Cuando Jackson Pollock inició en el arte, no era muy bueno. Fue expulsado de dos academias distintas y recién en la década de 1930 logró ingresar a una escuela de manera prolongada, la Art Students League of New York.
Ahí fue discípulo del muralista mexicano, David Alfaro Siqueiros, reconocida eminencia del arte mural junto a Diego Rivera. Con él aprendió a mezclar arquitectura, pintura y escultura, además de descubrir la técnica de accidente pictórico, el que influenció en gran medida sus trabajos.
Sin embargo, no fue la particularidad de sus cuadros los que habrían llevado a Pollock a la cima del arte estadounidense:
La real pionera en el dripping es Janet Sobel, una ucraniana radicada en norteamérica que casi a los 50 años logró exponer por primera vez. La técnica vista en el Guggenheim dejó a Pollock embelesado y se interesó en ella.
En esa misma galería empezó Pollock. Peggy Guggenheim en 1942 le encargó Mural, de 6 metros de alto. Fue el primer cuadro y más grande en toda la carrera de Jackson Pollock. Por 150 dólares al mes, la que es considerada su mecenas estuvo meses esperando el avance, sin embargo no llegaba.
De acuerdo a la biografía Jackson Pollock: An American Saga, escrita por Steven Naifeh y Gregory White Smith, no fue hasta que le dieron un ultimátum que el pintor acabó el cuadro en una sola noche. Esto fue desmentido tras un estudio realizado en 2014 de J. Paul Getty Museum and the Getty Conservation Institute, que aseguraba que las capas de pintura estaban secas con semanas de diferencia.
Guerra Fría y realismo socialista
A inicios de los años 50, mientras se llevaba a cabo la carrera por conquistar el mundo, el arte en la Unión Soviética llevaba la delantera. El realismo socialista tenía buena llegada y en todo el mundo los artistas eran asociados al comunismo o tenían amigos del círculo.
Es por eso que políticos estadounidense aborrecían el arte moderno. George Dondero, representante de Missouri en el congreso incluso declaró: “Todo arte moderno es comunista”.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA) por otro lado, fue capaz de ver una potente arma de propaganda. El impresionismo, era contrario al realismo y el proyecto que se llamó Long Leash constaba de darle visibilidad a esta corriente y para eso se necesitaba una cara. Pollock era el candidato perfecto.
Para potenciar esta corriente artística la CIA donó al MomA, un fondo de 125.000 dólares al año, por 5 años, para realizar exposiciones alrededor del mundo. Nelson Rockefeller, dueño del museo, además era asesor estratégico de la Guerra Fría por lo que además tenía contacto directo con la situación.
Así mismo se fundó el Congreso para la libertad cultural, un grupo reconocido por ser anticomunista y que patrocinó varias de las exposiciones de Pollock para defender los ideales americanos.
Con más de 50 exposiciones el expresionismo se volvió un movimiento de vanguardia y Jackson Pollock la cabeza visible del movimiento. Fue tal el poder de la corriente que John Canaday, crítico de arte del The New York Times, afirmó en 1960 “Un artista desconocido que intenta exponer en Nueva York no puede encontrar una galería a menos que esté pintando en un modo derivado del expresionismo abstracto”.
Independientemente de su origen, la obra de Pollock hoy está dentro de las más valiosas y es una de las más difíciles de autentificar. Debido a la naturaleza de su técnica y a la cantidad de cuadros y dibujos que son de su autoría, son varios los episodios donde se han intentado falsificar sus trazos y por el alto precio de las pinturas, usualmente estos casos siempre terminan en la corte.
Actualmente incluso hay una colección de 32 pinturas que suponen ser de él y que fueron encontradas hace un par de años en una bodega de Wainscott, Nueva York. Estas podrían ser reales ya que fueron encontradas por Alex Matter, hijo de unos amigos del matrimonio Pollock-Krasner. De ser así, algunos expertos citados en un reportaje del New York TImes, este descubrimiento valdría alrededor de 10 millones de dólares.
Sin embargo y a pesar de su éxito, en vida y de manera póstuma, la vida de Pollock nunca alcanzó sus expectativas. El alcoholismo y un posible trastorno bipolar llevaron al pintor a evadir las buenas decisiones y perder la vida en un accidente de tránsito en 1956 al manejar en estado de ebriedad y perder el control al volante.