Amor sin Barreras: cuatro claves del retorno de un clásico bajo la mirada de Steven Spielberg
La historia de amor entre dos jóvenes de bandas rivales en la ciudad Nueva York vuelve a la pantalla grande de la mano del reconocido director. Teniendo como antecedente una aclamada adaptación fílmica de 1961 que arrasó en certámenes y se inscribió como un ícono del género, ¿qué se puede esperar de la nueva versión? Aquí, un repaso por los puntos centrales de la película que se estrena este jueves en cines.
Lo nuevo de Steven Spielberg no narra encuentros con alienígenas, desastres de grandes proporciones o las implicancias de los avances tecnológicos. Quizás contra todo pronóstico, el experimentado director estadounidense hoy opta por un proyecto mucho más simple y alejado de la parafernalia cinematográfica: una película musical ambientada en los 50 que explora pandillas callejeras y el amor a primera vista.
Cautivado desde que era un niño por Amor sin barreras (West Side Story), una idea que nació como una obra de Broadway en 1957, ahora la versión más reciente corrió por su cuenta, ampliando una filmografía que se consagró en lo alto hace bastante tiempo.
En la cinta (disponible desde este jueves en cines) indaga en la relación de los Jets y los Sharks, dos bandas rivales que se disputan cada rincón de las calles de Upper West Side en Manhattan, Nueva York. Claro que eso solo sirve como excusa para dar pie a la trama principal que explora cómo Tony (Angel Elgort) y María (Rachel Zegler) se enamoran y construyen una relación por momentos imposible, dividida por su irremediable vínculo con las pandillas y encarrilada a lo que parece ser una inminente tragedia.
Teniendo como antecedente una laureada versión estrenada en 1961 que obtuvo diez Premios Oscar en su momento y que este año cumplió seis décadas desde su estreno, ¿qué se puede esperar de la mirada actual del clásico? Aquí, algunas de las claves del musical.
Una adaptación respetuosa
Más allá de cualquier libertad creativa asociada comúnmente a la interminables lista de remakes surgidos de los grandes estudios de Hollywood, esta vez la revisión de la historia de amor y rivalidades se mantiene fiel al material original.
El guionista a cargo, Tony Kushner (Lincoln), no se arriesga a trasladar la historia a una década posterior o a probar suerte con composiciones nuevas, sino que incluso se guía más por el guión del dramaturgo Arthur Laurents, aquel concebido para las tablas, para construir un relato sin apartarse de esos márgenes.
Así, el equilibrio entre el humor y el drama, los personajes icónicos, algunos de los diálogos más recordados y las escenas memorables como el baile en el gimnasio o el encuentro de la pareja en la escalera de incendios, se conservan íntegramente.
Una nueva capa de profundidad
Los 156 minutos de metraje no solo sirven para exponer lo evidente: cómo la ley imperante es la de la calle y de qué manera se compone un vínculo amoroso entre dos jóvenes, como una versión moderna de Romeo y Julieta en Estados Unidos.
Como parte de los aspectos más novedosos, la película establece un nuevo telón de fondo, donde se tejen protestas ciudadanas y un descontento social generalizado entre los habitantes del barrio en el que se lleva a cabo toda la acción.
La secuencia de apertura habla por sí sola al mostrar un edificio en demolición donde pronto se construirá el Centro Lincoln para las Artes Escénicas. Un indicio de una subtrama de la cinta que explora cómo americanos y puertorriqueños comparten algo en común más allá de las diferencias culturales: son desalojados de sus casas por el Departamento de vivienda de la ciudad, a cambio de un cheque de 500 dólares.
¿Aquella injusticia los une? No, “conquistar” las veredas y los rincones rivales llenos de escombros y maquinaria pesada es lo que predomina en todo momento. Una situación que a fin de cuentas habla de aquella disputa racial sin solución que sirve como eje principal de todos los acontecimientos.
El regreso de una actriz icónica
La cinta también destaca por el retorno de Rita Moreno (89), intérprete de la versión original y ganadora del Oscar por el rol de Anita, la mejor amiga de la protagonista y novia de Bernardo, el líder del clan latino.
Su nueva aparición esta vez es motivada por un papel creado específicamente para ella y que pasó a reemplazar al personaje de Doc, el farmacéutico cuyo negocio servía como punto de reunión para los Sharks.
Como Valentina, la nueva dependienta del local, su aparición no solo se restringe a un personaje secundario. Pese a que su presencia es esporádica, Moreno sirve como una especie de guía para el protagonista, dándole consejos de vida, enseñándole español para afianzar su relación amorosa con María y cuestionando sus lazos con la pandilla que lo incita a volver al ruedo de las disputas callejeras. Estableciendo aquella amistad con Tony, se compone la que es quizás la dupla más memorable de la versión de 2021.
Naturalmente, también vuelve a cantar.
Cambios que la hacen sentir fresca
En 1961, la cinta dirigida por Jerome Robbins y Robert Wise respondía a otra época. Si aquella versión comenzaba con cinco minutos de créditos y un intermedio para respirar, la reimaginación omite todo eso y se rige por la modernidad, optando por un montaje vertiginoso y una puesta en escena que escapa de los aspectos más teatrales de la primera adaptación.
Ahora, opta por retratar a un Nueva York de grandes proporciones, como una ciudad más viva y con un buen número de locaciones no vistas anteriormente, entre ellas una comisaria y un museo, que obviamente sirven como escenario para algunos de los pasajes musicales.
Y mientras personajes como Chino (Josh Andrés Rivera) aparecen más minutos en pantalla para detallar los motivos de su actuar, otros como Tony adquieren una mayor profundidad. En concreto, ahora se retrata al joven como un protagonista un poco más solitario y que busca una suerte de redención tras pasar un año en la cárcel y salir en libertad condicional, un aspecto que no apareció a principios de los 60.
Con una violencia un poco más gráfica que se distancia del clásico aspecto suavizado de la época antigua, la obra también tiene espacio para más diálogos en español por parte de un elenco compuesto en gran medida por actores de ascendencia latina y que omite, bajo la aprobación del director, cualquier tipo de subtítulos para aquellas expresiones foráneas.
Así la cinta se encamina como una carta fuerte para la siguiente edición de los premios entregados por la Academia, según los medios entendidos. Ahora, curiosamente bajo las órdenes de una de las pocas personas que pudo superar la cantidad de estatuillas obtenidas por la versión original (Titanic de 1997 fue destacada con 11 galardones).
Y mientras Spielberg, de 74 años, tacha de la lista de pendientes el musical, también fija el rumbo hacia nuevas sendas inexploradas. Consultado durante la promoción de la película sobre cuáles serían sus siguientes pasos, el director reveló que ya trabaja en un par de borradores que también establecen un vínculo con otro género clásico: el wéstern.
En ese sentido, queda claro que la jubilación no forma parte de sus planes prioritarios.
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