Por la cruz y la bandera: el regreso de la performance que sacudió al país hace 30 años
Esta noche, Patricia Rivadeneira y Vicente Ruiz liberarán gratis por algunas horas el registro completo de su célebre obra de 1992 en el Museo Bellas Artes. Una acción de arte que pocos presenciaron pero que se volvió un mito de la escena cultural y generó una violenta y escandalizada reacción desde ciertos sectores de la sociedad chilena, por el desnudo de su protagonista, su crucifixión y el uso de la bandera nacional. “Recién hoy las preguntas simbólicas que hace esta performance están suficientemente legitimadas políticamente", asegura la actriz.
Vicente Ruiz tuvo que recluirse por algún tiempo ese verano de 1992. “Me tuvieron que esconder en una casa, varios días. Vino alguien y me llevó, me metió en un lugar y nadie más supo donde estaba”, recuerda.
Eran los últimos días de un verano especialmente agitado para el país, en plena transición democrática, que había comenzado con el estreno de los fuegos artificiales de Año Nuevo en la Torre Entel, la liberación del empresario Cristián Edwards tras cinco meses secuestrado por miembros del FPMR, y un Festival de Viña polarizado, en el que Flor Motuda fue pifiado por el Monstruo y los españoles Mecano revolucionaron la Quinta Vergara cantando su éxito Mujer contra mujer, censurado por el régimen militar. Dos semanas después, la sociedad chilena se volvería a sacudir por un desfile de modas benéfico que terminó en escándalo nacional en la sala Matta del Museo de Bellas Artes.
“Hubo mucha bulla, bulla conducida. Mucho cacareo”, rememora Ruiz, artista, actor, coreógrafo y creador de Por la cruz y la bandera, la performance que la noche del 27 de febrero de 1992 se presentó en la nave central del museo generando un inusitado revuelo político y mediático, con todas las portadas de los diarios del día siguiente llevando la foto de la actriz Patricia Rivadeneira desnuda, cubierta por una bandera chilena y crucificada frente a los sorprendidos asistentes.
“Terremoto por desfile porno”, “Desfile de modas terminó con Paty Rivadeneira en cutis”, “Escándalo en el museo”, fueron algunos de los titulares de la prensa luego de la presentación, realizada durante un desfile convocado por diseñadores de moda para llamar la atención por los enfermos de Sida, con autoridades de gobierno presentes. La idea de Ruiz y Rivadeneira era denunciar la discriminación y la precaria situación de las minorías en Chile, sexuales y étnicas, en medio de la naciente democracia. De hecho, la crucifixión de la actriz fue acompañada por un grupo de mapuches tocando sus instrumentos.
Pero la imagen de su cuerpo desnudo y el uso de la cruz y la bandera eclipsó cualquier debate más profundo y conmocionó a diversos sectores, desde el Ejército y la Iglesia a políticos de varios colores. Incluso a las autoridades concertacionistas -la Segegob de Enrique Correa rechazó el espectáculo a través de un comunicado -y a Nemesio Antúnez, entonces director del Bellas Artes, quien declaró que el montaje incluyó “escenas deplorables”.
“Hubo una gran reacción a todo nivel. Hablaron ministros, políticos, habló la gente que pela el cable, otros artistas, las editoriales de los medios de comunicación. Luego tuve amenazas de muerte. Se dividió la sociedad entre los antiguos y los jóvenes. Los antiguos me veían en el supermercado y me gritaban antipatriota, los jóvenes venían en masa a la calle a abrazarnos y darnos besos... fue muy increíble”, rememora Ruiz.
Para Rivadeneira, lo ocurrido marcó su carrera y la reacción en su contra fue especialmente dura. “Y muy violenta. Creo que recién hoy me doy cuenta de lo traumático que fue para mí emocionalmente, físicamente, y bueno, también hubo muchas puertas que se cerraron. Pero creo que cuando una puerta se cierra, se abren otras”, rememora sobre los coletazos de una acción artística que se convirtió en un mito de la escena cultural chilena, pero que -y tal vez por lo mismo- en realidad pocos presenciaron en vivo y en directo.
Transcurridos 30 años, ambos artistas vuelven a reunirse para revivir la icónica performance. Esta noche, a través de la plataforma Escenix, exhibirán por primera vez el registro íntegro de la puesta en escena de 1992, a partir de un archivo audiovisual desarrollado por el realizador Enzo Blondel. La transmisión tendrá acceso liberado para el público entre las 21.00 y las 00.00 y se iniciará a la hora exacta en que se presentó la acción de arte hace tres décadas. “Como un cometa que pasa en su órbita dos veces por el mismo lugar”, dice Ruiz.
Volver al museo
Más que un simple acto de nostalgia o autohomenaje, lo de esta noche, según sus gestores, es un intento por tratar de reivindicar y recontextualizar aquel trabajo, así como un experimento para ver cuánto han cambiado en estos 30 años el país y los propósitos del arte. De alguna forma, una nueva performance sobre la performance original.
“Hay mucha gente que nunca lo vio, y por supuesto es un registro que no alcanza a plasmar la emoción de ese momento. Pero creo que es muy interesante como archivo de antropología sociocultural, sociopolítica, y espero que pueda servir de inspiración para muchas generaciones de jóvenes”, explica Rivadeneira.
“Lo primero es darla a conocer, porque en su momento la vieron pocas personas. Vamos a ver cómo se comporta en la sociedad este domingo, a partir de su reaparición. O si va gente a verla, cómo va a reaccionar la sociedad después. Quizás pase inadvertida hoy día”, se pregunta Ruiz. “Y al mismo tiempo, queremos contrastarla y ver qué relación tiene con la performance de hoy, que tiene otros referentes importantes, como Cheril Linett de la Yeguada Latinoamericana, Lastesis y Delight Lab, por nombrar a los más famosos. Todos ellos han tenido bastante problemas, algunos fueron tomados presos. Entonces, ¿hemos avanzado realmente respecto a esta relación del arte con los aspectos de la censura, por ejemplo?”.
Si bien los efectos y reacciones que pueda generar esta reposición virtual son desconocidos para sus impulsores, el sólo hecho de poder volver a mostrar la obra y hablar de ella tiene un efecto que describen como “sanador”. Destacan en ese sentido la acogida que ha tenido el proyecto dentro del Museo Bellas Artes, donde esta semana los actores se reunieron junto a Blondel en un encuentro privado para exhibir en sus monitores el registro que se liberará esta noche. De paso, trabajan junto al recinto en la realización de un conversatorio, con el que esperan abordar la obra 30 años después desde un punto de vista más académico.
“Es simbólico también que las autoridades del museo se hayan abierto a reconocer este hito, esta obra emblemática, como una obra de arte. Eso para nosotros era algo bien importante”, asegura Rivadeneira.
Esta última fue la que se llevó la mayor parte del costo que trajo aquel 27-F del arte contemporáneo chileno, en días en que la Iglesia Católica incidía y estaba muy presente en el debate cultural y en la cartelera (ese mismo año, de hecho, impidió el debut del grupo británico Iron Maiden en Santiago). Y aunque por ese entonces tanto ella como Ruiz ya eran figuras reconocidas de la escena artística local, con varios trabajos en conjunto durante los 80 (Las Cleopatras, Antígona), la actriz de Caluga o menta, que por esos días protagonizaba la teleserie Trampas y caretas -y poco antes había caído presa por posesión de plantas de marihuana- quedó en el ojo del huracán, su cuerpo desnudo se viralizó en páginas impresas y también sufrió hostigamiento y amenazas de muerte.
“Hay algo que dije en su momento, que seguí repitiendo y que quisiera nunca olvidar: creo que un artista debe resistir a los embates de la censura, a la incomprensión. Creo que un artista, o por lo menos yo siempre he querido vivirlo de esa manera, debe ser un disidente, un desobediente, porque debe tener la suficiente independencia para poder ser crítico respecto de las contingencias, respecto de lo que se nos impone como dogma”, declara hoy.
“El trato que se le dio a la actriz no sé si hoy se podría, porque ahora hay leyes. El hostigamiento, la manera de tratarla en ese minuto, lo del ‘pornoshow’... por eso me importa mucho que de cierta manera se rectifique la performance que hicimos con Patricia, reconducirla a su estado de obra de arte sin desligarla del contexto, que fue lo que se remeció”, comenta el director del montaje, quien en su minuto incluso salió a pedir disculpas por una reacción que nunca esperó y que ninguno de sus trabajos previos -muchos de ellos con desnudos e imágenes iconoclastas en escena- tuvo al menos a esa escala.
En ese sentido, los protagonistas de Por la cruz y la bandera ven también lo de esta noche como una forma de rescatar los temas que esta planteaba, los que consideran plenamente vigentes. “Recién hoy las preguntas simbólicas que hace esta performance están suficientemente legitimadas políticamente. Recién hoy el movimiento feminista tiene la potencia, la fuerza y se ha valorizado también como una salida hacia un mundo mejor. Que las mujeres tengamos, digamos, la igualdad de derechos. Recién hoy el pueblo mapuche está en la agenda y se ha legitimado en sus demandas”, dice Rivadeneira.
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