Madonna ha dicho que su álbum debut no es más que música para hacer aeróbica. Robert Plant le bajó toda categoría a un clásico como Stairway to heaven al calificarlo como una mera “canción de bodas”. Jorge González se declara orgulloso de su vida como Prisionero, pero advierte que ya no lo estimula escuchar ninguno de los álbumes del trío.
En el ejercicio autoflagelante de bostezar o arrugar la nariz ante tu obra mayúscula, ante la cima indiscutida de tu trayectoria, Bono no está solo. Esta semana, el cantante de U2 reveló en un podcast que muchos temas de su grupo le dan vergüenza ajena, que se pone colorado cuando se los topa en la radio del auto y que simplemente prefiere cambiar de emisora. También aseguró que nunca estuvo muy de acuerdo con el mismo nombre de la agrupación, U2, pese a que su mánager lo encontraba genial desde un principio, por lo simple de recordar y por lo fácil que resultaba estamparlo en pósters y camisetas.
Como fuere, Bono está lejos de ser el único ejemplo de artistas que huyen de esas canciones que todos abrazan. Aquí, un listado que demuestra que el enemigo muchas veces está más cerca de lo que creemos.
*R.E.M.
Uno de los ejemplos más habituales es el del músico que detesta un hit que sonó por todos lados, que copó radios y canales de videomúsica, y que los dio a conocer en toda clase de segmentos, desde niños hasta adultos. Sobre todo cuando ese hit tiene sabor empalagoso y, en rigor, no representa a cabalidad la genética creativa de una obra completa.
En R.E.M., la canción a acribillar es Shinny happy people. “Es una composición pop afrutada escrita para niños”, calificó efectivamente en 2016 el vocalista de los norteamericanos, Michel Stipe, en entrevista con la BBC. Luego la sepultó sin tristeza alguna: ““Si hubiera una canción que se enviara al espacio exterior para representar a R.E.M. por el resto de los tiempos, no me gustaría que fuera Shiny happy people”.
*Nirvana
Compañero de generación de Stipe y R.E.M., a Nirvana le sucedió algo parecido con su himno mayúsculo, Smells like teen spirit: sentían que su popularidad desmedida y su triunfo corporativo habían anulado el espíritu contestatario que quería transmitir su letra y su sonido. Era la antítesis de lo que en particular Kurt Cobain había ansiado en convertir a su grupo.
Hasta decidió dejar de interpretarla en vivo, aburrido de su rotación casi infinita en las radios. “Apenas puedo escucharla. Cuando lo hago, literalmente quiero tirar mi guitarra y marcharme para siempre”, dijo alguna vez el fallecido cantautor, en palabras que recoge el sitio web Loudwire.
*Madonna
Cuando a principios de 2008 Madonna anunciaba su retorno a la ruta -con la gira Sticky & Sweet tour que la trajo a Chile en diciembre de esa temporada-, aseveró también que no estaba segura de volver a interpretar en vivo dos de sus hits más señeros: Like a virgin y Holiday. ¿La razón? Sencillamente se había hastiado de ellos.
De hecho, recalcó que su álbum debut de 1983 -donde aparece Holiday, además de Lucky star o Borderline- no fue más que “música para hacer ejercicio y aeróbica”.
“No estoy segura de volver a cantar esos temas alguna vez más”, lanzó en una entrevista con la radio Z100-FM de Nueva York. Luego acotó: “Simplemente no puedo. A menos que alguien me pague como 30 millones de dólares o algo así”.
Puede que la ya abultada cuenta corriente de la reina del pop haya recibido tal suma -quién sabe-, porque en ese mismo tour volvió a cantar sin problemas ambos temas. De hecho, en Santiago se lució con una versión de Holiday cantada a capela en pleno coliseo ñuñoíno.
*Robert Plant
Entre los músicos que pasan por alto con desgano y desdén sus capítulos estelares, quizás el ejemplo más elocuente es Robert Plant a la hora de observar en reversa su leyenda en Led Zeppelin. Salvo en algunos proyectos puntuales (Page & Plant en los 90, la reunión del conjunto en 2007), nunca se ha mostrado demasiado nostálgico con esos días, siempre poniendo su interesantísima carrera solista por sobre cualquier suspiro por el pasado.
Y esa apatía tiene un gran destinatario: Stairway to heaven, una de las composiciones más mitificadas y representativas de toda la historia del rock. Lanzada en 1971, tres años después el intérprete ya estaba agotado de ella y de la estatura monstruosa que había adquirido, convirtiéndose rápidamente en algo así como el track más representativo de la banda.
Plant rechazaba tanto las etiquetas y los aplausos desmedidos, que en 1974 la calificó como una simple “canción de bodas” en conversación con la periodista Lisa Robinson.
Mucho tiempo después, en 1988, cuando los sobrevivientes de Zeppelin se reunieron para el aniversario 40 del sello Atlantic Records, el inglés volvió a subrayar a través de una conversación con Rolling Stone que en ningún caso creía que Stairway to heaven fuera LA canción definitiva de su grupo.
“Es una cancioncita agradable, agradable, bien intencionada e ingenua. Muy inglesa. No es la canción definitiva de Led Zeppelin”, argumentó. A cambio, ese rol se lo asignó a la épica Kashmir.
De hecho, Plant casi nunca ha incluido la ultraescuchada y transitada escalera al cielo en sus presentaciones en solitario, como sí lo hace con algunas imperdibles de sus últimos años en vivo, como Black dog, Going to California o Rock and roll.
Su posición al respecto incluso guarda una gran anécdota: una vez donó mil dólares a una estación radial en Portland después de escuchar a un animador decir que, si recibía suficientes donaciones, nunca más volvería a programar “Stairway” en su parrilla.
*Jorge González
El sanmiguelino tiene una abundante colección de discos en el departamento que hoy habita en la comuna que lo vio nacer. Y entre ellos, por supuesto que tiene muchos de Los Prisioneros, entre reediciones que le llegan de regalo y algunas joyitas que ha mantenido desde su misma época de éxito con el trío.
Sin embargo, asegura que ya no le interesa escuchar esos álbumes. “No me gusta, ya no lo hago”, dijo a fines de 2019 en entrevista con Culto. Eso sí, sobre la misma afirmación, el cantante advirtió que se siente orgulloso de gran parte de su obra junto a la agrupación.
Pero que, ya han sonado tanto, que prefiere dejar descansar sus canciones por un rato. “Han sonado mucho, no hay para qué seguirles dando”, comentó en esa misma conversación.
*Radiohead
Otra banda que se une al club de los músicos que en la adultez no soportan el tema que los consagró en la juventud. En este caso, Creep. Incluso el cantante del grupo, Thom Yorke, la rebautizó para manifestar aún más su falta de amor: Crap (Mierda).
El tema fue obviado durante años de sus shows en vivo, aunque con algunas intermitencias que sirvieron de regalo para sus fans, como su concierto en Chile del 27 de marzo de 2009, cuando fuera de todo cálculo abrieron los fuegos con precisamente Creep.
Eso sí, Yorke ha mantenido su postura: fue tan inmanejable el suceso del track en los 90 que la banda estuvo cerca de separarse ante una bola de nieve que no supieron manejar. “Fue frustrante ser juzgado solo por esa canción cuando sentimos que teníamos que seguir adelante. Nos amordazó, de verdad”, reconoció el cantante en declaraciones de 2018 recogidas por la revista Rolling Stone.
*The Beastie Boys
A veces la rabia de un artista con sus propias creaciones no sólo guarda relación con la enorme envergadura que adquirieron -casi como si hubieran inventado un monstruo que se los comió a ellos mismos-; también se explica en los malos entendidos desprendidos de sus letras, estribillos o títulos.
Algo así le sucedió a los Beastie Boys con el agudo y anfetamínico hit (You gotta) fight for your right (to party), el que estaba dedicado en plan sátira a los colectivos de hip hop que se movían por Nueva York hacia los años 80. Desafortunadamente, para ellos, gran parte del público lo tomó como un homenaje a esas bandas y artistas de los que intentaban reirse. O sea, todo lo contrario.
El trío sacó el tema de sus presentaciones y en su disco de grandes éxitos lo calificó de manera breve pero brutal: “una mierda”.
*Queen
Aquí hay un caso que marca diferencias. No se trata de fustigar una canción por el suceso que consiguió o por las lecturas erradas que tuvo posteriormente. El guitarrista de Queen, Brian May, ha dicho que nunca estuvo demasiado cómodo con el arrastre popular que tuvo Don’t stop me now, quizás uno de los éxitos más reconocidos de Queen y fijo en karaokes o programas de TV.
¿La razón? Sentía que las inspiraciones que tuvo Freddie Mercury para escribirla -una vida sexual bajo plena libertad, un goce a destajo de los excesos, un hedonismo en su punto máximo- no eran un relato a idealizar, sobre todo luego del desenlace del cantante, fallecido como consecuencia del Sida en 1991.
“Era una época donde Freddie tomaba muchas drogas y tenía sexo con muchos hombres”, rememoró en entrevista con Mojo en los 90.
Luego siguió: “Pensé que era muy divertido, pero tenía un sentimiento oculto de ‘¿no estamos hablando de peligro aquí en este tema?’. Porque estábamos preocupados por Freddie en ese momento. Ese sentimiento persiste, pero se ha convertido casi en la pista de Queen más exitosa en cuanto a lo que la gente toca en su auto o en sus bodas. Se ha convertido en una canción masiva y un himno para las personas que quieren ser hedonistas. Fue una especie de un golpe de genialidad de Freddie”.
* Oasis
Liam Gallagher guarda motivos más bien viscerales para pulverizar una y otra vez Wonderwall, su éxito más reconociodo al frente de Oasis. Como tantos otros, le apestó seguir cantando lo mismo y odió que se lo asociara hasta la eternidad con un solo tema.
“No puedo soportar esa maldita canción”, ha dicho el cantante en declaraciones que recoge Loudwire. Luego ha ido aún más ilustrativo con su rechazo: “Cada vez que tengo que cantarla quiero vomitar. Vas a Estados Unidos y te dicen: ‘¿eres el Sr. Wonderwall?’ Eso es molestar a alguien”.
*The Beatles
La banda más grande de todos los tiempos también se ha mirado al espejo para refunfuñar y decir: esto ya no me gusta tanto. En particular John Lennon.
Y en particular con el álbum más venerado de los británicos y uno de los más alabados de todos los tiempos, Sgt. Pepper’s lonely hearts club band (1967). En plena etapa lisérgica y cuando su interés en trabajar como parte de un colectivo empezaba a decaer, el cantautor sintió durante años que en ese disco no estaba su mejor impronta creativa. Es más, está lleno de canciones que después jamás puso entre sus favoritas, por el contrario.
Partiendo, de hecho, por uno de sus grandes aportes al trabajo, Lucy in the sky with diamonds. En entrevista con Playboy publicada en enero de 1981, un mes después de su asesinato, el músico dijo que la había escuchado por la radio la noche anterior y que le pareció “abismal” y “muy buena”. Pero de inmediato agregó: “en todo caso, creo que es un tema que no se hizo correctamente”.
En torno a la circense Being for the benefit of Mr. Kite!, otra de sus contribuciones coloridas y alucinógenas al disco, declaró: “De esta nunca me sentí orgulloso. No tuve trabajo. Aquello se debió a que necesitábamos una nueva canción para Sgt. Pepper”.
En todo caso, el latigazo más drástico está reservado para Good morning, Good Morning: “No vale nada, es para tirarla a la basura”, se sinceró en 1980, también en Playboy.
Igual de tajante fue con temas de la factoría McCartney en los Fab Four, como Let it be o Hello goodbye, a los que nunca les dio demasiado valor. Pero esa es otra historia.