Si se realiza el ejercicio de nombrar rápido, de memoria y sin titubear, sus principales obras, lo más probable es que de José Donoso Yáñez salgan nombres como El jardín de al lado, El obsceno pájaro de la noche, Coronación o El lugar sin límites. Todas novelas.
Pero lo primero que escribió Donoso fueron cuentos. A inicios de la década de 1950, en su paso por la Universidad de Princeton publicó en la revista MSS, de la casa de estudios, dos relatos: The blue woman y The poisoned pastries. Incluso, su primera publicación en Chile fue un volumen de relatos llamado Veraneo y otros cuentos, de 1955. El año anterior, había incluido un cuento suyo, China, en la Antología del nuevo cuento chileno.
Posteriormente, continuó con la publicación de Dos cuentos, en 1955; El charleston, de 1960, y la edición que compiló los relatos publicados Los mejores cuentos de José Donoso, de 1966.
Hoy, la mayoría de esos cuentos –con excepción de los dos primeros en inglés, y un tercero, Pasos en la noche, transcrito desde sus Diarios tempranos– acaban de aparecer en un volumen llamado Cuentos reunidos, vía Alfaguara. En sus páginas pasan sus relatos más célebres, como Veraneo, Dinamarquero, La puerta cerrada, o Santelices.
Respirar la angustia
¿Qué se puede decir de los cuentos de José Donoso? Cecilia García-Huidobro, académica de la Escuela de Literatura Creativa UDP, y quien editó sus Diarios tempranos, señala a Culto: “Donoso empezó su carrera de narrador escribiendo cuentos. En ellos -y tempranamente- están los rasgos inconfundibles de la poética que caracterizará luego su narrativa, el sello de lo ‘donosiano’: ambigüedad, espacios cerrados y entoxicadores, castas y severos códigos, engañosas apariencias, violencia soterrada, una imaginaría potente”.
La académica María Laura Bocaz Leiva, profesora asociada en la Universidad de Mary Washington, en Virginia, Estados Unidos, ha estudiado la obra de José Donoso y publicó una edición crítica de El lugar sin límites, vía Ediciones UAH. Para ella, fue en los cuentos donde Donoso comenzó a configurar los elementos de su narrativa.
“Sin lugar a dudas, son una excelente puerta de entrada al universo donosiano. A través de estas narraciones tenemos acceso a ese ojo donosiano obsesionado con los márgenes, con las casonas en ruina. Fascinado con el submundo de los prostíbulos, los vagabundos, atraído por la cotidianeidad de las empleadas domésticas y ‘hombrecitos’ al servicio de familias pudientes, quebradas y disfuncionales; con las relaciones entre sexos y clases sociales”.
Bocaz también hace el vínculo entre algunos motivos de los cuentos de José Donoso con lo que aparecería luego en sus novelas. “La perra blanca de Paseo en su relación de complicidad con la tía Matilde, en el desagrado y rechazo que genera, antecede con gloria a la mítica perra amarilla de El obsceno pájaro de la noche. Ese final abierto de Ana María que deja en suspenso posibilidades latentes que los lectores y lectoras nos vemos empujados a llenar, se anticipa nuestra situación ante el final de la Manuela en El lugar sin límites”.
“En Veraneo, nos encontramos con el ‘dicen’ que entreteje con exquisita ambigüedad lo que se cuchichea y comenta en voz baja, y en Dinamarquero, ya vemos el uso reiterado de la conjunción ‘y’, dos de los tantos recursos que magistralmente sostienen el mundo narrado de El obsceno pájaro de la noche”, agrega Bocaz.
El prólogo de esta edición de los cuentos la hizo el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, quien consultado por Culto, se dio el tiempo para caracterizar los relatos del autor de Este domingo. “Como sucede con los grandes autores, en cuyas primeras obras se vislumbran los mundos que recrearán, en los cuentos de Donoso reconocemos al autor de sus novelas culminantes, como El obsceno pájaro de la noche o Casa de campo: la senectud, la servidumbre, los mundos marginales junto a la burbuja de una burguesía tiesa y acartonada. Por supuesto que la especificidad del cuento exige el tratamiento concentrado, que Donoso logra con maestría”.
Para Cecilia García-Huidobro “es en sus cuentos donde los personajes respiran más intensamente la angustia existencial. Por eso, si falta tiempo para leer sus extensas novelas, los cuentos son una gran alternativa para adentrarse en ese mundo que, como muñecas rusas, va dejando escapar realidades ocultas, secretas, invisibilizadas”.
De hecho, García-Huidobro añade un dato revelador: una de sus novelas célebres comenzó siendo una idea para cuento. “Donoso no escribió muchos cuentos. La escritura se le derrama y con frecuencia lo que empezaba como tal, terminaban en voluminosas novelas. Cuando aparece la primera idea de lo que será El Obsceno pájaro de la noche, anota en su diario: ‘Idea para un cuento: basándome en ese aristocrático niño deforme que vi pasar una vez en un auto de lujo’”.
Elegir un cuento
Pedimos a nuestros entrevistados que comentaran cuál o cuáles de los cuentos de José Donoso tienen como sus preferidos. “Me gustan todos los cuentos del libro; unos más, otros menos –dice Castellanos Moya–. Donoso tenía un ojo muy fino e incluso en los comienzos de su carrera tuvo el rigor para dejar fuera lo que no le convencía, como queda patente en este libro. Mis cuentos favoritos son Santelices, La puerta cerrada y Fiesta en grande. Cuestión de gustos, claro está”.
María Laura Bocaz escoge tres: El hombrecito, La puerta cerrada y Santelices. “En ese mundo narrado que surge del recuerdo de un narrador que en primera persona recuerda a uno de los tantos ‘hombrecitos’ que contratara su madre para hacer diferentes labores de la casa, abundan imágenes y escenas que a modo de radiografía nos devuelven una imagen nítida y despiadada de nuestras relaciones de clase, de género, de poder.
“También me encanta la complicidad con el lector que hay en La puerta cerrada. Al llegar al final del relato, sabemos que si don Aquiles decide enterrar a Sebastián no es por su ‘gran sentido cívico’ -como apunta el narrador haciendo probablemente eco de la auto imagen del personaje- sino por cumplir con el trato pactado con Sebastián años atrás. En Santelices, me parece fascinante cómo el narrador nos hace testigos de la obsesión felina del protagonista, cómo mediante la descripción de un sencillo juego de canasta podemos calibrar el estado de la relación entre los personajes”.
Por su lado, Cecilia García-Huidobro elige Paseo. “Es un relato que me conmueve cada vez que lo releo. Se trata de una caminata que lo cambia todo a partir de un sencillo elemento, un perro, que irrumpe desde el exterior y fractura las compuertas del control familiar y social. Me atrapa su atmosfera construida con palabras y sobre todo con silencio o más bien con lo omitido, un vacío que crece y crece hasta tragárselo todo. Algo similar ocurre en La puerta cerrada, o Santelices, donde también las rutinas comienzan a desdibujarse hasta ser desbordadas por realidades reprimidas y delirantes”.