Es un rito al que la escena audiovisual chilena se ha acostumbrado durante la última década. Esta noche (21 hrs., por TNT y CNN Chile), por quinta vez en los últimos nueve años, con la candidatura de Bestia la producción local vuelve a jugarse la posibilidad de ganar una estatuilla dorada en los Oscar, el galardón alcanzado en 2016 por Historia de un oso y dos años después por Una mujer fantástica.

Dirigido por Hugo Covarrubias y producido por Tevo Díaz, el filme nominado a Mejor cortometraje animado encara el hito de transformarse eventualmente en la tercera producción nacional en triunfar en la ceremonia, pero también el inevitable cierre de una etapa, la culminación de un conjunto de esfuerzos que fueron desde el estudio de la figura de la torturadora Íngrid Olderöck hasta los pasos que la condujeron a la entrega de los Premios de la Academia en Los Angeles.

Aquí revisamos algunos de esos episodios:

*Las lecturas y los referentes

Los malos (2015), el libro de perfiles editado por la argentina Leila Guerriero, e Historia secreta de Chile (2009), de Jorge Baradit, fueron dos de las primeras lecturas del equipo comandado por Covarrubias. Junto a Tevo Díaz y el coguionista Martín Erazo, el realizador exploró inicialmente la posibilidad de crear una serie de animación stop motion sobre distintos personajes de la historia local. En esa idea ya tenía reservado un capítulo Íngrid Olderöck, en quien profundizaron al estudiar el trabajo de investigación de la periodista Nancy Guzmán (Íngrid Olderöck, la mujer de los perros, 2014).

Una vez que depuraron el concepto y optaron por dar forma a un corto inspirado en la torturadora de la Dina, el director se guio por un puñado de referentes cinematográficos para aterrizar su propuesta, entre ellos Repulsión (1965) y The tenant (1976), ambas de Roman Polanski, además de algunos títulos del danés Lars von Trier. Por recomendación de un colega cuando el rodaje ya había iniciado, luego vio Hereditary (El legado del diablo), el visceral filme de terror de Ari Aster. “Para mí no eran referentes en torno a cómo elaborar las escenas o las escalas de planos; son películas con un tono particular con el que causan sensaciones en ciertos momentos. Yo necesitaba causar esas sensaciones”, explica Covarrubias.

*Brillo versus opacidad

En la antesala a recibir la nominación a los Oscar, varios de los comentarios que recibió el equipo de Bestia en el extranjero rezaban que el cortometraje primero conquistaba por su visualidad y luego por el implacable despliegue de su historia.

La primera virtud tiene como base la apuesta del cineasta por diseñar a su personaje principal a semejanza de una muñeca rusa. Realizada con un material derivado de la resina–que parece cerámica pero cuyo peso es más ligero–, la estética de la protagonista selló el carácter del filme. En ese sentido, el director definió la creación de cuatro tipos de expresiones para ella (neutral, rabia, asombro y una tenue tristeza) y dos muñecas que soportaran esas caras intercambiables.

Tanto o más importante que eso fue determinar que el mundo que rodea a la protagonista –su casa, el centro de tortura, las calles– luciera más opaco a la vista, tomando forma casi únicamente mediante papel y cartón. Todas las miradas están en el rostro del personaje inspirado en Íngrid Olderöck, pero en ese contraste se erige una de las mayores fortalezas de la cinta y su amplificación en el espectador.

*Animar con salvoconducto y mascarilla

Durante gran parte del proceso, Hugo Covarrubias se acompañó de un promedio de cinco personas en el rodaje, un equipo desplegado en la Estación Mapocho entre muñecas, objetos de la época y el perro del personaje central. Pero el set se vació por completo una vez que comenzó la cuarentena, en marzo de 2020.

Inicialmente impedido de asistir al estudio, al realizador se le abrió un espacio para estructurar en detalle las secuencias que restaban por grabar. Algunas eran las más desafiantes del cortometraje: aquella en que, enfurecida, la protagonista rompe su mesa y su hogar, o el momento en que se le aparecen sus víctimas entre las nubes.

Para terminar lo que faltaba (cerca de un tercio del total), la mecánica que siguió fue tomar la bicicleta y portar un salvoconducto para trasladarse hasta al centro cultural algunos días de la semana. Durante ese periodo su dupla en el lugar fue la directora de arte, Constanza Wette, aunque en ocasiones también acudió solo. “Era todo un poco riesgoso, pero nos dio tiempo para hacerlo con calma, con tranquilidad, porque nadie nos estaba apurando. A lo mejor no habría quedado tan bien si lo hubiéramos hecho a la rápida”, señala el cineasta.

*Un admirador inesperado

Celebrado desde 2012, el certamen nacional Chilemonos se ha posicionado a la cabeza de la animación latinoamericana gracias, en buena parte, a que se ganó el rótulo de festival calificador para los Oscar y a la permanente visita de realizadores extranjeros, como Peter Lord, director de Pollitos en fuga (2000), y Steve Martino, responsable de la cuarta parte de La era de hielo (2012).

Foto: AP Photo/Esteban Felix

En 2019 quien aterrizó en Santiago fue Paul Harrod, diseñador de producción de Isla de perros, el elogiado largometraje de Wes Anderson. Una película que, fuera de también incluir en su trama a cánidos y ser rodada en animación stop motion, no comparte demasiados rasgos con Bestia. Sin embargo, al artista estadounidense le encantó la propuesta de Covarrubias cuando irrumpió en su rodaje.

“Quedó maravillado con lo que estábamos haciendo, con la temática. Nos manifestó que en EE.UU. no se hacían este tipo de cosas y que era muy importante abordar la memoria de la manera en la que la estábamos abordando”, expresa el director nacional sobre ese encuentro. Antes de que Guillermo del Toro lo tildara de “tremendo corto”, o que Steven Spielberg quedara flechado con la apariencia de la muñeca protagonista, primero estuvo Harrod.

*El día en que analizaron no ir a los Oscar

Para ingresar en la órbita de los Oscar no basta con acaparar comentarios elogiosos o conseguir un espacio en los principales certámenes de la animación mundial. El primer requisito es muy concreto: ganar un festival que sea calificador para los Premios de la Academia, puerta de ingreso a la llamada “lista larga” por la estatuilla dorada, un grupo de cerca de 90 títulos que, de manera inédita, en 2021 reunió a otros dos cortos chilenos: Los huesos, de Cristóbal León y Joaquín Cociña, y El niño y la montaña, de Santiago Aguilera y Gabriel Monreal.

Con su victoria en tres encuentros cinematográficos de esa categoría, el filme de Covarrubias tenía totalmente cubierta esa tarea. Pero faltaba tener la conversación de rigor antes de completar la inscripción: ¿era esta la temporada en que Bestia tendría más posibilidades de alcanzar una candidatura a los Oscar, o era mejor esperar un año?

Los realizadores estipularon que esta última era una alternativa demasiado riesgosa –habría implicado ganar un nuevo festival calificador durante los próximos 12 meses–, por lo que optaron por seguir con la ruta. No se equivocaron.

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