Como en la vida, en la política no siempre se trata de coser y cantar. A lo largo de la historia de Chile, han existido casos de elecciones presidenciales que se han definido por un margen holgado. Casos recientes como el de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín en 1999 dan cuenta de aquello, pero en una mirada más larga, se encuentran otros ejemplos en el siglo XX.
¿Por qué se han dado estos resultados estrechos? “Hay diversos factores relevantes -opina el historiador y académico de la USS; Alejandro San Francisco-. En algunos la potencia de un candidato logra desafiar las fuerzas que parecen más sólidas. Fue lo que ocurrió en 1920, cuando se enfrentaron Luis Barros Borgoño y Arturo Alessandri Palma”.
Además, San Francisco da cuenta que en los casos de 1958 y 1970 el factor fue la polarización. “En esas campañas hubo una gran polarización: una derecha y una izquierda muy nítidas en sus respectivos momentos. De hecho, lo mismo se dio en la última elección del siglo, entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín”.
De la misma idea es el historiador Cristóbal García-Huidobro, profesor de la facultad de Derecho de la Universidad de Santiago. “Fundamentalmente, la polarización entre los distintos actores del sistema político. En estos casos, fue la disyuntiva de ideas encontradas, antitéticas, que llevaron a que el electorado se dividiera en dos”.
“Además –agrega García-Huidobro-, el centro tiende a desaparecer cuando tienes una elección a dos bandas. Sobre todo a medida que te acercabas al final de siglo XX”.
“Un último aspecto que conviene mencionar es que el siglo XX fue muy dinámico, políticamente hablando –explica San Francisco–. Si en 1920 liberales y conservadores eran las fuerzas dominantes, en 1938 se impuso un gobernante radical; en 1958 y 1970 se da la dicotomía entre la derecha y la izquierda, esta última agrupada en el FRAP o la Unidad Popular. En parte lo estrecho de las disputas responde a que ningún sector logró descolgarse con fuerza sobre otros, de manera permanente y clara”.
1920: Alessandri y Barros Borgoño, el triunfo por un solo voto
“Quiero ser una amenaza para los espíritus reaccionarios, para los que resisten toda reforma justa y necesaria”, repetía en su campaña el candidato de la Alianza Liberal, Arturo Alessandri Palma, el “León de Tarapacá”. Con los sones del Cielito lindo, la popular tonada compuesta por el mexicano Quirino Mendoza y Cortés como himno, inauguraba una particular forma de hacer política. Apelaba a un estilo más campechano y directo, lejos de los encopetados salones y conferencias que frecuentaba Luis Barros Borgoño, su rival.
El programa de Alessandri se presentaba a todas luces como una sacudida para el gastado parlamentarismo, y por supuesto, eso no dejaba indiferentes a sus opositores. “Había toda una campaña que mostraba a Alessandri como un socialista, abiertamente marxista, siendo que era militante del Partido Liberal”, señala García-Huidobro.
Pero la elección estuvo lejos de ser fácil. En los albores del siglo XX, los chilenos elegían presidente de manera indirecta, es decir, bajo el sistema de electores, que es el mismo que se ocupa en Estados Unidos. Por esa paradoja que se da en los sistemas electorales, Barros Borgoño obtuvo más votos que Alessandri (83.100 contra 82.083), pero obtuvo menos electores que el “León”: 175 contra 179.
Pero eso no bastó para que Alessandri se proclamase como ganador. Dadas las acusaciones de cohecho y fraude desde ambos lados, y el escaso número de personas que votaron, le correspondía al Congreso Pleno oficiar como Tribunal Calificador de Elecciones. Sin embargo, la mayoría de los parlamentarios no apoyaban a Alessandri, por lo que este, desconfiado, lanzó una idea: que fuese un Tribunal de Honor el que determinase al ganador.
Así, y en un ambiente tenso que incluyó muertos y la ficticia “guerra de Don Ladislao”, se llegó a la resolución del Tribunal. Tras revisar las acusaciones de fraude y cohecho, el organismo estimó que Alessandri había obtenido 177 electores, y Barros Borgoño, 176. Por un voto, el “León de Tarapacá” fue elegido Presidente.
“Ahí, más que polarización, lo que primó más fue el carácter caudillesco de Alessandri por sobre el de Barros Borgoño que representaba un modelo más anticuado”, explica García-Huidobro.
1938: “Don Tinto” contra Gustavo Ross, y una matanza que terminó siendo decisiva
Ya con un sistema de votación directo, y con la Constitución de 1925 rigiendo, el radical Pedro Aguirre Cerda, “Don Tinto”, llegó a la elección como abanderado del Frente Popular, coalición que agrupaba a los partidos Radical, Comunista, Socialista, Democrático y Radical Socialista. Al frente estaba Gustavo Ross Santa María, el resistido ministro de Hacienda de Arturo Alessandri. Además, hubo un tercer candidato en la contienda, Carlos Ibáñez del Campo.
En su propuesta, el Frente Popular tenía al sector fabril como ente protagónico, además de que aglutinaba a gran parte de la oposición. “Un programa orientado a la industrialización y a la protección estatal de los trabajadores, tanto el común rechazo al gobierno de Alessandri y a sus posibles herederos, unía al inédito conglomerado”, señalan Sofía Correa, Consuelo Figueroa, Alfredo Jocelyn-Holt, Claudio Rolle y Manuel Vicuña en su Historia del siglo XX chileno (Sudamericana, 2001).
La campaña fue tensa y se vio salpicada por un hecho de sangre: los muertos en la escalera del Seguro Obrero. Fue el 5 de septiembre de 1938, cuando 58 jóvenes simpatizantes del Movimiento Nacional Socialista cayeron bajo las balas de Carabineros y el Ejército después de haber intentado un golpe de Estado que fracasó. “Creo que resultó decisivo en el pequeño vuelco final el dramático suceso de la matanza del Seguro Obrero, que llevó a Ibáñez a retirar su candidatura y a sus partidarios a respaldar a Aguirre Cerda”, explica San Francisco.
Por su lado, Cristóbal García-Huidobro señala: “Hubo una polarización bastante dura en parte por lo que significó la masacre del Seguro Obrero. Pareciera que Alessandri le hizo un flaco favor a su candidato”.
Otro factor, según se explica en Historia del siglo XX chileno, es que la misma gestión de Alessandri había contribuido a la polarización. “Durante su gobierno, la política se había polarizado en izquierda y derecha, en parte siguiendo los lineamientos del proceso europeo, en parte debido a su fuerte personalidad y a su desmesurado autoritarismo, desconocido en gobernantes civiles”. Aguirre Cerda se impuso por un margen estrecho: 50,45% contra 49,52%. Finalmente, el “Pan, techo y abrigo”, llegaba a La Moneda.
1958: Alessandri y Allende, el inicio de la polarización
A fines de los 50, no solo los contorneos de Elvis Presley sacudían al mundo. El tema que se tomaba la agenda era la guerra fría. El globo se dividía entre el modelo socialista de la URSS y la defensa del capitalismo de EE.UU. En Chile, para la elección presidencial de 1958, se presentaron cinco candidatos. Tres de ellos, terminarían colocándose la banda presidencial: Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y Jorge Alessandri Rodríguez.
Estos comicios vieron el debut de la cédula única, que hizo desaparecer el cohecho, y el PC volvía a la política tras derogarse la Ley de defensa de la democracia, por lo que la izquierda, agrupada en el FRAP, llegó con los colmillos afilados. Allende era su abanderado, mientras que Alessandri era el candidato de derecha sin ser militante de ninguno de sus partidos. La campaña estuvo marcada por una polarización. “Se ve muy clara y manifiesta en la elección de 1958 –señala García-Huidobro– que terminó con una elección por parte de Congreso”.
Un factor que contribuyó a la polarización, según se plantea en Historia del siglo XX chileno fue la irrupción de la DC. “Nunca antes un partido político se había negado a reconocer la fuerza social de sus oponentes, pretendiendo, en cambio, competir con ellos y quitarle su electorado histórico tanto a la izquierda marxista lo mismo que a la derecha católica. De este modo, la Democracia Cristiana introdujo una creciente polarización en la política chilena”.
En las urnas el resultado fue ajustado y nadie obtuvo la primera mayoría relativa: 31,56% para Alessandri, 28,85% para Allende, por lo que le correspondió al Congreso Pleno –según la Constitución del 25– dirimir entre ambos, el cual ratificó el triunfo de “Paleta”.
De alguna forma, el electorado sintonizó con el parco estilo del hijo del “León”. “Este se presentaba como un hombre de empresa independiente de los partidos, que encarnaba ese sentido de austeridad que el electorado había buscado infructuosamente en el general Ibáñez”, se explica en Historia del siglo XX chileno.
Un hecho que no pasó desapercibido, y que influyó en el resultado fue la postulación del sacerdote Antonio Zamorano Herrera, el llamado “Cura de Catapilco”, quien obtuvo el 3,34%. “Recogió las preferencias de un populismo de izquierda, sin compromisos partidistas. Las malas lenguas decían entonces que las platas que habían financiado la campaña de Zamorano provenían de personeros muy cercanos al alessandrismo”, se explica en Historia del siglo XX chileno.
1970: Allende gana por poco
“Tomic es y será, presidente de unidad”, decía el grito que los partidarios del candidato de la DC, Radomiro Tomic, repetían a todo pulmón para las presidenciales de 1970. Aunque en rigor, no tuvo ninguna chance frente a sus dos rivales, los mismos que en 1958 habían llegado a los metros finales: Salvador Allende, de la izquierdista Unidad Popular y Jorge Alessandri, de la derecha.
Curiosamente, los sondeos le daban cierto aire a Tomic. Dos días antes de la elección, Gallup le dio a Alessandri un 41,5%, seguido de Tomic con un 29%. El triunfo del candidato de derecha era algo que las encuestas repetían. Sin embargo, nadie le daba la primera mayoría relativa y estaba claro que el resultado sería estrecho.
La campaña fue tensa y los bandos se colgaron de todos los detalles, como el temblor de las manos de Jorge Alessandri durante el programa Decisión 70, de TVN. Pero sobre todo, se presentaban modelos de país muy distintos. La Unidad Popular apostaba a profundizar la reforma Agraria y la nacionalización del cobre. Por su lado, Alessandri apostaba a la cesación de las reformas de Frei y disminuir las prerrogativas del Estado. Todo, en un contexto en que había un fuerte influjo de la revolución cubana y la guerra fría atravesaba sus días más duros.
La noche del 4 de septiembre de 1970 fue larga, el gobierno de Frei Montalva no entregaba los resultados y tanquetas salieron a rodear La Moneda, todo pese a que Tomic había reconocido su derrota a las 21.50. Eso hizo crecer la tensión hasta que pasada la medianoche se conocieron los cómputos: 36,6% para Allende, 35,2% para Alessandri.
Desde el balcón de la sede de la FECH, en la Alameda, Allende llamó a sus partidarios a la tranquilidad: “Les pido, que se vayan a sus casas, con la alegría sana, de la limpia victoria alcanzada, y que esta noche, cuando acaricien sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen, en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, y más cariño, para hacer, cada vez más grande a Chile, y cada vez más justa, la vida en nuestra patria”.
Como ninguno obtuvo mayoría relativa, debía dirimir el Congreso Pleno, eso tenía fecha para el 24 de octubre. En el intertanto, el atentado al general René Schneider empañó los ánimos. Asimismo, la Democracia Cristiana condicionó su apoyo a la firma de un estatuto de garantías, el cual finalmente se suscribió y permitió el triunfo del médico socialista.
1999: Lagos y Lavín, cuando el cambio estuvo cerca de ganar
El sonido de un charango y la imagen del desierto iniciaba la franja de Joaquín Lavín. A continuación una canción rezaba: “Vientos de cambio, soplan en el país”. El concepto era simple y se instauraba rápido. Su campaña representaba el intento de hacer una mutación en la coalición que ocupaba La Moneda. “Viva el cambio”, era el slogan.
Para entonces, la Concertación de Partidos por la Democracia cumplía 10 años en el poder, bajo los gobiernos DC de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle, los primeros tras el retorno a la democracia. Ambos se habían elegido con holgados resultados.
Para esta ocasión, y tras imponerse en una primaria donde derrotó al DC Andrés Zaldívar, el abanderado de la Concertación era Ricardo Lagos, del bloque PS-PPD. Se trataba de su segundo intento formal de participar en una elección, tras haber sido derrotado en las primarias de 1993 por Eduardo Frei.
El escenario era complejo para Lagos y la Concertación, puesto que en su última etapa, el gobierno de Frei debió hacerle frente a la llamada crisis asiática, que dejó una recesión económica y consiguiente desempleo en el país. Además, la sequía y los apagones producto de racionamiento eléctrico habían tomado la agenda.
Pero Lavín, con hambre, estuvo dispuesto a dar el zarpazo y convertirse en la carta de la Alianza por Chile, que agrupaba a RN y a la UDI. En 1999 renunció anticipadamente a la alcaldía de Las Condes para lanzar su candidatura presidencial. Luego, su partido, la UDI tomó distancia de la campaña. El mismo candidato así lo había pedido y se le concedió. Tras unos meses de campaña, el candidato de RN, Sebastián Piñera, declinó su postulación a favor del gremialista.
Ungido como el nombre de la derecha, Lavín revolucionó la manera de hacer campañas. Efectivo o efectista -según cómo se lo mire-, el despliegue territorial del alcalde descolocó a la entonces Concertación. Era la campaña de las Polaroid, de alojarse en poblaciones, playas falsas, bombardeo de nubes para hacer llover e incluso caracterizarse. Sí. No dudó en ponerse un chullo, un chamanto, un gorro de lana o subirse a un bote con pescadores artesanales.
El militante de la UDI hablaba de “los problemas reales de la gente”, apelando a un estilo “cosista” y pragmático. “Yo no quiero ganarle a Ricardo Lagos, quiero ganarle a los problemas de la salud, a la pobreza, a la delincuencia. Mis adversarios no son las personas, son los problemas de la gente”, fue una de sus frases. Incluso, fue más allá y se atrevió a prometer: “Voy a vender el avión presidencial, el presidente tiene que viajar como cualquier chileno”.
Además, hablaba con frases recordables: “En mi gobierno a los delincuentes y a los narcotraficantes se les acabó la fiesta, se les acabó las vacaciones que han tenido todo estos años”.
Lagos, con el lema “Crecer con igualdad”, optaba por confrontar ese estilo: “No se trata de hacer frases como que se acabaron las fiestas, se trata de tener actitudes responsables”. Y optó por un contragolpe: asociar la figura de Lavín con la de Pinochet, quien por esos entonces era senador vitalicio y se encontraba detenido en Londres. No era una mala idea, más considerando que el UDI había sido asesor económico del régimen. “Pinochet debe regresar y ser juzgado en Chile. Si Pinochet vuelve tienen que haber las condiciones para que sea juzgado”, señaló Lagos.
Lavín retrucó: “Ojalá que al senador Pinochet lo traigan a Chile lo antes posible. Soberanía nacional, estamos hablando de una persona en que las razones humanitarias se aplican”.
Además, Lagos señalaba que entre sus prioridades de gobierno estaba un seguro de desempleo, y afirmaba que sería el primer proyecto que enviaría al Congreso. Además, legislación para mujer temporera, aumento de la cobertura de la educación parvularia, eliminación de la censura, servicio militar no obligatorio.
Así, la noche del 12 de diciembre de 1999, Lavín dio la sorpresa. Obtenía un 47.51% y Lagos un 47.95%. El resultado fue tan estrecho entre ambos aspirantes que se convirtió en un fuerte llamado de atención ante una Concertación triunfalista, que horas antes aseguraba que ganarían en primera vuelta.
Como ninguno de los dos candidatos obtuvo más del 50% de los votos, el resultado obligaba a una segunda vuelta, con fecha 16 de enero del 2000, en medio del verano y las vacaciones de los chilenos. Habría campaña para un rato más.
Como un DT golpeado por el resultado, Lagos agitó el peral. Antes de la elección, trabajaba con un grupo liderado por Genaro Arriagada, Carlos Ominami, Francisco Vidal, Álvaro García y Jaime Estévez. Tras los resultados, el exministro de Obras Públicas decidió hacer un cambio agresivo: sumó como jefa de campaña a Soledad Alvear, y además tomaron mayor protagonismo el sociólogo Eugenio Tironi y el entonces diputado Carlos Montes.
Finalmente, el 16 de enero de 2000, el triunfo se logró en segunda vuelta: Lagos resultó electo Presidente con un 51,31%, versus el 48,69% que obtuvo Lavín. “Hemos triunfado, pero la alegría del momento no nos nubla la razón. Nuestra victoria es justa y hermosa, pero no es una derrota pero no es una derrota para nadie. Quiero que mis compatriotas sepan que seré el Presidente para todos los chilenos”, dijo Lagos en plena Plaza de la Constitución la noche del triunfo. Después de Allende, un socialista volvía a La Moneda.