Ayer fue un día histórico para Barbados, para sus cerca de 285 mil habitantes y sobre todo para su ciudadana más conocida en el resto del mundo.

En una ceremonia realizada anoche en la capital Bridgetown, la isla del Caribe terminó una fase de transición de varias décadas en su camino a la independencia y se convirtió oficialmente en una república parlamentaria, cortó lazos con la corona británica tras cuatro siglos y nombró a Sandra Mason como la primera presidenta de la flamante nación independiente. En el acto estuvo también presente Rihanna, la barbadense más famosa del planeta, quien fue ungida por la primera ministra de ese país como Heroína Nacional.

“En nombre de una nación agradecida, pero un pueblo aún más orgulloso” -dijo la primera ministra Mia Mottley en la ceremonia- “les presentamos a la persona elegida como héroe nacional de Barbados, la embajadora Robyn Rihanna Fenty”.

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Incluso, haciendo alusión a uno de los mayores éxitos en la carrera de la estrella pop, la autoridad dijo: “Ojalá continúes brillando como un diamante y honrando a tu nación con tus palabras y tus acciones donde sea que vayas”.

Un título muy especial y significativo para la artista de 33 años, la hija más ilustre y reconocida de la isla de las Antillas, quien nació en la ciudad de Saint Michael y se crió en Bridgetown entre problemas financieros y las adicciones de su padre, antes de mudarse a Estados Unidos en 2004, con un puñado de canciones bajo el brazo y apadrinada por Jay-Z y el productor Evan Rogers (Christina Aguilera). Si bien su país ya le había otorgado el título de “embajadora extraordinaria y plenipotenciaria”, encargándole la promoción del turismo y la educación de la isla, su nuevo reconocimiento le asegura un lugar en la historia de su tierra de origen.

Ahora, además de música, actriz, múltiple ganadora del Grammy, diseñadora de moda, empresaria y multimillonaria del pop -con una fortuna que Forbes calculó en agosto cercana a los 1.700 millones de dólares, en gran medida amasada gracias a su propia compañía de cosméticos Fenty Beauty-, Rihanna suma a su currículum dos nuevos títulos oficiales que puede anteponer a su nombre de pila: “Su honorable” y “Su excelencia”.

Foto: AP /Patrick Semansky

La intérprete de Umbrella, una de las artistas más vendedoras de la historia de la música aunque con una carrera estancada en lo discográfico desde 2016, no es la única estrella pop que ha recibido títulos similares tras dar a conocer su país o lugar de origen gracias a su trabajo.

En agosto de 2017, en pleno auge planetario de la entonces onmipresente Despacito, Luis Fonsi fue nombrado embajador oficial de Puerto Rico ante el mundo por las autoridades locales, lo que transformó al cantautor en protagonista de las diversas iniciativas con que la isla caribeña se promociona como destino turístico en el exterior.

Según consignó la prensa local en ese momento, el acuerdo entre Fonsi y el gobierno tenía como objetivo inmediato obtener “una amplia visibilidad en la gira de conciertos” que el solista emprendía entonces (Love & Dance World Tour), pero incluyó además la adquisición de los derechos de uso de Despacito, el derecho de uso de la imagen del artista y otros beneficios tangibles que fueron negociados con el objetivo de “dirigir al consumidor a considerar tomar unas vacaciones en Puerto Rico”.

Dato curioso: la ceremonia que transformó a Fonsi en embajador artístico fue encabezada por el entonces gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló. El mismo que dos años después se vería envuelto en un escándalo a causa de unos mensajes filtrados -con comentarios considerados homofóbicos hacia compatriotas e insultos a sus adversarios políticos- y que derivaron en las masivas protestas en la isla pidiendo su salida lideradas por estrellas locales como Ricky Martin, Bad Bunny y Residente. El mismo gobernador que alguna vez apostó por las figuras de la música de su país terminaría renunciando a su cargo en agosto de 2019 por la presión de los propios artistas.

Una experiencia pionera entre música y embajadurías oficiales tuvo como protagonista hace doce años al fallecido Chales Azanavour. El legendario cantante de entonces 84 años, nacido en París en 1924 en una familia de padres armenios exiliados debido a la persecución otomana de fines de la Primera Guerra Mundial, transformó su apodo de “embajador de la chanson” en un título oficial para su currículum, cuando en 2009 fue nombrado embajador de Armenia para Suiza.

Aprovechando su celebridad internacional, el entonces presidente de la ex república soviética, Serzh Sarksyan, envió así a la voz de La boheme como representante permanente de Armenia en la oficina en Ginebra de Naciones Unidas y de otras organizaciones internacionales. Aznavour, en tanto, que hizo toda su vida y carrera en Francia obtuvo la ciudadanía armenia recién en 2008, tuvo que pensar bastante antes de unirse al servicio diplomático del país de sus padres.

“Primero dudé, porque pensé que este no es un asunto sencillo. Pero luego pensé que, al final, lo que es importante para Armenia debe ser importante para todos nosotros”, explicó por esos días el cantante, nombrado en su partida de nacimiento como Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian. Por lejos, el más famoso armenio de la música, junto a los integrantes del cuarteto rockero System of a Down.

Hay otros casos de artistas que, sin recibir títulos concretos, se han convertido en rostros de sus respectivas naciones de origen frente al planeta, la encarnación de las bondades de ese lugar ante el resto, ejerciendo la función de verdaderos imanes turísticoso laborales. Un caso paradigmático es ABBA: sin que Suecia fuera un país gravitante desde lo artístico hasta los 70, lo transformó en una potencia mundial en el ítem, lo que persiste hasta hoy.

Algunos países africanos, cuando ya dejaron de ser colonias a partir de mediados del siglo XX, también construyeron su identidad en base a artistas. La estrella Fela Kuti y Nigeria son el ejemplo más emblemático de una figura de la música africana trepando bajo aplausos y atención en Europa y Estados Unidos.