A fines de 2020 el gobierno británico, alarmado por el retrato de la familia real en la cuarta temporada de The Crown (la primera en que aparece Lady Di), pidió a Netflix la inclusión de una advertencia que especificara que la serie se trataba de una “obra de ficción”, abriendo la discusión en torno a esa y otras producciones televisivas y cinematográficas basadas en sucesos históricos.
A la larga, la administración de Boris Johnson no ganó ese tira y afloja con la plataforma de streaming, pero el episodio quedó instalado como uno de los pasajes más tensos entre una creación audiovisual y las instituciones que retrata.
Spencer, la película de Pablo Larraín sobre la princesa Diana que llega mañana a cines locales, se anuncia con una presentación singular: “una fábula de una tragedia real”. Ese disclaimer, poco usual cuando se trata de series o películas biográficas, ensancha su margen para moverse con libertad a través de los acontecimientos que aborda.
Ambientada durante las celebraciones de Navidad a comienzos de los 90 (presuntamente, 1991), la cinta sigue a una princesa (Kristen Stewart) afligida en su llegada a Sandringham, una de las fincas de la familia real. Atrasada y perdida, se enfrenta al infierno de pasar tres días junto a la familia real y a su esposo, el príncipe Carlos (Jack Farthing), de quien está cerca de divorciarse. Pero la casi totalidad del filme se cuenta a través de la subjetividad de la protagonista, tanto en sus alucinaciones con Ana Bolena como en sus comprobados desordenes alimenticios y en el cuidado de sus dos hijos, Harry y William.
*Personajes reales y ficticios
En la película de Larraín (con guión del veterano Steven Knigt, creador de Peaky Blinders) la familia real ocupa un espacio marginal dentro de la trama, construyendo como personajes únicamente a Carlos y sus hijos, además de la reina Isabel II (Stella Gonet), quien apenas intercambia palabras con Diana. A través de un breve momento, también es incluida Camilla Parker Bowles, a quien –según relata la protagonista aunque no existen antecedentes– su esposo le acaba de regalar el mismo collar que a ella.
Una figura crucial para Lady Di en la cinta es su vestuarista de cabecera, Maggie, interpretada por Sally Hawkins (La forma del agua). Solo junto a ella encuentra refugio, frente al hostil escenario que la rodea. A partir de las declaraciones de Knight, que antes de construir el guión se entrevistó con antiguos trabajadores de Sandringham, se desprende que el personaje podría ser una suma de personas con las que la princesa compartió en algún pasaje de su vida. “Aquellas cosas que parecen más obvias son ciertas”, señaló a Vulture.
En la ficción quien funciona como ejecutor de la voluntad de la reina es el mayordomo Alistair Gregory (Timothy Spall), un exmilitar que impone el rigor de su posición al personaje de Kristen Stewart. Ese rol no existió tal cual en la realidad. El caso contrario es el de Darren McGrady (Sean Harris), chef que acompañó a la familia real durante más de una década y que guardó algunas anécdotas con Diana de Gales. “Yo siempre estaba allí, así que a veces ella entraba y se desahogaba sobre cosas con las que no estaba contenta. Otras veces la veía simplemente estallar en lágrimas y era como: ‘¿Qué digo? ¿Qué hago?’”, recordó el cocinero en una entrevista en 2016.
*La separación con el príncipe Carlos
Luego de años de rumores de infidelidades mutuas y una relación turbulenta, Diana y Carlos anunciaron su divorcio a fines de 1992, un proceso que terminó recién en 1996. La película intenta capturar la frialdad entre ambos y el tormento de ella con la presencia de Camilla Parker Bowles. Ambos solo comparten una escena en solitario, en que el hijo de la reina, indiferente ante el dolor de su mujer, la cuestiona por sus desordenes alimenticios y le pide que enmiende “por el bien del país”.
La cinta, fiel a su espíritu libre y experimental, no despliega antecedentes en torno a los motivos que llevaron a que el matrimonio no funcionara ni lanza una advertencia final sobre el desenlace del vínculo (The Crown muestra el origen y la pronta desilusión en su cuarto ilusión). Su propósito es explorar su estado mental tras años compartiendo con la casa de Windsor y con un marido que hace años no deseaba estar con ella.
*Los protocolos de la familia real
El rey Eduardo VII instaló a comienzos del siglo XX la tradición de que los asistentes a la celebración de Navidad de la familia real se pesaran al llegar y al retirarse, con el fin de probar la hospitalidad del clan. Ese rito es retratado al comienzo del filme, cuando Diana llega tarde y sufre el escrutinio de Alistair Gregory (Timothy Spall). Por cierto, aunque no hay información sobre los retrasos de la princesa a instancias protocolares, es cierto que la monarca hasta el día de hoy dicta los tiempos de comidas y eventos de la corona.
Otra práctica habitual que aparece en la cinta es el interminable cambio de vestuario de los miembros de la familia real. La Lady Di de Spencer aparece con un sinfín de costosos vestidos, como dicta el manual de los Windsor para Navidad y otras fechas importantes.
*La casa familiar de Lady Di
Desde un comienzo la película muestra el anhelo de Diana por su casa familiar en Norfolk –cerca de Sandringham–, a la que incluso en un momento de la historia acude personalmente. En la realidad ella vivió hasta los 14 años en Park House, pero luego en 1983, cundo ya era parte de la corona británica, entregó esa propiedad como donación a una entidad que la convirtió en una residencia para personas con discapacidad. La añoranza por ese terruño le sirve al filme para acentuar a su protagonista como una mujer con una identidad anterior a casarse con Carlos y transformarse en un ícono global.