Atahualpa Yupanqui: poeta, militante y perseguido
El cantautor andino marcó la historia de Argentina con sus melodías y poemas a favor de los pueblos indígenas y la clase obrera. Sin embargo, su militancia fue más allá del arte y la cultura, incluso llegando a tomar las armas. Un relato de encuentros y desencuentros en torno a sus ideales. Una figura de huella gigante que esta semana conmemoró su natalicio 113.
Cuando tenía 14 años, Héctor Roberto Chavero eligió su nombre artístico. Inspirado en una tarea escolar sobre los Doce Incas y luego de leer Moctezuma, nace el alias Atahualpa Yupanqui, que viene del quechua y significa “El que viene de tierras lejanas a contar historias”. Sin embargo, todavía no sabía ese detalle y no lo conoció hasta varios años después.
Don Ata, como lo conocen algunos, estuvo envuelto en política desde su nacimiento. Su padre tenía sangre indígena, era empleado ferroviario y formó parte del grupo de apoyo de Hipólito Yrigoyen, expresidente de Argentina, por lo que Chavero creció de cierta forma al alerto del Partido radical. De acuerdo al libro Atahualpa Yupanqui: El canto de la patria profunda, escrito por Norberto Galasso, “los Chavero nutren el radicalismo insurgente de aquellos años”.
Años después, sería el mismo Atahualpa el que defendería a Yrigoyen. En 1930, cuando el político llevaba dos años de su segundo mandato, el General José Félix Uriburu encabezó un golpe de estado, lo que dio pasó a la primera dictadura en 70 años de historia. Tres años después un grupo de rebeldes, liderados por un trío de estancieros -los hermanos Kennedy- se levantó en la ciudad de La Paz, en la provincia de Entre Ríos. La revolución no fue exitosa y los sublevados tuvieron que escapar por el río Paraná a Uruguay; entre ellos iba Héctor Chavero, el mismo Atahualpa Yupanqui.
El fracaso de esa misión la atribuyen a la falta de comunicación. Eran varias las ciudades dispuestas a levantarse, sin embargo por uno u otro motivo las sublevaciones fallaron y nadie le comunicó a los entrerrianos que cancelaran su plan. Ese fue el primer exilio de Atahualpa.
Su camino político, sin embargo, no termina aquí. Entre 1947 y 1952, el poeta también militó en el Partido Comunista, dirigiendo su timón a la izquierda radical. Esto le trajo problemas con el gobierno de turno y fue censurado, perseguido y torturado hasta 1955, cuando terminó el régimen peronista. En el intertanto escribió artículos, columnas y crónicas para el periódico del partido, La Hora, y su semanario, pues antes ya había experimentado con el periodismo cuando luego de la muerte de su padre Chavero tuvo varios empleos para mantener a su familia.
Una de esas detenciones le costó una fractura en el dedo derecho. Luego de llegar de Francia, en febrero de 1951, fue detenido frente a la embajada de URSS junto al periodista Alfredo Varela. Durante la detención, funcionarios de la Sección Especial, nombre de la policía peronista, le aplastaron la mano en el borde de una mesa con una máquina de escribir. De acuerdo a una entrevista citada por la Televisión Pública Argentina, Atahualpa afirmó:
“En tiempos de Perón estuve varios años sin poder trabajar en la Argentina. Me acusaban de todo, hasta del crimen de la semana que viene. Desde esa olvidable época tengo el índice de la mano derecha quebrado. Sin embargo, los torturadores no se percataron de un detalle. Me dañaron la mano derecha y yo, para tocar la guitarra, soy zurdo” .
Quedó con problemas para tocar algunas notas, como el SI y más adelante le agravó la artritis que tenía. Sin embargo, siguió escribiendo canciones sobre la penuria de los peones y los indios en el norte argentino. En esa época escribió El Payador Perseguido. Lo que sí cambió durante esos años fue su militancia en el Partido Comunista. En 1952 fue expulsado del partido luego de que corriera el rumor sobre su intención de escribirle una carta al General Perón para que terminaran su censura.
En una entrevista con la revista Gente, Yupanqui comentó sobre su viaje a los países vecinos de la URSS en Europa.
“No me dejaron entrar a la URSS. Soy un individualista y ese es un sistema en que el hombre y su opinión no cuentan. Pero, para ser hombre del pueblo, no necesito un carnet”.
Fue encarcelado una vez más, en Villa Devoto en 1953, pero de acuerdo al aparato policial esto solo fue un error. Sus canciones y presencia volvieron a sonar en 1955 y desde entonces era raro que se refiriera a su militancia en el Partido Comunista.
Su vida continuó desarrollándose entre Argentina y Francia, país donde recibió el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en 1986 y luego falleció en 1992. Actualmente sus canciones son consideradas parte de la historia de Argentina y el festival folclórico más importante del país, el Festival de Cosquín, donde el participó algunas veces, se celebra durante nueve noches en el escenario que lleva su nombre.
Es, por lo demás, una figura de enorme influencia para distintos géneros del cancionero latinoamericano que se dieron a partir de la segunda mitad del siglo XX, como la Nueva Canción Chilena, que recoge su legado desde distintas aristas.
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