“Sentí el ADN: desde luego, ella es la nieta de Tippi Hedren y la hija de Melanie Griffiths. ¿Cómo podría resistirme a eso?”. Luca Guadagnino, uno de los directores italianos más reputados del último tiempo (I am love, Llámame por tu nombre), expresó con soltura lo que buena parte de los cineastas del mundo resolverían en su caso: apostar por el talento de Dakota Johnson, la última integrante de un clan de actores que, desde el otro lado, tiene como padre a la estrella de Miami vice Don Johnson.
El realizador la escogió como una de las cuatro piezas del elenco de A bigger splah (2015), un sórdido y exquisito drama que filmó en la isla de Pantelaria –cerca de Sicilia– con Tilda Swinton, Ralph Fiennes y el belga Matthias Schoenaerts.
Guadagnino confiaba en su elección, pero no así una por entonces veinteañera Johnson, quien registraba una pequeña aparición en La red social (2010), de David Fincher, y papeles puntuales en comedias, además de un protagónico en una sitcom de Fox que fue cancelada a la primera temporada (Ben and Kate). Su popularidad –mas no el culto en torno a su registro actoral– recién despegaría con su rol de Anastasia Steele en las tres partes de la saga Cincuenta sombras de Grey (2015, 2017, 2018).
“No puedo hacer esto y lamento mucho haberlos hecho perder su tiempo, pero esto es digno de alguien que sea realmente talentoso”, le dijo la intérprete al director italiano y a sus compañeros de elenco de A bigger splash. Pero luego del respaldo que le brindó el equipo, siguió adelante y terminó encarnando con solidez a Penelope, la rubia y seductora hija de 22 años de un productor de música (Fiennes) que llega de sorpresa a visitar a su expareja (Swinton), una estrella de rock que temporalmente no puede hablar.
Las elogiosas críticas se enfocaron principalmente en celebrar el trabajo de las estrellas más veteranas de la película, pero de todos modos hubo margen para que se valorara el desempeño de la joven actriz. “Le permite a Johnson ser más divertida y sexy que en Cincuenta sombras de Grey”, escribió en su análisis el portal de Roger Ebert.
En efecto, la trilogía basada en las novelas eróticas de E. L. James la convirtió en un nombre que despertó fascinación en el mundo, tanto en seguidores de la saga como en curiosos –mientras irritó a la prensa especializada–, pero han sido colaboraciones como las que ha cultivado con Guadagnino (el mismo que la dirigió en la visceral versión 2018 de Suspiria) lo que ha vuelto particularmente interesante su carrera.
El último testimonio de aquello es su participación en La hija oscura (Netflix), la adaptación de la novela de Elena Ferrante en la que interpreta a Nina, una joven madre que perturba a la académica británica encarnada por Olivia Colman. De cabello largo y negro y delineador grueso en los ojos, Johnson captura en los minutos que tiene las vacilaciones de su personaje, una mujer que parece sobrepasada por su pequeña retoña y que se arrepiente pero no se culpa por sus decisiones del pasado.
Bajo la conducción de Maggie Gyllenhaal –en un rodaje desarrollado en otra isla, Spetses, en Grecia–, Dakota Johnson se abrió a explorar una zona que ignoraba. “No había trabajado antes con una actriz que me dirigiera. Maggie sabe lo que se siente ser actriz. Actuar en especial cuando tu cuerpo está tan expuesto. Ella creó un ambiente profundamente seguro para que yo me sintiera libre, segura, sostenida y apoyada”.
Antes de filmar esa película en pandemia, la propia intérprete ejecutó su propio salto, al codirigir el videoclip de Cry cry cry (2020), de Coldplay, la agrupación liderada por Chris Martin, su pareja desde 2017. “Escribí la historia y se la presenté a la banda como lo hicieron todos los demás directores, y ellos eligieron la mía, no porque tengan debilidad por mí”, le respondió entre risas a la revista Marie Claire.
En diálogo con ese medio, también desclasificó las definiciones que mueven su carrera actualmente, barriendo con las inseguridades que la invadieron en sus comienzos. “Definitivamente quiero que mi oficio, mi arte y mis ideas sean respetadas y difundidas. Quiero ser parte del proceso. También tengo un gusto muy específico”, dijo al medio la ahora fundadora de TeaTime Pictures, su propia compañía de producción, que creó en respuesta a que “durante mucho tiempo, hacía una película y no tenía voz”.
En el último lustro ha insistido en la comedia (Cómo ser soltera, The peanut butter falcon) y en los filmes de corte independiente que permiten que su carisma y misterio respire en pantalla. También es inminente el estreno de una adaptación de Persuasión, de Jane Austen, para Netflix, y el debut de dos cintas en el Festival de Sundance de las que es productora y protagonista (Am I Ok?, Cha cha real smooth). Dakota Johnson no reniega de su linaje ni duda de su talento, sólo necesitaba tiempo para encontrar su punto exacto.