De repente, un hecho aparentemente sin mayor relevancia puede disparar una idea. Subiendo un ascensor en el aeropuerto de Tegel, en Berlín, un sujeto le lanzó una pregunta a Lina Meruane como si fuera un objeto que de repente tiene que recoger sin aviso: You are hebrew? Sorprendida, respondió que no. “Que soy palestina, o de familia palestina”.
Ante ello, la reflexión se le quedó en la cabeza, y como buena escritora empezó a teclear al respecto. Ello dio lugar a un ensayo que tituló Rostros en mi rostro, fechado en 2019, y que ahora ve la luz en un volumen titulado Palestina en pedazos, publicado vía Literatura Random House. Este libro contiene también la crónica Volverse Palestina, donde narraba su primer viaje a Beit Jala, la ciudad cisjordana donde viven sus parientes por el lado paterno; y el ensayo Volvernos otros. Ambos ya habían sido publicados en 2014 con el título del primero.
¿Por qué se decidió publicarlo junto a los otros y no en un libro separado? Desde Madrid, Meruane responde a Culto: “Este libro se fue publicando en partes; hay, de hecho, una edición anterior de la primera crónica en México, en el 2013. Ese ha sido el devenir de este libro, irse escribiendo, irse publicando, en entregas”.
“Yo pensé en esta tercera crónica como el pedazo que faltaba, el cierre del libro –añade Meruane-. En ella hay un verdadero regreso, un segundo viaje a Palestina; en ella se cuenta qué fue de mis tías (en rigor primas, pero tan mayores que no puedo sino llamarlas así) y se recupera la lengua perdida en la generación de mi padre, el árabe. En esa lengua se cita el inicio del libro, y para mi ese cierre era necesario. Esto no significa que no vuelva a escribir sobre estos temas, pero no me imagino agregando más pedazos”.
Uno de los temas centrales de Rostros en mi rostro es la multiculturalidad. ¿Sigue pensando en las mismas preguntas que se formuló en ese ensayo?
Me pasa que empiezo escribiendo una crónica, un ensayo, una novela, porque tengo una pregunta que necesito resolver (resolverla yo en la reflexión que propicia la escritura, o resolverla mis personajes cuando se trata de ficción) pero una vez terminado el libro yo he agotado esa pregunta y con alguna frecuencia surge otra. La cuestión que me interesaba en Rostros en mi rostro era si la identidad puede inscribirse, o no, en nuestras caras y cuerpos, si nuestras caras, como sugería un filósofo llamado Levinas, porta un mensaje ético. Y lo que descubrí es que no porta un mensaje sino múltiples mensajes, porque esa identidad supuestamente inscrita en el rostro no es fija: absolutamente todos somos producto de mezclas históricas de etnias y de culturas. Y lo más fascinante es que aun sabiendo esto, los demás ven en nosotros lo que quieren ver. A mí me pasa lo mismo que a mucha gente que cito en mi libro: nos van adjudicando identidades a partir de nuestras caras, y nos tratan, para bien y para mal, como si portáramos esa identidad, como si esa identidad definiera para siempre quienes somos.
Pandemia y culturas
Desde 2018, ¿ha podido mantenerse en contacto con tus parientes en Beit Jala?, ¿cómo se ha vivido la pandemia en esos territorios?
Las redes sociales han mantenido esa relación abierta, afortunadamente, y el hecho de que la mujer de un tío palestino vivió en Honduras y habla castellano y que sus hijos hablan bastante inglés. Todos ellos tuvieron Covid y afortunadamente no les tocó muy duro, pero ellos desconfían de la medicina israelí, de la vacunación israelí que por supuesto trató a la comunidad palestina como de segunda clase. Esa desconfianza, dadas las circunstancias históricas y presentes, no me sorprende en absoluto.
¿Cómo vivió la pandemia?
Me encerré, como todos, a pesar de que en Nueva York no hubo ni toques de queda ni salidas con permiso: se le dijo a la gente que no saliera y eso hice yo. Y en ese período escribí, o terminé de escribir, tres ensayos sobre la ceguera que llevaba años trabajando: Zona ciega. Por supuesto no fue un tiempo fácil, porque la incertidumbre era tremenda, pero yo no perdí mi trabajo ni mi sueldo y además, como escritora, encerrarme es algo que hago con mucha frecuencia para poder escribir y en cierta medida estoy acostumbrada a periodos de reclusión.
Sobre lo anterior, se ha afirmado que la pandemia ha dejado al descubierto más diferencias. ¿Cree que la pandemia ha hecho más notorias las diferencias entre las diferentes culturas del mundo?
Absolutamente, pero es mucho más complejo. Se cruzan muchos vectores: edad, género, sistema de creencias y clase. Quienes tienen más (países y personas) también acceden a más información, mejor cuidado y a la vacuna, y asimismo, quienes más tienen se pueden dar el lujo de no vacunarse o de no vacunar a sus hijos, poniendo en peligro al resto de la ciudadanía. Y la ideología ha jugado su rol: en USA, por ejemplo, hay una notable diferencia entre los estados y ciudades mayoritariamente demócratas, donde los porcentajes de vacunación son altos, vs. estados y ciudades republicanos, donde es justo lo contrario.
Este año, el Nobel lo ganó el tanzano Abdulrazak Gurnah, quien ha abordado el tema del racismo y los refugiados africanos en Europa. ¿Cree que hay un mayor reconocimiento a otras culturas-no-europeas en la literatura de estos tiempos?
Hay un mayor reconocimiento pero hay que recordar que estos procesos tienen avances y retrocesos y, por lo mismo, seguir empujando para que estos reconocimientos sean posibles y para eso hay que trabajar en todos los planos de la cultura: desde el estudio de la historia con perspectiva global, la inclusión de autores diversos en los currículos escolares y universitarios, y un examen incisivo sobre el racismo. Si no cambiamos la idiosincrasia va a ser muy difícil que se den avances sostenidos en el tiempo.
Libros y el nexo con Chile
Estaba en el proyecto Bruta Editoras, que quedó congelado, ¿qué ha pasado con eso?
Ese fue un proyecto que surgió de la experiencia del desarraigo, esa fue la pregunta que queríamos pensar a través de los 10 libros que llegamos a publicar. Desafortunadamente para mí, de pronto vi que no tenía suficiente tiempo ni energía para sostener un trabajo a tiempo completo en la Universidad, una escritura cada vez más intensiva, y una editorial que, por más pequeña, iba creciendo y aumentando en demanda. Lo bonito es que otra editorial que se estaba armando en el momento de nuestro cierre, la editorial Banda Propia, dirigida por dos editoras sensacionales (Lorena Fuentes y María Yaksic), aceptó adoptar y reeditar los libros que teníamos, y le dio curso a la colección principal, en la que una escritora y un escritor escriben sobre un lugar que no les es propio.
Viviendo en el extranjero, en Nueva York, en Berlín, ahora en Madrid ¿Cómo siente su relación con Chile actualmente?
Mantengo una relación muy intensa con Chile, allá están mi familia, mis amigos, mi casita chiquitita con su pequeña biblioteca. Mi escritura es chilena, en el sentido de que Chile es su punto de partida y el habla chilena es su habla. Yo nunca me fui enteramente de Chile, de alguna manera siempre estoy ahí, conectada con lo que pasa, pensando en lo que pasa, sintiéndome afectada por lo que pasa, y regreso contantemente siempre que puedo. En cuanto pude viajar me instalé a pasar seis meses de la pandemia en Chile.
¿Pensó en volver de manera definitiva con todo lo que estaba ocurriendo en el país desde 2019?
La palabra “volver” me define, pero la palabra “definitivamente” no, no por ahora.
¿Votará en las elecciones?
Por motivos que serían muy largos de explicar, no podré votar en la primera vuelta pero sí en la segunda. Votaré por el candidato de la izquierda, como siempre pero sobre todo ahora que importa asegurar que el proceso iniciado en el 2019 llegue a su mejor término. Mal que mal, nuestro libro magno está en plena escritura, es un tiempo muy delicado.