preparatoria ya nadie lee La letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, que es la primera gran novela de Estados Unidos. No solo es Crane quien ha sufrido esto, creo que los maestros se han vuelto muy nerviosos y dudan que los estudiantes puedan interesarse en la literatura, entonces, buscan libros que apelen de forma más directa a las personas”, explica Auster.
Para el autor de Un hombre en la oscuridad, el lugar de Crane está en el centro líquido del canon de las letras de los EE.UU. “No creo que Crane sea una figura marginal, pero ha sido un poco abandonado, yo quiero regresarlo al centro del escenario porque creo que merece estar en el panteón de los grande autores de Estados Unidos. Merece estar con Hawthorne, con (Herman) Melville, con (Henry David) Thoreau, con Henry James, con Mark Twain. El problema es que vivió tan poco que la gente tiende a olvidarse de él”.
Una mirada sin juicios
¿Por qué hablar de Crane en estos tiempos? Auster señala: “Crane es uno de esos autores que le habla directamente a una persona de hoy y no estamos leyendo un libro viejo o polvoriento, sino que está muy viva su obra y exige ser leída actualmente...su obra es inspiradora, es tan directa y tan vívida”.
Sin embargo, Auster tampoco quiere dar un discurso pontificante al respecto. “Nadie tiene que hacer nada, si la gente no lo quiere leer es su asunto, no obligo a la gente a leer. Hay mucha gente que quiere leer, y mi libro está escrito para quienes leerlo. Se que estoy apelando a un fragmento pequeño de la sociedad, a la gente que le importa y a esa gente, lo que le sugiero es que estos libros que valen mucho la pena”.
¿Cómo era Stephen Crane escribiendo? Auster señala: “Estuvo en contra de lo que sucedía en la literatura estadounidense de ese momento, le quitó la mirada y los juicios moralizantes que hacían los escritores en la ficción, para contar la verdad. Miraba de una forma cautelosa, de fotógrafo, de científico, de periodista, el qué está pasando antes de ponerlo en juicio. Eso fue revolucionario porque cuando escribió su primera novelita, Maggie: una chica de la calle, que es sobre gente que vivía en los barrios abandonados y pobres, esta chica se convierte en prostituta y trabaja en las calles de Nueva York. Él no juzga, solo lo cuenta, eso resulta extraordinario”.
Agrega al respecto: “A nivel estilístico, le quitó todo lo que se asociaba con la novela en el XIX, todas las descripciones, el color local, esos discursos sobre cómo era la ropa, cómo era la habitación, cómo era el paisaje, Crane solo escribió sobre lo esencial. Desnuda la prosa”.
Para Auster, un buen ejemplo es La roja insignia del valor. “Es una novela sobre la guerra civil y nunca dice el nombre de la guerra, nunca dice de qué bando es, nunca menciona la esclavitud, nunca menciona a Lincoln, no menciona a ningún general. Se mete en la mente de un joven de 16, 17 años que lo lanzan a la batalla y tiene miedo, es un libro sobre el miedo. Eran libros radicalmente distinto a lo que haya hecho cualquiera en lengua inglesa hasta ese punto”.
¿Tiene algo en común con Crane? Auster afirma que sí y lo explica: “Crane nunca ha sido una influencia sobre mi obra, pero lo admiro mucho. Él pasó por mucho de lo que yo pasé de joven, que fue el rechazo y las dificultades para publicar, y el persistir, ahí es donde me siento cercano a Crane. Es ser testarudo y decir ‘lo voy a hacer’ sin importar cuántas veces me digan ‘no’. Eso lo entendí muy bien con Crane”.