No solo se ha dedicado a publicar libros. Como otros escritores, el cubano Pedro Juan Gutiérrez, también se ha dedicado al periodismo, y de esos años de oficio, hubo un formato al cual le tomó bastante cariño. La entrevista. Fue durante un parón entre dos libros cuando decidió llevar ese interés algo más allá.
“Viví 12 años en Tenerife. En algún momento, en un impasse entre dos libros, sólo escribía poemas –cuenta Gutiérrez a Culto–. Se me ocurrió hacer como un inventario de mis respuestas a los cientos o miles de entrevistas que me han hecho desde que en 1998 salió Trilogía sucia de La Habana. Las preguntas más o menos siempre son las mismas pero mis respuestas varían a medida que pasan los años y gano experiencia y madurez. Así que dediqué unos meses a este trabajo”.
Esa idea ya tomó forma y se llama Diálogo con mi sombra, que ya se encuentra en Chile vía Anagrama. En poco más de 230 páginas, el autor desarrolla un diálogo consigo mismo, donde hace un repaso a su trayectoria como escritor. “Disfruto mucho con ese debate de preguntas provocadoras y respuestas inteligentes y audaces. Diálogo con mi sombra, además, es como un ensayo sobre el oficio de escritor desde mi punto de vista. Creo que puede interesar a todos, no sólo a la gente del gremio. Intenté ser ameno y no ponerme pedante”, añade Gutiérrez.
Gutiérrez, autor de El rey de La Habana y de la imperdible Trilogía sucia de La Habana, ha ganado fama en las letras latinoamericanas por sus relatos crudos y descarnados de la realidad de su país, ubicándose en los bordes y la marginalidad, algo así como un Raymond Carver o un Charles Bukoswki caribeño. Sus personajes pasan por calles donde las prostitutas, borrachos y bares aparecen como un paisaje natural.
¿El encierro por la pandemia del coronavirus influyó en la idea para hacer este libro?
No. Escribí el libro antes. Pero en Tenerife vivía tranquilo, con todo el tiempo para mí, al pie del volcán Teide. Durante la pandemia escribí unas 200 páginas de mis memorias (impublicables) y un Diario de Centro Habana, que ya la revista Universidad de México publicó (fragmentos) en la revista y en un libro-antología sobre el tema. Escribir es un vicio, pero no todo lo que escribo es publicable. A veces escribir es sólo una exploración, una meditación personal e interior para entender y conocerme mejor. Cuando escribo descubro siempre algo nuevo en mis zonas oscuras.
En un momento le dedica palabras muy duras al oficio de escritor. Dice que un escritor es un ladrón además de un embustero y un mentiroso. ¿Piensa que se debe desacralizar la labor de un escritor?
Embustero, ladrón, mentiroso. Sí. Es un oficio peligroso. Cuando los jóvenes me preguntan siempre les digo que si se pueden dedicar a otra cosa desistan de llegar a ser escritores. Lo han dicho muchos escritores antes que yo. Uno escribe, usa lo que sabe, lo que ha vivido, y después vienen los remordimientos y los cargos de conciencia. No es sano. Muchos escritores terminan locos, borrachos, suicidas. Es un karma terrible.
En este libro usted expone bastante de su intimidad. Cuenta por ejemplo de su gusto por las mujeres mayores. ¿Cómo logró superar la barrera del pudor a la hora de escribir esas líneas?
El pudor es una construcción de la superestructura social. Es decir, es un invento de los seres humanos. Por consiguiente es elástico como una goma. Lo que para mí es normal, para otra persona puede ser impúdico. Jodía palabra. No me gusta. Como decía Raymond Carver: “Utilízalo todo”. Claro, hay que estar preparado para desnudarse y hacer un streap tease en cada libro.
¿De qué escritor le hubiese gustado leer un libro como este?
Me hubiera gustado leer libros tan confesionales de todos los escritores que me gustan: Carver, Grace Paley, Cabrera Infante, Carpentier, Juan Rulfo, etc. Estoy seguro que ayudaría a comprender mejor la obra de cada uno. Que es de lo que se trata. Cada escritor verdadero, no los artesanos que escriben convencionalmente para vender bastante, tiene un universo dentro de sí y su labor es mística y espiritual. Ayudan a conectar al lector con los dioses y los demonios, esa es la esencia de este oficio.
Trilogía y cine
Un apartado importante es el que le dedica a su obra más famosa y que le dio un nombre: Trilogía sucia de La Habana, de 1998, el cual compila tres de sus libros de relatos. Confiesa que el libro “fue producto del azar” y que hasta el título fue improvisado. Fue Jorge Herralde quien intempestivamente lo llamó para pedirle un título para el libro. “Yo pensando en voz alta le contesto: ‘No sé, sería algo así como una trilogía sucia de La Habana’…me dio las gracias y colgó”.
Usted comenta que se ha intentado llevar al cine su Trilogía sucia de La Habana, pero que se ha fracasado en el empeño. ¿Qué le parecería una serie en vez de un largometraje?
Hay compañías grandes hoy en día que hacen excelentes series. Pero hay dificultades de todo tipo para rodar aquí en mi país. Y eso complica más aún la situación. No tengo prisa para nada. La vida fluye y uno de mis principios rectores es Slow Life. Y el otro es: Don’t compet. Play.
También menciona que en su infancia veía mucho cine. ¿Cómo sigue siendo su relación actual con el séptimo arte?
El cine europeo de los años ‘60 fue esencial en mi formación estética. En Cuba lo vimos todo. Absolutamente todo. Fue una experiencia única y decisiva. Amo el cine (no así el teatro). Ahora veo de dos a cinco o seis películas semanales y alguna serie. Es una pena que el peor modo de hacer de USA impregna casi todo. En Europa muchos intentan mantener su identidad y lo logran. Menos mal. De no ser así estaríamos perdidos ante la imbecilidad de las persecuciones de carros que se destrozan y los policías infiltrados en mafias asesinas que trafican drogas. Qué aburridos, por Dios. Qué monótonos.
Nicanor y Violeta
Menciona a Nicanor Parra entre los escritores que lo influenciaron. “Dice tanto con tan poco”, ¿qué libros o poemas de él le gustan?
Aquí tengo algunos libros de Nicanor Parra al alcance de mi mano en mi biblioteca. Sus Poemas, editado por Casa de Las Américas en La Habana en 1969. Otra selección de la editorial chilena Nascimento, 1971. Otra edición española del 2000, editorial Eneida. Poemas para combatir la calvicie, México, 1993. Y Hojas de parra, ediciones Cesoc, Chile, 1996. Y guardo en mi archivo muchas entrevistas que le hicieron. Fue un rompedor. Hizo lo que le dio la gana. Sabía que no lo premiarían por esa audacia, ni le darían cargos diplomáticos bien remunerados, ni iría por el mundo dándoselas de divo y conociendo gente famosa, todo lo contrario, pero fue valiente, juguetón, desenfadado, y no se tomaba en serio. ¿Podemos pedir más?
Además de Nicanor Parra, ¿le gusta algún otro autor/autora de Chile?
Violeta Parra con sus décimas y en mi juventud Neruda, por supuesto. Conocí aquí a Lemebel y leí algunos de sus libros.
También habla de su dimensión como lector, menciona a varios autores de hecho. ¿En estos tiempos cuáles son sus hábitos de lectura?
Leo siempre varios libros al mismo tiempo. Y sobre todo releo mucho. Me cuesta empezar con escritores nuevos. Ahora mismo releo El ministerio del miedo, de Graham Greene. Salinger, una vida oculta. De K. Slawenski. Hambre, de Knut Hamsun. Incendios, de Richard Ford. Y otros más, entre ellos algunos de budismo. Creo que dedico no menos de cuatro horas diarias a leer. Antes de escritor hay que ser lector hasta el último minuto de la vida.
¿Tiene alguna opinión de lo que ha pasado en su país en los últimos meses por las protestas?
Sobre la situación en este momento, es compleja. Hay mucha incertidumbre, es todo lo que puedo decir. Muchos problemas acumulados.