Los primeros rayos del sol iluminan el muelle Barón de Valparaíso, el gentío celebrando el amanecer en el remate del festival electrónico Mutek con Ricardo Villalobos en el escenario, enero de 2004. Jorge González y Gustavo Cerati, parte del cartel de la larga noche, bailan cerca mezclados con el público mayoritariamente estimulado cortesía de la química.

Se ven pero no se pescan.

Años más tarde se cruzan en un aeropuerto, según versión del manager de González. Un encuentro fugaz de los mayores astros del rock latino, cargado de sonrisas con la mejor de las ondas.

Hubo un tiempo que no fue así. A mediados de los 80, Los Prisioneros odiaban a Soda Stereo y el rock argentino en general. Tenían sus razones. Algunas válidas, otras no.

Los artistas del otro lado de la cordillera podían tocar donde les diera la gana a lo largo de Chile. En cambio ellos, la banda más popular del país, recibían negativa tras negativa para promocionar sus álbumes en vivo, un sabotaje descarado de la dictadura. Pero tampoco aprobaban los versos de Soda -esas letras de Cerati que su hijo Benito reconoció en un “98 % (...) sobre coger”-, ni su ropa, ni el maquillaje. Nada.

Con el tiempo, Jorge González asumió hidalgo que había harta envidia en sus palabras contra los trasandinos, porque se veían bien y sonaban con todo. “Capos los huevones, nos volaron la raja porque eran mejores”, declaró en 2013. “Aparte más lindos”.

Sin embargo, en la misma entrevista revela que Gustavo Santaolalla, el productor argentino ganador del Oscar a cargo de Corazones (1990), no era un gran fan de sus compatriotas. “Él en esa época pensaba que Soda Stereo era una banducha copiona”, cuenta. “Y que Los Prisioneros era una banda que no había ninguna parecida en el resto del mundo”.

“Y tenía razón”, agrega.

Esta selección, concentrada en los mejores tiempos de ambas instituciones del rock latino, rastrea joyas en vivo como bitácora de sus respectivos progresos.

En el caso del trío chileno, abarca el periodo clásico indiscutido que concluye con la salida de Claudio Narea. Irregulares, rabiosos, resentidos y faltos de ensayo, a la vez ansiosos por incorporar nuevos sonidos y géneros para deshacerse del mote banda-contestataria, arremetiendo con las letras más lúcidas de su generación, traspasadas de padres a hijos en estribillos grabados como tatuajes.

Con los argentinos, hasta la gira de despedida de 1997, cuando la relación de Cerati, Zeta y Charly Alberti semejaba un cortocircuito. En poco más de una década crearon distintos periodos, cada uno singular y expresivo. Lo que les faltaba en originalidad lo suplían con gracia y glamour. Rock que parecía del Primer Mundo, pero en nuestro idioma.

*Los Prisioneros

Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos y ¿Quién mató a Marilyn? en la discoteque Gente, noviembre de 1985. Al comienzo la mezcla es horrible con el bajo tapando el resto de los instrumentos, luego mejora algo. Son los últimos días identificados con un sonido entre punk y power pop, antes de la conversión electrónica de Pateando Piedras (1986).

La secuencia del garzón de humita atendiendo mesas mientras una chica new wave baila desaforada cigarrillo en mano, es de alto contenido ochentero.

“¡Se va acabar, se va a acabar, la dictadura militar!”, grita el público del teatro Cariola en este show del 16 de noviembre de 1985. La versión de Paramar es pura furia con un notable solo de Claudio Narea. Contiene rarezas como Ellos dicen no, una canción en contra de la censura radial y televisiva que padecían, cuyos arreglos luego terminarían en Por favor de Pateando Piedras (1986), y Quién le tiene miedo a las máquinas, una confusa mezcla de guitarras y sintetizadores.

Hacia el final, la letra improvisada de Jorge González en Nunca quedas mal con nadie, va con la pierna en alto al padre del rock latino: “quédate con tu poesía Charly García”.

El 7 de agosto de 1986, Los Prisioneros adelantaron su segundo álbum Pateando Piedras en El Café del Cerro. El cambio en el sonido es evidente con sintetizadores y baterías programadas, certificando la influencia de New Order y Depeche Mode. La marca de radio Carolina, el mordisco tradicional de las estaciones para evitar pirateos, se escucha de tanto en tanto en un buen registro con grandes versiones de Independencia Cultural, Quieren dinero y Por qué los ricos.

La mejor versión en audio y sonido del estreno de Pateando Piedras en el Estadio Chile el 1 de noviembre de 1986. Son 15 temas entre La voz de los 80 (1984) y el nuevo álbum.

Plaza de Acho, Lima, Perú, el 19 de septiembre de 1987. El registro más épico del trío, con todos los ingredientes de un show de Los Prisioneros en el peak de su fama, incluyendo largas peroratas de Jorge González (Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos), dificultades con los equipos y pifias en la ejecución, hasta que la banda interrumpe el concierto por objetos lanzados al escenario en medio de El Baile de los que sobran, dando pie a una reprimenda de González al público y un repaso a los colegas trasandinos.

“Los punkitos, que vayan a ver grupos argentinos”, alegó. “Los que quieran ver rock sudamericano, los que quieran ver gente como ustedes, quédense”.

El cierre es rabia chilena 100% con Nunca quedas mal con nadie, censurada en imagen hacia el final por el canal peruano América TV, debido al incendiario discurso de González con remitentes conocidos: “te gusta cantar al amor, te gusta cantar a la paz, te gusta cantar a la contaminación, te gusta cantar a la deshumanización, teeelarañas, teelarañas, no voy en tren, voy en camión…”.

Calama 1987. Aunque la grabación es precaria, es otro registro de Jorge González en función metralleta. Improvisa contra Soda Stereo, los Free concert -los eventos en vivo de las bandas más famosas del rock latino que jamás los consideraron-, y el festival de Viña, donde estaban vetados por el régimen.

“Quédate con tu pelo parado, quédate con tu telaraña (...)”, reclama el cantante, “crees que ser rebelde es ponerse ropa de gringos, ¡vístete como Duran Duran! (...), y vas al festival”.

Jugar a la guerra en mayo de 1989 en México. El arreglo de guitarra guiña a Buddy Holly en una versión ajustada a la edición latinoamericana de La Cultura de la basura (1987), mucho más cuidada en la mezcla y de mejores decorados que lo publicado en Chile.

Los Prisioneros hicieron la tarea cuando fueron al Chateau Rock de Córdoba, Argentina, en 1987. Ensayaron lo suficiente para presentarse en las tierras de esas bandas y solistas que sacaban a pasear entre monsergas y entrevistas. Acá la prueba.

***

*Soda Stereo

Badía y compañía fue un recordado programa de la Argentina post dictadura, al aire entre 1983 y 1988. Algunos de los nombres más grandes del rock local se presentaron y Soda estuvo allí desde sus inicios. En este show de 1985 estrenan Estoy Azulado del flamante segundo disco Nada Personal editado ese mismo año, más Tele-Ka y Sobredosis de TV del primer álbum lanzado en 1984. Es uno de los escasos registros en formato trío sin músicos extras, como sería costumbre en su carrera.

Un año más tarde Soda Stereo se presenta nuevamente en Badía y compañía con notorios cambios. El sonido y la estética ya no está dominada por The Police sino por Echo & The Bunnymen y The Cure. Hay teclados, una corista, y magníficas versiones del tercer álbum Signos.

La gira Los Languis promocionó el EP homónimo entre 1989 y 1990. A esas alturas, Soda era un sexteto en vivo. Es una etapa transicional justo antes de la recarga de guitarras de Canción Animal (1990), donde coquetean con ritmos latinos -Mundo de quimeras-, y guiños al riff de And she was, de Talking Heads, en Picnic en el 4º B. Show completo del 16 de febrero de 1990, en el estadio Mario Kempes de Córdoba.

Soda Stereo en su máximo momento gracias a Dynamo, publicado en octubre de 1992. Al mes siguiente se presentan en este show televisivo de Canal 13 de Buenos Aires con público, seleccionando lo mejor del álbum con sonido y ejecución extraordinarios. La versión de Toma la ruta es una aplanadora. Hay un making off de Dynamo en medio de un par de entrevistas, donde Cerati cuenta la génesis del disco surgido en ensayos para una gira por España, junto con revelar que Luna Roja aborda el sida.

Contiene varias fechas de la gira de Dynamo por ciudades como Caracas, Viña del Mar, Buenos Aires y Barcelona. Es el epítome del periodo sónico de Soda Stereo con Cerati convertido en el maestro de la melodía, el voltio, el efecto y el arreglo preciso. Acostumbrados a no cometer yerros en vivo, batallan largo rato para cuadrar el complicado tiempo de ⅞ de (En) El séptimo día.

Presentación de Comfort y música para volar (1996) en el teatro Monumental del 26 de octubre de 1996 con material en clave electro acústica, la licencia del unplugged a medio enchufar de los argentinos para MTV. Si bien la energía ya no es la misma y cunde cierta tendencia a explorar más ambientes que dentadura rock, Gustavo Cerati se exhibe como un guitarrista consumado, fluido y carismático, un lujo en cada tema.

Bonus track. Si Los Prisioneros dedicaron varios shows y entrevistas a enlodar a Soda Stereo, siguiendo la venerable tradición de la rivalidad entre bandas de rock, los argentinos también tuvieron palabras sobre el trío chileno en su minuto. Acá Cerati intenta restar importancia al enfrentamiento con un toque de ninguneo y elaborando una curiosa lectura pro dictadura de Muevan las industrias.