Ernest Hemingway, escritor, periodista y un hombre que sabía de buenos titulares y conceptos para la posteridad, lo encuadró como la mezcla perfecta entre Don Juan y Hamlet. Mucho tiempo después, en abril reciente, cuando reapareció en la televisión de su país con voz rasposa y aspecto encorvado, el propio Miguel Bosé obsequió una imagen tallada en historia pura: “A Franco se la caía la baba cuando miraba a mi padre”.
Las leyendas mayúsculas a veces son inversamente proporcionales a las definiciones que se hacen de ellos: historiales gigantescos quedan reducidos a una o dos oraciones que sintetizan sin más decorados ni extras una huella que parece abarcarlo todo. Sucedió con Luis Miguel Dominguín, uno de los toreros más célebres en la historia de España, superestrella de la disciplina y padre de otra figura sin contrapesos en el cuadrilátero artístico, Miguel Bosé, quien por lo demás en su reciente autobiografía -con fecha de llegada para esta semana en Chile- ofrece otro retrato que sirve para abultar la mitología de su progenitor: lo pinta como un villano en su desarrollo artístico y personal.
“Me han contado que lees mucho, ¿no es así?”, es una de las primeras preguntas que recuerda el intérprete por parte de papá, a sus siete años, cuando efectivamente era más aficionado a los libros que a cualquier otra actividad planteada por su entorno, sobre todo las que intentaba imponer Dominguín: la caza. Los animales como trofeo de guerra y masculinidad.
“Y cazar?... ¿Por qué no te gusta cazar?... Si no te gusta cazar, ni pescar, ni nada de esas cosas... dime tú cuándo voy a estar yo con mi hijo... ¡Tiene que gustarte, Miguelón!... Tienes que hacerme el favor de que te guste o voy a empezar a pensar que no eres mi hijo... porque de mí... por ahora, que yo sepa... no has sacado nada... Mira, Miguelón... los hombres tienen que hacer cosas de hombres entre hombres... como las mujeres hacen las suyas entre ellas, ¿lo entiendes?... Montar a caballo, ir de cacería, pescar y más adelante otras que ya te iré contando... Estoy deseando que cumplas doce años para que te fumes el primer cigarro, ¡coño!... El año que viene... si te entrenas con el rifle bien pero que bien... te llevo de safari un mes entero, tú y yo solos, a la selva de Uganda o a Mozambique... ¿Te gusta la idea?... ¡Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar pegando tiros y cazando animales!... ¡Y bañándonos en los ríos llenos de cocodrilos y de hipopótamos!... Ahí sí, que te guste o no... voy a conseguir hacer de ti un hombre, ¡pero vamos!... como que soy tu padre”, describe otro de los párrafos del texto que vuelve a exhibir el cortocircuito temprano -y que sería frecuente- entre ambos.
Aunque jamás renegó del ambiente artístico, de hecho era un tipo fascinado con la fama, Hollywood, las actrices y los concursos de belleza, sí deseaba que su hijo no se mezclara de forma tan profunda y habitual con esos personajes.
Pero en ese gallito, terminó perdiendo y sucumbiendo. Como una respuesta al control férreo de su padre, Bosé terminó siendo una de las máximas estrellas del circuito hispanohablante en las últimas décadas. A pesar de su padre. Pero también bajo su sombra incontenible.
Sangre taurina
Hijo del afamado matador Domingo González Dominguín, la vida de Luis Miguel Dominguín giró en un principio sin muchos matices en torno al mundo taurino: fue hijo, hermano, tío y tío abuelo de toreros de esa histórica dinastía Dominguín. De hecho, adoptó ese apodo de parte de su padre, por la notoriedad que tenía en el circuito, ya que su verdadero nombre era Luis Miguel González Lucas.
Todo lo que logró a partir de su infancia se debió a las relaciones que fue tejiendo al interior de una de las castas más afamadas de la España del siglo XX, conectada con gobernantes, políticos, militares, actrices, ganadoras de concursos de belleza, pintores, intelectuales y escritores.
Gracias a su raíz, Dominguín - y después Bosé- se construyó un mundo donde la fantasía se desvanecía en la realidad y viceversa, y donde hasta hoy abundan los mitos más diversos.
Pero la dinastía Dominguín tuvo un origen muy distinto. El patriarca, Domingo González Mateos, nació en el humilde pueblo toledano de Quismodo, acercándose al universo de los toros como una forma de escapar de la pobreza y de hacer dinero relativamente fácil: es el mismo trampolín de ascenso social y económico en que después se transformó el fútbol.
De a poco se abre camino en un circuito más bien acotado, triunfando en las corridas llamadas novilladas, deslumbrando ya en ciudades más colosales y exigentes como Madrid y Barcelona.
¿Cifras? En 1918 estoqueó 105 novillos, fuerza que luego intentaría traspasar a sus hijos. Ya con la marcha de los años 20 era uno de los toreros más requeridos de su patria. “Todo naturalmente que no fueron éxitos, pero tenía claro ese axioma de los hombres que se hacen a sí mismos. Después de una caída sólo cabe levantarse. Para muchos es el taurino más importante de la historia”, escribe el medio El Independiente en un perfil sobre el primer Dominguín.
Tuvo tres hijos con Gracia Lucas Lorente -Domingo, Pepe y Luis Miguel-, a quienes guió por la misma actividad. Pero los resultados fueron dispares. Sólo Luis Miguel, posterior padre de Miguel Bosé, iba a sobresalir como una celebridad consumada del rubro. De hecho, durante la década de los 40 y los 50, fue el número uno, obteniendo récords, ganancias y cifras inusuales para esos días.
Luces que encandilan
Junto con esos números, también ascendía su fama como estrella capaz de codearse con la farándula de la época. Tuvo romances con María Félix, Ava Gardner, Lana Turner, Rita Hayworth, Marta Alban, Lauren Bacall, Cecilia Albéniz, Rommy Schneider, Ira de Furstenberg o Miroslava Stern.
Con esta última -actriz checo mexicana- guarda el relato más trágico. Ambos se habían comprometido a casarse, pero el torero conoció de modo paralelo a la actriz italiana Lucía Bosé en el rodaje de la cinta Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem (1955). Se enamoró perdidamente y decidió pedirle matrimonio a su nueva conquista, sin chistar, sin avisar, sin mayores escrúpulos pese a tener otra relación.
Se casaron en Las Vegas, mientras que Stern se suicidó ocho días después del enlace. Según el reporte policial, tenía en su poder una foto y varias cartas que pretendía enviar a su ex pareja.
El torero y la actriz tuvieron tres hijos: Miguel —que adoptó el nombre artístico de Miguel Bosé, 3 de abril de 1956—; Lucía —que adoptaría el nombre artístico de Lucía Dominguín, 19 de agosto de 1957—; y Paola —que adoptó el nombre artístico de Paola Dominguín, 5 de noviembre de 1960—.
Pero el segundo Dominguín más célebre nuevamente debió enfrentar el escándalo: se separó de Lucía en 1968, luego de mantener una relación con su propia prima, Mariví Dominguín.
Pese a lo puntual que fue su relación con Lucía, también se trató de una era intensa. Fue la época donde se codeó con lo más granado del planeta. Se declaró comunista y defendió la causa -y a algunos familiares y cercanos- frente a Francisco Franco, otro de sus amigos y quien acudía a su residencia a cazar.
Su salto a las páginas de la cultura y el espectáculo lo hizo entablar vínculos con Ortega y Gasset,Jean Cocteau, Sofía Loren, Salvador Dalí, Claudia Cardinale, Truman Capote y Audrey Hepburn. En una escala en Madrid, el Che Guevara pidió juntarse con él para presenciar una corrida de toros.
Pero su amistad más legendaria fue con Pablo Picasso. Es, de hecho, la relación de su infancia que el propio Bosé más recuerda y que muchas veces apunta como una pequeña puerta que se le abrió para encaminar su destino artístico. En muchas corridas, Luis Miguel lució varios trajes de luces con diseños picassianos.
Pese a todo el mundo de brillos y luces, las fricciones entre el torero y el futuro intérprete -ya está dicho- empezaron desde muy pequeño. “Teníamos el mismo carácter, por eso chocábamos”, rememoraba el hombre de Linda en abril. Luego, agregó que el hecho más dramático de su infancia fue cuando su progenitor lo obligó a cazar: “disparé a una cierva y la maté”, relató.
“Sin embargo, cuando ya te la llevas a casa para destriparla, en el momento de rajarla, salió un bambi”, vuelve a detallar Bosé, agregando que en ese minuto se fue contra su padre para darle varios puñetazos, tratarlo de “hijo de puta” y querer tomar la decisión de no saber más de él.
Por la noche de esa misma jornada, su padre se acercó a pedirle perdón. “No era un hombre habituado a pedir disculpas”, agrega. Pero la lucha ya estaba consumada.
Como medida radical, y con sus progenitores divorciados, el intérprete de Bandido ahora acataría lo dictado por su madre Lucía: quería que sus hijos llevaran el apellido Bosé y así fue. “Una familia desestructurada”, tituló alguna vez el diario español El Mundo para motejar a un clan nacido del mundo taurino, crecido en el neón del espectáculo pero que olvidó rápidamente su ADN Dominguín.
El gran patriarca falleció el 8 de mayo de 1996 a los 69 años en El Arcón, como consecuencia de una insuficiencia cardiaca que le causó un derrame cerebral. Hasta hoy, Bosé se emociona cuando habla de él y hay un dejo de deuda y nostalgia por una relación que creció fracturada. El hijo de Capitán Trueno cree que todo podría haber sido menos tormentoso.
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