Para ese 4 de julio de 1826, lo que estaba estipulado en el edificio del consulado era que diera un discurso de apertura para el Congreso Constituyente, y prestar un juramento de obediencia al organismo. Pero Ramón Freire Serrano, director supremo de Chile, un general de entonces 38 años, era un hombre que no ambicionaba el poder. Eso quedó demostrado al anunciar, ahí mismo frente a los diputados, que renunciaba al cargo.
Había asumido de manera temporal en 1823, tras la abdicación de Bernardo O’Higgins, y a su pesar, después fue ratificado en el puesto. En ese año, se había promulgado una Constitución -llamada “Moralista”- que terminó siendo inaplicable. Por eso, se decidió convocar a un Congreso Constituyente que redactara una nueva Carta Magna. Fue en la apertura del mencionado organismo en que Freire hizo pública su renuncia, que no se quedó en palabras, puesto que tres días después, mediante un oficio firmado de su puño y letra, ratificó su decisión.
Ante los hechos, los diputados debieron hacer una pausa en la deliberación del Congreso y abocarse a la tarea de elegir un mandatario. Hasta ese momento, desde que los patriotas vencieron en la Batalla de Chacabuco, en febrero de 1817, se llamaba director supremo. A contar de ese momento, se decidió que llevara el título de Presidente de la República, denominación que se mantiene hasta hoy. Aunque no fue la única innovación, también se decidió elegir un vicepresidente.
Sin embargo, “la elección por ambos sería hecha por el Congreso por mayoría absoluta de votos; pero aquellos magistrados serían solo provisorios y durarían en sus cargos hasta que dada la Constitución del Estado se hiciera la elección de propietarios en la forma legal”, señaló Diego Barros Arana en el tomo XV de su monumental Historia general de Chile.
El 8 de julio el elegido fue un hombre de 36 años, Manuel Blanco Encalada. Un general que había tenido una destacada participación en la guerra de independencia, además formó parte de la expedición libertadora del Perú, de la anexión de Chiloé, y fue el primer comandante de la Escuadra Nacional. Su nombre resultó indiscutido. Como vicepresidente fue elegido Agustín Eyzaguirre.
Blanco juró al día siguiente, el 9 de julio. Curiosamente, fue el mismo día que exactos 10 años antes, en 1816, su país natal, la Argentina, había proclamado su independencia, en el Congreso de Tucumán. Sí, Manuel Blanco Encalada había nacido en Buenos Aires, en el entonces Virreinato de La Plata, el 21 de abril de 1790.
Práctico, lo primero que hizo el nuevo presidente al asumir el cargo -según cuenta Barros Arana- fue confirmar en sus puestos a los dos ministros que había designado Freire. Sí, dos. Manuel José Gandarillas, en Hacienda, y Ventura Blanco Encalada, en Interior. Su propio hermano.
Manuel Blanco Encalada solo duró dos meses en el cargo, puesto que renunció el 9 de septiembre de 1826. Lo sucedió el vicepresidente Eyzaguirre.
Juventud, divino tesoro
Mandatarios por debajo de los 40 años han sido pocos durante la historia de Chile. En los albores de la República se encuentran otros ejemplos.
Aunque no con el cargo de presidente de la República, y tampoco por voto popular, Ramón Freire contaba 35 años cuando asumió como director supremo. El general también ostentó brevemente el cargo de presidente, en 1827, pero ya tenía 39 años. Al igual que Blanco Encalada, fue elegido por el Congreso, que en rigor lo ratificó en el cargo, puesto que le habían dado el mando supremo para sofocar la llamada “sublevación de Campino”, un frustrado golpe de Estado dirigido por el coronel Enrique Campino, en enero de 1827.
Volviendo atrás. En febrero de 1817, Bernardo O’Higgins había asumido como director supremo con 38 años. Manuel Rodríguez Erdoiza, el guerrillero, también fue director supremo durante un tiempo fugaz, entre el 21 y el 23 de marzo de 1818, con 33 años. Aunque ninguno de los dos fue electo por sufragio popular.
Aunque el récord absoluto lo tiene José Miguel Carrera. El “príncipe de los caminos” asumió como presidente de la junta provisional de gobierno en 1811 con solo 26 años. Claro que su llegada al poder fue mediante un golpe de Estado.
Si se amplía un poco el rango y se rastrea en los mandatarios elegidos por sufragio popular sub 45, hay más ejemplos. Están los casos de Joaquín Prieto (45), Manuel Bulnes (41) y Manuel Montt (42).
En estricto rigor, después de Boric, es Bulnes el segundo mandatario más joven al asumir la presidencia por sufragio popular, el 18 de septiembre de 1841, cuando todavía no cumplía 42 años (en diciembre). Claro que a diferencia de estos tiempos, el padrón electoral era muchísimo más reducido.
Sí, porque según la Constitución de 1833, solo votaban los hombres mayores de 25 años, solteros, 21 los casados; que supieran leer y escribir, y que acreditaran una propiedad inmueble, o un capital invertido en alguna especie de giro o industria, cuyo valor era fijado cada 10 años por una ley especial. Era el llamado “voto censitario”, que rigió hasta 1874.