Y un día volvió ABBA. Tuvieron que pasar 40 años, eso sí, para que Agnetha Faltskog, Anna-Frid Lyngstad, Bjorn Ulvaeus y Benny Andersson presentaran el esperado sucesor de The visitors (1981). Un regreso que hasta hace poco no estaba en los planes de nadie, además de un hito histórico y de escasos paralelos en la música pop que alimentó una serie de conjeturas e interrogantes durante los últimos meses.
¿Seguirían siendo los mismos o incorporarían nuevas sonoridades y posibilidades tecnológicas? ¿Se entregarían a algunos de los cambios que hubo en la música popular de estas cuatro décadas en que estuvieron ausentes o seguiría estando allí la matriz disco de buena parte de su cancionero? ¿Sería un retorno más cargado a las baladas o a la pista de baile? ¿Las voces de las cantantes son las mismas de ayer o las de dos mujeres de más de 70 años? La respuesta es: todas las anteriores.
Voyage, el noveno disco de la máquina de éxitos sueca que revolucionó la música entre 1974 y 1982, es un álbum nuevo y antiguo a la vez, con canciones compuestas a partir del reencuentro de sus cuatro integrantes, en 2017, y otras extraídas de viejas sesiones y demos de hace cuatro décadas (como la efectiva Just a notion, con las voces originales de 1979). Por lo mismo, Faltskog y Lyngstad -que aceptaron volver al proyecto con la condición de no participar en actividades promocionales- se desdoblan en el LP entre sus versiones pretéritas y actuales.
Ulvaeus y Andersson, por su parte, demuestran en Don’t shut me down y No doubt about it que siguen funcionando como dupla creativa y que aún son ases de la melodía. Una sociedad que todavía tenía un par de cartuchos por quemar para dar con un material que, más allá de uno que otro elemento digital, podría haber salido en 1982. De alguna forma, 40 años después, ABBA sigue sonando como ABBA. Como siempre y como nada de lo que suena hoy.
El anterior es el punto clave para fans y críticos a la hora de ponderar la aparición de Voyage, que tal como sugiere su título y su carátula de estética espacial -en sintonía con la serie de shows protagonizados por representaciones digitales y en 3D de los músicos (“ABBA-tars”) que harán a contar de mayo de 2022- usa la tecnología para retroceder en el tiempo. Un regreso “lleno de vitalidad” para Rolling Stone y “un viaje nostálgico en el que merece la pena embarcarse”, según el portal británico NME, mientras que para The Guardian, se trata de una producción “atrapada en el pasado”.
Como sea, es indudable el aura mágica que rodea este retorno de ABBA. Como si el mismo cuarteto que hace 45 años se subió a un helicóptero Bell 47 para elevarse hasta la estratósfera del pop con Dancing queen y Knowing me, Knowing you (Arrival, 1976), aterrizara hoy en una cápsula espacial luego de haber navegado galaxias lejanas con el tiempo terrestre congelado. “Cuando llegamos al estudio después de 39 años, fue como si no hubiera pasado el tiempo... nos lo pasamos muy bien”, comentó Andersson una vez iniciadas las grabaciones del nuevo LP.
En el intertanto, su cancionero -al igual que el de coetáneos como los Bee Gees y ELO- se revalorizó, sus éxitos facturaron millones en compilados y dejaron de ser un placer culpable para una nueva generación que los reverenció sin dobleces, mientras que su catálogo pasó a ser un valioso activo para el teatro y el cine. Incluso aquellas piezas menos celebradas de su discografía, porque Voyage, tal como sus ocho antecesores, también es un álbum irregular, con altibajos, grandilocuente y dramático, con ese inigualable sello estilístico en el que conviven el pop barroco y orquestado, los himnos bailables, las baladas melodramáticas, el folclor sueco o celta con sintetizadores, la irresistible combinación de las voces de Anna-Frid y Agnetha, las imágenes a medio camino entre lo sobrecogedor y lo camp.
Y si se trata de contradicciones, Voyage es, además del viaje de regreso, el de la despedida del grupo. La última travesía de los suecos, que han anunciado que tras la promoción de disco y la gira con avatares se volverán a disolver, esta vez oficial y definitivamente.
“Esto es todo”, sentenció Andersson a The Guardian recientemente. “Tiene que ser, ya sabes. Yo nunca me dije a mí mismo que ABBA nunca volvería a suceder, pero puedo asegurarlo ahora: esto es todo”. ¿Será así? Lo dirá el tiempo, que en el caso de ABBA pareciera correr a un ritmo distinto que para el resto.