Cholomandinga esa vez lo había logrado aunque la victoria no fue completa. En 1996, cuando apenas llevaban un año de actividad, ganaron el concurso de bandas nuevas Puro grupo del programa Extra Jóvenes, adjudicándose la posibilidad de grabar su primer disco en un estudio profesional. Pero una serie de modificaciones en el espacio de Chilevisión hicieron que el canal nunca les diera el premio. Los músicos quedaron con las manos vacías.

Mucho tiempo después, en 2020, Cholomandinga parecía que lo conseguía otra vez. Ya con una carrera consolidada, el conjunto reunía tras 15 años a su formación original, con la que se consagró como una de las coordenadas ineludibles de la fusión de estilos en la escena chilena, acordando grabar dos canciones nuevas y volver a la ruta. Uno de los temas se llama La negra, se masterizó en los legendarios estudios ingleses Abbey Road y fue lanzado en marzo del año pasado. El tour que los haría renacer como grupo y que los reactivaría en los escenarios estaba planificado para abril próximo.

Pero a partir del pasado viernes 4 de febrero, sus anhelos tuvieron un desenlace abrupto. En la madrugada de ese día, su fundador, líder y vocalista, Claudio “Carrumba” Álvarez, moría a los 52 años como consecuencia de un ataque cardíaco.

La victoria nuevamente no había sido total. Los músicos ya en su adultez volvían a quedarse con las manos vacías.

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El núcleo embrionario de Cholomandinga estuvo integrado por “Carrumba” y por el guitarrista Mauricio “Chazcón” Lermanda, quienes se conocieron una tarde de 1996 en una playa de Tomé. De forma casi inmediata se sumó el bajista Cristián “Flako” Lara, para luego seguir con otros miembros que dieron vida al elenco más clásico de la agrupación: todos hermanados por el gusto por el ska, el funk, el rock, la cumbia y las diversas expresiones del cancionero latinoamericano.

La misma formación que tuvo ese paso tan triunfal como fallido por Extra Jóvenes y que, lejos de bajar los brazos, decidió después matricularse en la versión penquista del tradicional programa Escuelas de rock, del Ministerio de las Culturas, donde en 1997 grabaron sus primeros temas. Entre ellos figuraba El opio del pueblo, el que años más tarde escalaría como el mayor hit de la banda.

Envalentonados por esas primeras experiencias, se mudaron a Santiago, instalándose en un departamento en Ñuñoa a cargo del propio “Carrumba”. El cantante ya demostraba sus intereses múltiples: había estudiado Música en la Universidad Católica de Valparaíso -no alcanzó a terminar-, para luego rematar en Periodismo en la Universidad del Desarrollo de Concepción, carrera que sí culminó, desempeñándose entre otras labores como corresponsal de radios Cooperativa y Rock & Pop.

“Pero lo principal es que el ‘Carrumba’ era súper hippie. Le gustaba tomar en la cuneta, pintar, cantar con la gente en las fogatas en la playa. Tenía una sensibilidad súper especial y todos en el grupo congeniamos”, define hoy “Chazcón” Lermanda.

En la capital empezaron a ganar un espacio en el circuito de festivales municipales, bares, pubs y fiestas universitarias, capturando la atención del músico que se convertiría en una suerte de padrino y promotor no oficial: Joe Vasconcellos. Sin él, no se entiende el despegue de Cholomandinga. El ex Congreso escuchó sus primeras composiciones un par de veces y quedó flechado.

“Vi en ellos un nombre genial, buen humor y autenticidad. ¿Como no jugársela por ellos?”, rememora Vasconcellos. De hecho, el hombre de Mágico se la jugó sin aprensiones: “Carrumba” siempre contaba que alguna vez Vasconcellos había sido invitado a una radio capitalina para programar sus canciones favoritas del momento. En la previa, avisó que una de sus escogidas era El opio del pueblo, tema cuya letra deslenguada imaginaba un país en jarana permanente, abrazando distintos chilenismos y descargando dardos contra la clase dirigente: la emisora se negó a pasar el tema. Vasconcellos les dijo que si no le permitían mostrar la canción, no daba la entrevista. Terminó ganando el gallito.

“Cuando contaba esa historia, yo no le creía mucho al ‘Carrumba’. Joe era alguien demasiado grande para nosotros”, admite Lermanda. Para comprobar si el relato era cierto, el músico aprovechó que tiempo después coincidieron con Vasconcellos en un evento en el coliseo La Tortuga de Talcahuano. Ahí quisieron probar sonido, pero técnicos de otros grupos que participaban les negaron el escenario. Para ver si nuevamente Joe salía en defensa de ellos, “Chazcón” fue hasta el camarín del intérprete para comentarle el entuerto: en un par de minutos, resolvió todo y se encargó de que Cholomandinga ensayara con sus técnicos y con sus equipos.

"Carrumba" en un show junto a "Chazcón". FOTO: Gentileza: Mauricio Lermanda.

Con esos episodios, establecieron un vínculo férreo que incluso los llevó a grabar su primer disco, Porque Chile es porno (2003), a los estudios Batuke, propiedad de Vasconcellos, editado además por el Sello Azul de la SCD.

Carlos Salazar, ejecutivo de esa disquera, recuerda: “Ellos representaban algo muy interesante: el rock mestizo. Rock con muchos elementos chilenos. Todo lo lideraba ‘Carrumba’ con ironía, con humor, con una mirada muy de barrio y con un discurso social aún muy en pañales, porque no era algo que en ese tiempo se diera mucho en el país. Era muy carismático y tenía un look como de un Jesucristo en decadencia. Es hoy una pérdida poco valorada de la música chilena, desapareció sin haber podido construir un trabajo a largo plazo”.

Sin embargo, en su era de mayor éxito, a mediados de los 2000, Cholomandinga se adelantó a un sonido de pulso fiestero y letras agudas que luego caracterizarían a toda una generación de conjuntos chilenos, volviéndose habitual en nombres como Juana Fe, La Combo Tortuga o Santaferia.

Cristóbal González, parte de los desaparecidos Santo Barrio, fue uno de los músicos que más compartió en esos días con Cholomandinga: “Nos potenciábamos mutuamente. Nos impresionaba sus letras y lo buenos músicos que eran. Y la performance de ‘Carrumba’ era cuento aparte. Era un tipo profundo y divertido, que abrió caminos; me hubiera gustado que hubiese ocupado mayor espacio en esta escena de la nueva cumbia, se lo merecía”.

"Carrumba" Álvarez junto a Cristóbal González de Santo Barrio. FOTO: Gentileza Cristóbal González.

“Flako” Lara, el otro vértice de Cholomandinga, también recuerda esos años como un camino a momentos cuesta arriba: “Nos dimos cuenta rápidamente que no éramos ni para la tele ni para la radio. Escuchábamos en esa época a muchos productores decirles a algunos grupos chilenos: ‘tu huevada se parece a Oasis, son como los Oasis chilenos... bacán, porque eso es lo que buscamos’. Nosotros éramos un híbrido que no se parecía a nada”.

Aunque el grupo en su mejor minuto igual logró posicionarse en varias radios, la fiesta terminó luego. Y vino la resaca: a partir de 2005, varios de sus integrantes históricos abandonaron sus filas. “Carrumba” no estaba dispuesto a que el proyecto sucumbiera entre la incomprensión y la soledad, por lo que sumó a una serie de músicos nuevos para seguir tocando y grabando.

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Fueron días donde debió masticar aún más cierta distancia con el medio local. Y casi como una forma no explícita de regresar a la cuna, el cantante hace cerca de cinco años decidió irse a vivir solo a la playa: el mismo sitio donde se inició la historia de Cholomandinga.

Eso sí, esta vez el lugar escogido fue El Quisco, llegando a una casa cerca de donde también residían sus padres y con los años teniendo como única compañía a una gata llamada Pirinola. Almendra hoy tiene 26 años, estudia Arquitectura y es su única hija, fruto de su matrimonio con la pintora Francia Ríos: “Él siempre fue muy playero y lo que más recuerdo de mi padre son las puestas de sol que vimos juntos. Tenía todo un tema con conectarse con el mar y estaba alucinado con el litoral de los poetas, quería conectarse con la escritura, quería escribir con tranquilidad”.

El cantante en 2008 en un show en la Estación Mapocho. FOTO: Gentileza: Mauricio Lermanda.

En 2020 llegó la pandemia, pero también un llamado telefónico del mánager histórico de Cholomandinga, Óscar Parraguez, quien le proponía volver a verse las caras con los miembros que habían integrado los pasajes más gloriosos de la agrupación. Armaron un Zoom, un grupo de WhatsApp y en un par de semanas ya estaban registrando a distancia dos nuevas canciones, entre distintos estudios repartidos por el país.

Una de ellas fue la ya consabida La negra y la otra la llamaron Horcón. La primera precisamente la enviaron para su masterización a los estudios londinenses célebres gracias a The Beatles, simbolismo quizás de la ambición con que los chilenos querían asumir esta segunda vida. Pero nunca llegaron a mostrarla en vivo ni a promocionarla.

Almendra dice que el aislamiento obligado que precipitó la crisis sanitaria, la ausencia de conciertos y la falta de instancias más colectivas, empezaron a mermar el ánimo de su padre. “Le hizo mal, lo debilitó mucho. Quizás haya sido difícil para él asumirlo, porque estaba reactivando su grupo, con muchos proyectos, muchas ideas. Tres días antes de morir estaba mandándoles canciones a sus compañeros para que siguieran grabando. Nosotros nos íbamos a ver ahora en febrero”.

Cholomandinga en un show a mediados de la década de los 2000. FOTO: Gentileza Mauricio Lermanda.

En ese trance, “Carrumba” comenzó a incubar una serie de silenciosos problemas circulatorios y cardíacos que de manera progresiva empezaron a afectar sus organismo, sobre todo su movimiento en piernas y pies. Nunca fueron demasiado evidentes ni los manifestó con claridad con su entorno familiar.

“Chazcón” Lermanda acota: “Yo siempre le insistía que nos juntáramos luego, pero me decía que no podía desplazarse mucho, que tenía problemas a los pies, que a veces no se podía parar bien y que estaba esperando lo que le dijera el doctor. Tampoco le hacía mucho a ir al hospital, era medio porfiado con ese tema. Y aunque era algo que arrastraba de antes, a todos nos pilló por sorpresa su muerte. Nadie lo esperaba”.

“Flako” Lara también retoma: “Hace cerca de dos semanas hablé con él y quedamos de terminar unos temas y de programar la gira que teníamos. Nunca nos dijo mucho de la enfermedad que tenía, siempre lo conocimos tal cual era. Siempre fue un hippie, pero un hippie de verdad, lo suyo no era una pose”.

Francia Ríos agrega: “Él era una persona muy sensible y siempre tuvo las ganas de seguir tocando. Nunca pensó que se iba a morir ni que tendría un final tan abrupto. Pero al menos creemos que se fue en paz y lleno del cariño de la gente”.

“Carrumba” falleció precisamente cerca del mar, el espacio geográfico que determinó su destino y que abrazó hasta el adiós. Y en su funeral en el Parque del Sendero en Maipú, varios músicos de otras bandas nacionales se unieron para despedirlo entre guitarras, trompetas y percusiones: esa fiesta que tanto le gustaba y que también abrazó hasta su partida definitiva.

Artistas nacionales en el funeral del domingo pasado de "Carrumba" Álvarez. FOTO: Gentileza Cristóbal González.