En marzo pasado, mientras el mundo celebraba la aparición de su sexto disco, Mon Laferte estaba en otra. Por esos días la cantante se trasladó desde México a Los Angeles junto a su pareja, arrendó un departamento por Airbnb en el distrito de Hollywood e inició un tratamiento de hormonas para tratar de quedar embarazada. En medio de ese proceso se lanzó su álbum Seis, cambió de representantes, dejó el tabaco, cumplió con una exigente agenda de compromisos promocionales, grabó un videoclip en las playas de Malibú, pintó un mural en West Hollywood y, finalmente, logró quedar esperando a su primer hijo. Fueron días especialmente intensos para una artista habituada al ajetreo.
“Me estaba volviendo loca con las hormonas, la ansiedad, la incertidumbre, el miedo. Tuve rollos personales, laborales”, relata la solista, quien durante esos días, como siempre, encontró refugio en sus canciones. “Para mí la música siempre ha sido mi escape, mi sanación, entonces empecé a agarrar la guitarra y a inventar canciones, me propuse que mi energía en vez de estar en la ansiedad y estos miedos iba a estar más concentrada en hacer música. Y ahí fue cuando empecé a crear este disco”.
1940 Carmen, el flamante séptimo LP de Monserrat Bustamante, no sólo es el segundo álbum que publica este año -una jugada poco usual para una estrella de su talla- y el primero que incluye canciones cantadas en inglés. Es también una producción especialmente cruda e intimista, con su voz y las guitarras como protagonistas y sin mucho decorado, donde la autora abandona momentáneamente su matriz latina para abrazar el imaginario californiano, el rock and roll, el folk y la psicodelia de la costa Oeste de Estados Unidos, además de una cierta brisa nostálgica propia del “Hollywood sadcore” de Nancy Sinatra y Lana del Rey.
“Yo me dejo llevar, no pienso tanto en lo que hago, soy muy impulsiva”, explica. “La sonoridad (de este disco) tiene que ver con los elementos que tenía más a la mano. A diferencia de álbumes anteriores siento que este es más minimalista porque solo tiene guitarras y la base. Mis discos anteriores, como Seis, tienen un montón de arreglos orquestales, el mariachi y la banda sinaloense y todo eso. Norma también, lo grabamos en vivo precisamente en Capitol de Los Angeles con 13 o 14 músicos en el estudio. Y este disco es todo lo contrario, es mucho más minimal. Lo que tenía a la mano eran las guitarras y después grabamos las baterías y eso, pero quería que fuera mucho más simple”.
1940 Carmen, es, además, la colección de canciones más reveladoras de la viñamarina, el resultado de un ejercicio artístico de autoexploración, catarsis y grabaciones caseras en el que afloraron todo tipo de sentimientos, deseos y recuerdos. Los buenos, los malos y los muy malos.
Placer Hollywood, por ejemplo, es una apología a los días y noches de expectativa y romance entre cuatro paredes en ese departamento de Los Angeles, con una guitarra llena de sentimiento y vibración que recuerda al recientemente fallecido Mario Gutiérrez de Los Ángeles Negros. En Zombie, Bustamante declara “no siento nada pero todo está muy bien así”, noqueada -según cuenta- por las inyecciones de hormonas y el síndrome de abstinencia del cigarro.
“Dejé de fumar de un día para otro, de golpe. Tuve que dejar antidepresivos, clonazepam, todas las cosas que tomaba para poder dormir y una serie de medicinas que tomo para unas enfermedades musculares raras que tengo. Se me juntó todo, entonces me estaba volviendo loca”, confiesa.
Hay a su vez canciones que define como “berrinches”, como Supermercado, “porque literal me enojé con mi pareja en el super y escribí la canción mientras estaba allí, son cosas muy cotidianas”. Pero también piezas más desgarradoras que muestran el lado más oscuro y traumático de la vida personal de la cantante. Entre ellas, A crying diamond, probablemente la composición más cruda y reveladora de la autora de toda su carrera profesional en la música.
Allí, Mon Laferte narra el abuso sexual por parte de un hombre de 40 años a una niña de 13 que “usa vestidos de mal gusto y sueña con ser una cantante famosa, pero apenas tiene para comer”, según relata en su primera estrofa. “Él mató la última gota de su felicidad y se llevó toda su juventud. Y eso lo hace sentir bien. Sabe que Dios lo comprende porque Dios también es hombre”, canta en inglés.
Si quedaban dudas de cuánto de autobiográfico o no hay en este relato, la propia autora se encarga de aclararlo. “No, no hay ficción en este disco. En algunos discos puede que haya algo de ficción, pero realmente todo lo que escribo es lo que estoy sintiendo. Y sí, este álbum refleja mucho mi estado de ánimo y mis experiencias personales”, comenta.
“Este es un tema que nunca había querido tocar, que todavía me da mucho pudor pero que lo puse en la mesa. Un abuso que sufrí en mi infancia. No me habría atrevido a abordarlo yo creo si no hubiese estado en hormonas”, explica.
-¿Por qué decidió contarlo en este momento y en una canción?
Yo creo que por mi estado de hipersensibilidad, de las hormonas y el deseo de la maternidad. Y es que de alguna manera empezó a surgir en mí como un instinto maternal desde el momento en que lo empecé a intentar. No creo que le pase a todas las personas, todas las mujeres somos distintas, pero empecé a pensar mucho en eso, como en mi niña también, en mi pequeña, en este deseo ultra protector de mi parte. No sé, tendría que analizarme un psicólogo para entender por qué quise contar esto, pero salió y lo quise contar en una canción, a mis 38 recién.
-¿Qué reacción ha generado este tema entre sus cercanos, entre sus fans? Uno supone que en estos casos hay mucho de contención, de compartir experiencias, de ayudar a abrirse a otros a contar sus propias experiencias de abuso.
Bueno, mi gente más cercana sabe, pero en general sí, creo que mis seguidores me han mandado mensajes bonitos, aunque no todo el mundo sabe si es una experiencia personal o no.
-En Niña, otro de los momentos emotivos del disco, pareciera aflorar un lado más maternal, donde canta una especie de canción de cuna a su hija o hijo o a una versión infantil de sí misma.
Esa canción todavía no estaba embarazada cuando la hice, pero la escribí pensando en mi bebé, que quería que llegara. Pero también hay algo de eso, que puede ser para ti misma, para tu infancia. Le puse niña porque en realidad rimaba más bonito que niño, rimaba con más cosas (ríe). Pero digamos que usé el ‘niña’ como se usa en neutro.
-¿Por qué decide sacar este disco sólo siete meses después que Seis? Por lo general los artistas trabajan sus discos con ciclos de vida más largos.
Seis en realidad lo escribí y lo grabé el año pasado, en los primeros meses de pandemia. Entonces, claro, se siente un álbum muy reciente pero para mí ya tiene un año de vida. Yo tengo un equipo, una compañía y todos tomamos decisiones, pero particularmente por este álbum yo peleé para que saliera pronto porque refleja totalmente mi momento y lo que siento hoy. Creo que si saliera a mediados del próximo año tal vez yo ya sería mamá y estaría en otra cosa. Me cuesta mucho salir a defender música que ya no estoy sintiendo de la misma manera cuando ya pasó un año. Pasaron muchas cosas en un año y todo el tiempo estoy creando, ya tengo ideas nuevas, canciones nuevas y quiero seguir adelante.
Para mí este es un disco muy especial, es un disco de la supervivencia, así le digo yo, porque me ayudó un montón, porque lo hice en medio de este tratamiento. Cuando empecé el álbum no estaba embarazada aún y cuando lo terminé y estaba en las mezclas me enteré que efectivamente había funcionado el tratamiento, que estoy embarazada. Al final fue un disco que me ayudó, que me sirvió un montón. Fue mi salvación este álbum.