Crítica de discos de Marcelo Contreras: Tears for Fears, King Crimson y Johnny Marr siguen brillando
Grandes instituciones del pop y el rock de las últimas décadas reaparecen con títulos donde corroboran un fulgor que aún no se apaga.
Tears for fears - The Tipping Point
Este séptimo álbum de Tears for Fears significa un triunfo en contra de los designios. Entre un ex manager desinteresado en novedades en pos de monótonas giras nostálgicas y el calvario de Roland Orzabal, golpeado en ánimo y salud por la muerte de su esposa en 2017 debido a una demencia por alcoholismo, el dúo que completa Curt Smith atravesó una seria crisis.
Creativamente, sumaban casi dos décadas ensayando una modernización tapizada de covers de artistas como Arcade Fire y Hot Chip, junto con tantear colaboraciones inconducentes. Finalmente un almuerzo y un encuentro cercano con guitarras acústicas, sellaron el regreso con una obra que le da la razón al grupo sobre resistir el empaque número-del-recuerdo.
Rivers of mercy remite al clásico Woman in chains y resalta como una excepción guiñando notoriamente al pasado, en tanto el resto del material apunta hacia una evolución natural y lograda, que instala a Tears for Fears con majestuosidad en este milenio. Si bien escasean los estribillos de fácil memorización, The Tipping Point conjuga nuevamente rock clásico, soul y escenarios electrónicos, en nombre de un pop convencido que el público merece lo mejor.
King Crimson - The Great Deceiver (Pt. I, Pt. II)
Entre 1973 y 1974, King Crimson era una bestia musical incomparable tanto en estudio como en directo, mediante una seguidilla de álbumes clásicos -Lark’s tongues in Aspic, Starless and bible black y Red-, inspiración para algunos insoslayables de los 90 como Nirvana, Primus y Tool, abriendo camino hacia el metal progresivo con las libertades del jazz en piezas agresivas, lúgubres y sorprendentes.
El proyecto del genio de la guitarra Robert Fripp demoró años en ingresar al streaming y el catálogo disponible en vivo aún es incompleto, pero este lanzamiento de 1992 empacado originalmente en un box set de cuatro discos, cubre un periodo extraordinario de gira por Inglaterra, EE.UU. y Canadá. La fidelidad de los registros permite escuchar hasta los chistes del público y el fervor al cierre de soberbias composiciones como las dos partes de Lark’s tongues in Aspic, 21st century schizoid man, Starless, Fracture y Exiles, más una serie de improvisaciones, todo en un nivel de interpretación superlativo con Bill Bruford jugando adelantado como siempre en batería, el versátil violín de David Cross, el pastoso bajo del vocalista John Wetton, y el mellotron y la guitarra vanguardista de Robert Fripp, al mando de una banda imprescindible.
Johnny Marr - Fever Dreams pts 1-4
En carta abierta publicada en enero, Morrissey exigió a Johnny Marr que deje de mencionarlo. “¿Podrías, por favor”, suplicó melodramático, “hablar de tu propia carrera, de tus propios e imparables logros en solitario y de tu propia música? Si puedes, ¿podrías dejarme al margen?”.
Los deseos del ex cantante de The Smiths son órdenes, si consideramos este álbum doble como una respuesta musical hacia el ex compañero, un tapabocas a través de un cancionero de alta calidad. Johnny Marr, uno de los arquitectos definitivos de la guitarra en los ochentas y una influencia mayor en el brit pop, reunió epés publicados desde el año pasado, completando un álbum doble de 16 temas con una hora y 13 minutos de música.
Fever Dreams retrata cuán lejos ha llegado explorando la guitarra como un arma capaz de desdoblarse en distintas funciones, sin perder el foco pop rock mediante infinidad de riffs y arreglos, incluyendo refrescantes toques de synth pop, junto con empujar sus límites como un cantante de habilidades acotadas, pero cada vez más eficaz en el diseño de melodías y ganchos. Sobran algunos temas, como reina la certeza que Johnny Marr sigue siendo mucho más que la institución The Smiths.
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