Al día de hoy, su muerte sigue siendo un misterio. Nunca se pudo precisar con exactitud cuál fue la causa del fallecimiento de Edgar Allan Poe, uno de los escritores más importantes del romanticismo y de la literatura de terror. Las crónicas de la época señalan que fue hallado en las calles de Baltimore, Estados Unidos, angustiado y en un estado de aparente delirio. Además de su evidente desorientación, vestía ropas que no eran suyas.
Fue trasladado por un amigo al Washingtone College Hospital, donde murió a las cinco de la mañana de un domingo 7 de octubre. Corría el año 1849. El poeta tenía apenas 40 años.
Varios de sus posteriores biógrafos –entre ellos, el escritor argentino Julio Cortázar- lograron recuperar una de las leyendas más replicadas sobre sus últimos días de vida. Y es que, antes de morir, Poe llamaba energéticamente a una persona de nombre Reynolds, refiriéndose, aparentemente, al profesor y explorador estadounidense que inspiró la única novela escrita por el autor romántico, titulada La narración de Athur Gordon Pym. La misma historia cuenta que su última exhalación fue sucedida por las palabras “¡que Dios ayude a mi pobre alma!”, frase que coronó su deceso.
Algunos pensaron que su muerte fue provocada por la abstinencia de alcohol, epilepsia, cólera, sífilis e, incluso, que pudo tratarse de un asesinato. Lo que sí quedó consignado, es que la desesperación marcó sus últimos meses. En las cartas que intercambiaba con su tía, Marie Clemm, la única familia que le quedaba, era posible reconocer momentos de mucho entusiasmo contrarrestados con otros profundamente pesimistas, donde el escritor insinuaba incluso tener deseos de morir.
El resto de su vida no fue muy distinto a sus últimos días. Su madre, actriz de teatro, falleció cuando él era un niño de apenas dos años, a raíz de una tuberculosis. Tras quedar huérfano, fue recogido por un matrimonio de buena posición económica, Frances y John Allan, Sin embargo, nunca fue adoptado legalmente.
En su primera infancia asistió a las mejores escuelas, donde se familiarizó desde muy temprano con autores clásicos como Homero, César, Horacio y Cicerón. Pero uno de sus pasatiempos favoritos era leer las leyendas marineras que los capitanes de barcos contaban en las revistas que guardaba su padrastro.
Con apenas 14 años mantuvo una relación con la madre de uno de sus compañeros de colegio, a quien escribió el poema To Helen. Sin embargo, la mujer, de entonces 30 años, falleció a los pocos meses después.
Aunque era descrito como un joven pacífico, no era demasiado sociable. Van Wyck Brooks, crítico literario y biógrafo de Allan Poe, se encontró con un muchacho nervioso, con un reflejo de ansiedad y pena en su mirada. En esta época, el escritor comenzaría a sufrir de una serie de pesadillas recurrentes que con el tiempo han sido relacionadas al trauma de la pérdida de su madre, y que sería un tópico presente en varias de sus obras y a lo largo de toda su vida.
El cadete Edgar A. Perry
Su paso por la Universidad de Virginia fue breve. Allí se matriculó para estudiar lenguas, pero no alcanzó a terminar la carrera. En sus años dentro de dicha escuela pasó penurias económicas derivadas de la mala relación que tenía con su padre adoptivo. Allan Poe empezó a jugar apuestas para conseguir el dinero que su padrastro le negaba.
Los biógrafos apuntan a que sería en esta etapa donde comenzó la relación del escritor con el alcohol, aunque aún no se transformaba en un problema decisivo en su salud. Y aunque John Allan terminó accediendo a sus peticiones monetarias, las deudas del escritor no mejoraban. Tras abandonar la universidad luego de un año, vio en los medios de comunicación una oportunidad para subsistir. Así, se trasladó a Boston para oficiar como periodista en distintas revistas y periódicos.
Sin embargo, no fue capaz de generar el dinero suficiente para sobrevivir. Sus problemas de deudas, sumado a la noticia de que su pretendida, Sarah Elmira Royster, se había casado recientemente, lo llevó a tomar una decisión radical. Así, en 1827, se alistó en el ejército con un nombre falso –Edgar A. Perry- y mintiendo, además, sobre su edad (tenía 18, pero declaró tener 22 años para ser aceptado en la milicia).
Dentro de las filas marciales tuvo un período fructífero de creación poética. Allí publicó su primer libro, Tamerlán y otros poemas, el que no firmó con su nombre, sino bajo la frase “escrito por un bostoniano”. Aunque se imprimieron apenas 50 copias, aquel libro recopilaba poemas escritos por Allan Poe antes de los 14 años.
Su ascenso en la milicia lo llevó a obtener el grado de sargento mayor de artillería. Pero hastiado de su vida en el regimiento, confesó la verdad y las circunstancias que lo llevaron a mentir para lograr su ingreso en el ejército. El teniente Howard, el superior directo de Poe, le señaló que lo ayudaría con el embrollo si se reconciliaba con su padre.
Al tiempo, falleció su madre adoptiva, con quien el poeta tenía una relación armoniosa. Y la reconciliación con su figura paterna no llegó a buen puerto. La tensión entre ambos no pudo ser superada, y al morir, John Allan dejó sin herencia a su hijo putativo.
Los medios como fuente de subsistencia
En 1829 logró conseguir su licenciatura universitaria. Al año siguiente se radicó en West Point, donde volvió a ingresar en el ejército. Allí fue expulsado tras ser acusado de abandono de servicio. Pero su lazo de amistad con los militares de la ciudad siguió en pie incluso tras su salida del regimiento.
En Nueva York, Poe editó su tercer libro de poemas, titulado Poems. Y su publicación fue financiada por sus compañeros de milicia, quienes recaudaron la suma necesaria para que el texto viera la luz. Allí, dedicó su trabajo al cuerpo de cadetes de los Estados Unidos.
Poe estaba decidido a vivir de su escritura, pero no lo logró. Tuvo que conformarse con trabajar realizando críticas literarias y publicaciones de cuentos y poemas en distintas revistas, cuyo pago no le ayudaba a mantenerse en pie. En aquel tiempo, las editoriales estadounidenses no estaban convencidas de invertir en la industria literaria nacional, por lo que gran parte de su producción se sustentaba en la copia de libros escritos en Inglaterra.
Radicado en los medios de comunicación, la situación económica del autor no lograba estabilizarse. Varias veces debió pedir dinero prestado a sus editores, y las publicaciones de sus cuentos le referían una modesta cantidad de ingresos.
En 1835, tras la publicación del relato Manuscrito hallado en una botella¸ gracias al cual ganó un premio de 50 dólares otorgado por el diario Saturday Visiter, logró conseguir un puesto estable en la redacción de la revista Southern Literaly Messenger, de Virginia. Sin embargo, su asenso terminó abruptamente a las pocas semanas, debido a sus problemas con el alcohol.
En esta misma época contrajo matrimonio con Virginia Eliza Clemm, quien, además de ser su prima, tenía sólo 13 años al momento de las nupcias, mientras que el escritor ya bordeaba los veintiséis. Hay algunos biógrafos de Allan Poe, como Joseph W. Krutch, que interpretaron la relación entre ambos como algo distanciado del amor de pareja, sino que más cercano a la hermandad.
Juntos se radicaron en Nueva York, donde intentó publicar el libro Tales of the Folio Club. Pero, tras el consejo de los editores de publicar un trabajo más atractivo para el público en general, terminó publicando la novela La narración de Arthur Gordon Pym, cuarto libro publicado por Poe, el que no tuvo el éxito esperado.
Volvió a mudarse, esta vez a Filadelfia, donde vivió en una pensión de pocas comodidades. Su período de mayor éxito vino en 1839, cuando logró establecerse como director de la Revista Para Caballeros de Burton. Fue aquí donde escribió sus primeras obras relacionadas al género policial, con relatos como Los crímenes de la calle Morgue y El escarabajo de oro.
Incluso, Allan Poe llegó a pensar en fundar su propio diario, que bautizaría como el Stylus. Sin embargo, dicha idea nunca logró llegar a buen puerto.
El fantasma de la muerte
El escritor no sólo vivió atormentado por la muerte de su madre biológica, sino también por el posterior deceso de sus padres adoptivos. Pero vendrían más pérdidas para él. En enero de 1842, su esposa Virginia mostró los primeros síntomas de tuberculosis, misma enfermedad que causó el fallecimiento de la progenitora de Allan Poe. De forma repentina, su boca se había llenado de sangre. El mismo autor describió el incidente como la rotura de un vaso sanguíneo.
Aunque se recuperó de aquel percance, fue una mejora momentánea. La ansiedad por la enfermedad de su esposa terminó de detonar su alcoholismo, e incluso se dice que en aquella época consumió láudano, una bebida alcohólica que contiene opio. Así, se desató una depresión que culminó en varios problemas de salud.
El escritor no lograría recuperarse completamente de todas sus pérdidas. Caído nuevamente en problemas económicos, apenas logró subsistir gracias a su trabajo freelance en distintos diarios y revistas literarias. Tuvo un último momento de estabilidad cuando llegó a ser el redactor jefe y propietario del periódico Brodway Journal, que al tiempo cerraría definitivamente sus puertas.
En 1845 publicó uno de sus más célebres poemas: El cuervo, inspirado en un pájaro aparecido en la novela Barnaby Rudge de Charles Dickens, uno de los referentes literarios de Allan Poe. Aunque la obra le significó el reconocimiento definitivo, sólo obtuvo regalías de 9 dólares por su escrito.
Finalmente, su esposa Virginia falleció en 1847. Este hecho significó un punto sin retorno en la vida del autor. Sumergido en el vicio del alcohol, intentó desesperadamente encontrar una nueva pareja. Tras cortejar a varias mujeres, se reencontró con su amor de juventud. Con Sarah Elmira Royster contrajo matrimonio por última vez. Gracias a ella, pudo alejarse de los malos hábitos. Sus cercanos afirmaban verlo feliz. Eso sería lo último que se supo sobre el escritor, hasta su aparición en las calles de Baltimore que desencadenarían en su muerte.
Rufus Wilmot Griswold, enemigo post mortem
La muerte de Edgar Allan Poe despertó el pésame de los diarios de la época. El New York Tribune publicó una larga página dando cuenta de la noticia. Extrañamente, la nota estaba firmada abajo el seudónimo de “Ludwig”, quien fue reconocido prontamente como Rufus Wilmot Griswold, un poeta, editor y crítico que había manifestado públicamente su aversión contra Allan Poe.
Curiosamente, Griswold se dedicó minuciosamente a difamar y destruir la figura y memoria del escritor norteamericano. Incluso llegó a escribir un artículo biográfico sobre el poeta, con el que introdujo un volumen compilatorio de las obras de Allan Poe.
Allí, lo describía como un ser depravado, drogadicto, borracho y mentalmente perturbado, afirmando que sus conclusiones estaban apoyadas en una serie de cartas escritas por el autor. Sin embargo, se demostró que dicha compilación epistolar en la que supuestamente se basarían los dichos de Griswold habían sido falsificadas.
Los cercanos a Poe hicieron todo lo posible por desmentir las falacias masificadas por el crítico. Con el tiempo, quedó evidenciado que las afirmaciones hechas en la reseña biográfica de Griswold eran derechamente mentiras, y en algunos casos, configuraban verdades a medias. Un ejemplo de ello es la constatación histórica de que, por el contrario de lo que se cree, Poe no fue drogadicto.
El impacto de aquel escrito caló profundo en la visión popular que por mucho tiempo se tuvo respecto a la figura de Edgar Allan Poe, porque era prácticamente la única referencia biográfica escrita que se tenía en aquella época. Así, se creía que la obra de Poe, con tintes terroríficos y de suspenso, había sido escrita por alguien genuinamente malvado.
Sea como sea, la figura de Edgar Allan Poe es y será una de las más importantes de la literatura universal.