“Vuelvo si me dejan llevar a un amigo”. Tal vez no fueron esas las palabras exactas, pero algo parecido a eso le habría dicho George Harrison a sus compañeros de grupo a mediados de enero de 1969, una semana después de haberles anunciado que los abandonaba.
Los cortocircuitos del guitarrista con John Lennon y Paul McCartney habían vuelto irrespirable el aire de los estudios Twickenham de Londres, donde bajo los omnipresentes micrófonos y cámaras del director Michael Lindsay-Hogg los Beatles preparaban el que sería su último disco. Tras la salida de un hastiado Harrison vino el momento de parlamentar, lo que llevó a los otros tres Fab Four a aceptar las condiciones que puso el hijo pródigo para su reincorporación a la banda: desechar la idea de montar un espectáculo en vivo del cuarteto, mover la grabación del disco a los estudios Apple y sumar un músico amigo a las sesiones.
En rigor, los otros Beatles ya conocían a Billy Preston antes de que entrara con su característica sonrisa y despreocupada impronta al estudio. Siete años antes, se habían topado en Alemania, cuando los ingleses daban sus primeros pasos en los clubes de Hamburgo y Preston, de entonces sólo 16 años, oficiaba como tecladista de Little Richard durante su gira europea.
Ahora con 23 años, cinco discos solistas y una cotización al alza como sesionista, el alguna vez niño prodigio del piano que antes de la pubertad ya acompañaba en los escenarios a Mahalia Jackson y Nat King Cole, llegaba a reunirse con el cuarteto de Liverpool con una doble misión que tal vez en ese momento desconocía: distender el pesado ambiente que reinaba entre los británicos y aportar su talento para intentar mejorar un puñado de canciones perfectas. Terminó logrando ambos objetivos.
Get back, el nuevo documental de Peter Jackson que indaga a fondo en esas sesiones de Let it be -disponible desde hoy en la plataforma Disney+-, justamente a partir del abundante material inédito que dejó Lindsay-Hogg, vuelve a poner en su lugar el inmenso y a veces subestimado legado de Preston.
En este caso, específicamente en los Beatles, donde dejó su marca en piezas emblemáticas tanto del último álbum del cuarteto como también en un par de Abbey Road (el último disco que grabaron pero que terminó publicándose antes de Let it be). Su virtuosismo y plasticidad en el órgano quedaron de manifiesto en Let it be, Something y I want you (She’s so heavy), lo mismo con el piano eléctrico Fender Rhodes en Don’t let me down y Get back, ganándose por un tiempo el mote de “quinto Beatle” que también ostentaron Brian Epstein y George Martin.
Fue además invitado ilustre en la última presentación en vivo de la historia del cuarteto, en la azotea de Apple Corps el 30 de enero del 69, y el único músico aparte de Tony Sheridan que recibió crédito oficial en un sencillo de los Beatles, por su participación en Get back y ese irrepetible e inspirado solo en el teclado.
Las manos en el lugar correcto
Pero el mastodónico estreno de Disney y el director de El señor de los anillos no es el único hito reciente en torno a la memoria de Preston, cuya carrera terminó a causa de múltiples achaques, adicciones no resueltas y una enfermedad cardíaca conocida como pericarditis que lo dejó en coma por varios meses hasta su fallecimiento, en 2006. Hace menos de un mes, el músico fue objeto de diversos homenajes y elogios póstumos como receptor del premio a la excelencia musical que entrega el Salón de la Fama del Rock and Roll.
Un tributo que también intentó hacer justicia con su notable carrera post-Beatles, incluyendo su significativo paso por los Rolling Stones, dejando su huella en la época de gloria del grupo, en títulos como Sticky fingers, Exile on Main St. y Goats head soup. También, una larga lista de colaboraciones con figuras como Elton John, Neil Diamond, Sly & The Family Stone, Sam Cooke, Barbra Streisand y Eric Clapton, además del propio Harrison.
Y por supuesto, todo lo anterior sumado a una discografía en solitario que califica entre lo mejor del soul, el funk y el R&B de los 60, 70 y 80 con cumbres como That’s the way God planned it, la magnética ganadora del Grammy Outa-space, Space race, Nothing from nothing, la gran balada With you I’m born again y también la clásica You are so beautiful, que coescribió y popularizó Joe Cocker.
“Me gusta decir que Billy nunca puso las manos en el lugar equivocado”, dijo Starr durante la premiación de Preston en el Salón de la Fama del Rock and Roll. “Era un cantante, compositor y un ser humano increíble”.
Sobre su capacidad para estar en el tiempo y lugar precisos, y para adaptarse con facilidad a la mécanica de trabajo de algunos gigantes de la música, el baterista sentenció: “Era un Beatle y un Rolling Stone. Fue parte de la banda y por eso tocó en un par de temas, porque era Billy y porque nos dio una sensación diferente”.
Detrás de su sonrisa, eso sí, Preston escondía varios dramas. Entre ellos, un abuso que sufrió en la infancia y una homosexualidad reprimida. Secretos que el tecladista no hizo públicos hasta el final de su vida pero que sí conocían sus cercanos, como Keith Richard, quien en su autobiografía Life aborda parte de los conflictos internos que su amigo padecía, con una sexualidad que él sentía chocaba con sus creencias religiosas.
Tal vez todos esos fantasmas fueron también parte del cóctel que llevó a Preston a una adicción a la cocaína y al alcohol que se profundizó en su adultez y que nunca pudo superar de todo. Los años 90, además de marcar su declive artístico, estuvieron marcados por detenciones por posesión de drogas, temporadas tras las rejas y acusaciones de acoso a un menor de edad y fraude inmobiliario.
En la década siguiente el cuerpo le pasó la cuenta y ya cincuentón sufrió varias hospitalizaciones y diversos problemas renales y respiratorios además de hipertensión, combinados con temporadas en clínicas de rehabilitación.
En su funeral en California, el 21 de junio de 2006, participó -presencial o virtualmente- la mayoría de las leyendas con las que Preston se codeó en vida. Allí Joe Cocker cantó una canción, Little Richard le dedicó tiernas palabras y Paul McCartney, los Stones y Eric Clapton enviaron cartas en su memoria.
Se espera que todos esos claroscuros en la vida del músico sean parte de un nuevo documental anunciado este mes y dedicado a su biografía, a cargo del director y productor Paris Barclay (In Treatment, Glee, Sons of Anarchy) y el guionista Cheo Hodari Coker (Luke Cage, Ray Donovan).
“Una figura singular en la historia de la música, que prestó su genio para elevar a los artistas más famosos del siglo XX”, según los realizadores del proyecto, quienes adelantaron que “el Billy que veremos en este documental fue una masa de contradicciones”, y que el filme “profundizará en el hombre complejo bajo el afro y detrás de la famosa sonrisa”.
*Get Back se estrenará en tres partes en la plataforma Disney+, los días jueves 25, viernes 26 y sábado 27.