Su primera imagen del amor emanaba de las películas de Disney. Una princesa se flecha de un príncipe y al final, después de una serie de contratiempos, viven felices para siempre. En la era de las aplicaciones de citas, la guiaba la misma ilusión que cultivó siendo niña.
Cecilie Fjellhøy recordaba a La bella y la bestia cuando pensaba en su vínculo con Simon Leviev, un ciudadano israelí supuestamente multimillonario al que conoció vía Tinder y que decía amarla. Comprometida con la relación, estaba dispuesta a apoyarlo ante cualquier circunstancia. Si no podía visitarla en Londres con demasiada frecuencia, ella comprendía. Y si él necesitaba que le prestara millones porque alegaba no poder usar sus tarjetas momentáneamente, ella le facilitaría el dinero necesario. Decía ser hijo del “rey de los diamantes”, por lo que en su calidad de “príncipe de los diamantes” no tendría inconvenientes para recuperarlo en breve.
Como muestra el documental El estafador de Tinder, todo era un fraude. Cuando lo constató, la mujer recurrió a la policía de Inglaterra y Noruega, su país natal. Allí también se acercó al periódico local más importante, VG, donde escucharon estupefactos su historia. “Sonaba casi como un cuento de hadas o una película”, dice en el filme Kristoffer Kumar, reportero del diario.
Desde el medio le consultaron si guardaba documentos, grabaciones o lo que fuera que respaldara su relato. En respuesta al requerimiento, Cecilie les compartió cerca de 400 páginas de mensajes de texto, además de audios, videos y fotos privadas que acreditaban que habían mantenido una relación, que Simon Leviev le había prometido el cielo y las estrellas y que él le debía millones.
“Es como mirar la anatomía de la relación. Podemos seguir cómo se desarrolló minuto a minuto”, plantea en el largometraje Erlend Ofte Arntsen, periodista de investigación de VG. Así, constataron que le había asegurado que vivirían juntos en Londres, que quería que formaran una familia y un sinfín de planes que nunca sucedieron. En cambio, sí se concretó su petición de préstamo de grande sumas de dinero, luego de que le enviara a través de WhatsApp pruebas de que sus “enemigos” –que supuestamente siempre lo acechaban– lo habían atacado a él y a su guardaespaldas. Ante ese escenario de desesperación, le brindaba ayuda económica aunque eso implicara gastar todos sus ahorros o comprometerse con varias entidades bancarias.
A la mitad del metraje de El estafador de Tinder, la directora Felicity Morris (No te metas con los gatos: Un asesino en internet) abre esta sección dedicada a la investigación periodística del caso. Con un ritmo digno del mejor thriller, durante cerca de media hora el protagonismo deja de estar en Cecilie y pasa a enfocarse en los autores del reportaje The Tinder swindler, que impactó al mundo a inicios de 2019.
Uno de los retos que describe el título de la plataforma de streaming es cómo el equipo del diario logró chequear que la identidad de Simon Leviev correspondía a la de un hombre israelí llamado Shimon Hayut. Este, según un artículo finlandés del año 2016, había recibido una condena por fraude grave en ese país por haber estafado a tres mujeres durante el año anterior. Con ellas la fantasía que contaba era que encabezaba una compañía dedicada al negocio de las armas, pero lo que venía después era similar: en algún punto les pedía a sus parejas que le facilitaran dinero que jamás devolvería.
Para unir cabos, los periodistas noruegos contactaron a un colega israelí que les brindó ayuda para encontrar la última dirección de Hayut en el país. Con esa información bajo el brazo, Kristoffer Kumar y su compañera Natalie Remøe Hansen realizaron un viaje al lugar, donde registraron en video tanto su revisión del domicilio (donde los recibió una mujer que aseguró que se había cambiado el nombre a Simon Leviev y ya no vivía allí) como su encuentro con la policía local.
Las autoridades ratificaron que se trataba de la misma persona y expusieron antecedentes que ignoraban: Israel lo perseguía desde hace casi una década por delitos ligados al robo y falsificación de cheques, pero se mantenía prófugo de la justicia. Un punto crucial se aclaraba. ¿Pero dónde estaba el protagonista de la historia?
Pernilla Sjöholm, la mujer sueca que también brinda su testimonio en el filme de Netflix, fue contactada por el periódico noruego, a raíz de que su nombre apareció en los documentos que les entregó Cecilie. Aunque su reacción inicial fue de incredulidad, se convertiría en una pieza clave de la investigación.
Rápidamente el sentimiento que la dominó fue la rabia (si bien no era pareja de Simon, sí eran amigos y le adeudaba una millonaria cifra), y decidió contarles que al día siguiente habían acordado verse en Múnich. El equipo de VG advirtió que esa sería quizás la única oportunidad que tendrían para obtener material del hombre al que llevaban siguiendo hace meses, por lo que tomaron un vuelo hasta Alemania. “Nuestro objetivo en Múnich era filmarlo para probarle a la policía que era posible encontrarlo”, explica en la cinta Natalie Remøe Hansen.
La foto principal que encabeza el reportaje fue capturada en esa ciudad. Simon Leviev aparece con una gran sonrisa y los ojos cerrados, vestido con la costosa ropa de diseñador que le gustaba usar. Tomada afuera de uno de los hoteles más refinados de la urbe, la imagen esconde un momento de alta tensión que vivieron los reporteros y sobre todo Pernilla, quien lo acompañó a cenar esa noche (el documental sintetiza con notable nervio ese pasaje de la trama).
Ese sería el clímax de una investigación que tuvo impacto global: se leyó en múltiples latitudes y recibieron una serie de nuevos testimonios de mujeres que sostenían haber vivido la misma experiencia con el autodenominado “príncipe de los diamantes”.
Entre la publicación del reportaje y el estreno del largometraje de Felicity Morris han pasado tres años, por lo que la cinta prolonga la historia de las víctimas. Lo más fundamental es que incorpora a Natalie Remøe Hansen, novia de Simon en el instante en que la noticia se hizo pública, quien tramó su propia venganza y provocó su captura en Grecia en junio de 2019.
En enero pasado, VG actualizó información que coincide con el cierre de El estafador de Tinder: tras ser beneficiado con una condena abreviada en Israel (por delitos que cometió allí, no los que relatan decenas de mujeres en Europa y otros puntos del mundo), hoy goza de libertad. Eso sí, el documental concluye entregando una cifra escalofriante: el monto total de sus estafas por el mundo ascenderían a los US$ 10 millones.