Sólo una temporada alcanzó a estar en cartelera la más reciente adaptación de Los invasores, el clásico de la dramaturgia nacional escrito por Egon Wolff y estrenado originalmente en 1963, bajo la dirección de Víctor Jara. Casi seis décadas después la compañía nacional Teatro Sur y el director Ernesto Orellana adquirieron los derechos para volver a montar la obra y adaptarla al contexto actual del país, pero tras menos de dos meses de funciones y pese a la buena recepción que tuvo entre la crítica especializada, los herederos de Wolff decidieron quitarles la autorización y, con ello, terminar anticipadamente con el montaje.

La situación, que fue dada a conocer por la compañía en las últimas horas, es la polémica del momento dentro del ambiente teatral chileno. Gente cercana al elenco -que encabezan experimentados intérpretes, como Tito Bustamante y Ximena Rivas- cuenta que diversos actores y directores del país se han acercado recientemente a los involucrados, ya sea para intentar mediar en el conflicto o para darles su apoyo a los afectados, que acusan “censura artística” por parte de los familiares del Premio Nacional de Artes de la Representación 2013, fallecido en 2016.

Lo concreto es que, de momento, no existe acuerdo ni se vislumbra una posible solución que destrabe el conflicto, por lo que tras una única temporada la obra dejará de presentarse sobre los escenarios. ¿El motivo? Según explican desde la producción, los descendientes de Egon Wolff no quedaron conformes con la puesta en escena y el cruce que esta hace entre el texto original y el estallido social de octubre, que según ellos “contraviene” la memoria del autor y la preservación del mensaje que dejó en sus obras, por lo que retiraron su permiso para adaptarla.

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Y aunque en el argumento original de Los invasores Wolff planteaba una crítica social que con ojos de hoy tiene varios puentes con el Chile de 2021, al describir un clima social polarizado en el país -en los años previos al gobierno de la Unidad Popular- y la historia de una familia acomodada cuya propiedad es “invadida” por un grupo de individuos de clase trabajadora, Orellana y su equipo introdujeron algunos cambios que habrían incomodado a los herederos del autor.

Entre ellos, alusiones a la revuelta social de octubre de 2019, a la revolución pingüina de 2011 y a las oleadas feministas; críticas a Carabineros de Chile y la inclusión de un personaje trans en uno de los roles (Alí Babá), como una forma de dar cuenta de otros movimientos de minorías y disidencias que han irrumpido en la agenda pública durante los últimos años.

Desde el equipo de Teatro Sur aseguran que hicieron el pago correspondiente por conceptos de derechos de autor -a través de la Sociedad de Directores Audiovisuales, Guionistas y Dramaturgos (ATN)-, y que incluso se reunieron con representantes de la familia para incorporar algunas modificaciones a la puesta en escena, solicitadas por estos últimos. Aun así, el diálogo que hace el montaje entre el texto original y la coyuntura del país, junto a las modificaciones y libertades creativas mencionadas, habrían hecho cambiar de opinión a los herederos de Wolff, quienes finalmente y tras ver la obra en escena optaron por cancelar la autorización tras un par de meses.

“La familia sucesora de los derechos de autor de la misma nos han cancelado la autorización de continuidad de nuestra obra, ante lo cual manifestamos nuestro repudio a lo que consideramos un acto de censura”, señala la compañía, que reclama que lo ocurrido deja sin trabajo a un equipo de cerca de 18 personas e interrumpe el proceso del proyecto, que ya tenía un acuerdo para sumarse a las próximas ediciones de Santiago a Mil y Santiago Off, dos de los más importantes festivales de teatro del verano en el país y donde se suelen cerrar acuerdos con programadores del extranjero.

Incluso, había conversaciones preliminares para llevar la obra a regiones y para una segunda temporada en otra sala de la capital, las que hasta ahora se encuentran en punto muerto.

Historia de un desencuentro

Según explican desde la compañía, la idea de volver a montar Los invasores comenzó a gestarse hace tres años, antes incluso de las revueltas de octubre de 2019 y del acuerdo para un nuevo proceso constituyente. Pero entonces, como una rápida sucesión de escenas, vino el estallido social y luego, la pandemia, lo que retrasó todavía más el estreno al tiempo que le dio un nuevo significado al proyecto.

“El escenario de Los Invasores se pulsaba en las calles, y no fueron pocos los cruces de análisis que leían lo que nos estaba pasando como sociedad mientras citaban la premonitoria obra de Egon Wolff. La sociedad de clases continúa. Y en sus contradicciones, otras formas de imaginación política aparecen para transformar los escenarios culturales y nuestras relaciones sociales. Esto último fue nuestro impulso”, señalaba el director, Ernesto Orellana, en un comunicado antes del debut en Valparaíso y en el Teatro Mori de Recoleta, funciones en las que reunieron a cerca de 3 mil espectadores.

“Tras estrenarla en Valparaíso el 08 de Octubre de 2021, celebrando al mismo tiempo nuestros diez años de aniversario como compañía, tuvimos un re-estreno en Santiago el 16 de Octubre y, a tres días del mismo se nos comunica de la prohibición de la continuidad de la obra por parte de la sucesión de derechos de la familia, tras haber presenciado nuestra propuesta”, detallan desde el equipo de producción.

“Tras explicarles que contábamos con la autorización respectiva, y el pago de $1.680.000 por conceptos de Derechos de Autor a ATN, volvimos a llegar a un acuerdo con el representante de la familia a partir de un diálogo en el que se nos solicitó -para poder continuar con la temporada ante una situación de hechos consumados- modificar el título de la obra y sus respectivos créditos con respecto a la autoría, y así lo hicimos de común acuerdo. De ahí en adelante la propuesta se llamaría ‘Invasión, adaptación dramatúrgica a la obra de E. Wolff’”, agregan.

Según detalla Orellana a La Tercera PM, antes de este acuerdo con la familia para cambiar el título y como una forma de dejar en claro que se trataba de una adaptación con mirada de 2021, en el equipo decidieron que el montaje se iniciara con un prólogo explicativo, donde se explicitaba que lo que vería el público en los siguientes actos no era la obra original sino una versión autorizada y modificada de la misma.

Obra Los Invasores. Foto: Camila Rosevear.

Con todo, nada de lo anterior calmó las aguas. Luego de llegar a acuerdo con la familia Wolff para presentar la obra por una temporada hasta el 29 de noviembre, y mientras la compañía era invitada al Festival Santiago a Mil y al Festival Santiago OFF para enero de 2022, la sucesión del autor optó por no renovar el permiso para que se siga presentando el montaje.

Cercanos a la familia Wolff explican que, en noviembre, el clan optó por dar luz verde a la adaptación, pese a que no habían sido consultados y a que se enteraron por la prensa de las características de la puesta en escena. Esto, como una forma de respetar el proceso y de no dejar sin trabajo a un equipo numeroso de actores y técnicos en medio de la pandemia. Pero que una vez que vieron la obra, y en vista de licencias artísticas que no compartieron, consideraron que ya habían cumplido con su parte y que no volverían a autorizarla para siguientes presentaciones.

“La posibilidad de volver a acceder a los derechos quedó abierta (...) pero lamentablemente la administración de la sucesión de derechos nos ha cancelado la posibilidad de continuar con la presentación de la obra, teniendo que bajarnos de tan importantes festivales de artes escénicas”, explican desde Teatro Sur.

“Es súper lamentable que nos corten la temporada después de todo lo que intentamos hacer, dialogando con ellos. Hicimos todo lo que nos pidieron”, dice Orellana. “Es irracional dejar a 18 personas sin trabajo, en pleno contexto de precarización laboral para las artes. Sobre todo después de haber llegado a acuerdos para sacar el proyecto adelante”.

Para el director, más allá incluso de este caso, hay un tema de fondo que subyace. “Aquí hay una discusión mucho más profunda que tiene que ver con la libertad artística del arte escénico de poder interpretar con respeto y objetividad los textos clásicos. Y que nadie, por no estar de acuerdo con un resultado artístico, independiente que tenga los derechos de autor, puede cancelar la continuidad de una obra. Y eso se llama censura, algo lamentable, denunciable y que no puede seguir pasando”.

Consultados por este medio, los familiares de Egon Wolff optaron por no dar declaraciones antes de recabar todos los antecedentes y conocer en detalle lo expuesto en las últimas horas por la compañía.

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