En la mente de la creadora de Red: “Yo era una furiosa bestia hormonal que peleaba con mi mamá todos los días”
Criada en Toronto, y parte del estudio Pixar desde 2011, la directora Domee Shi se inspiró en su adolescencia y en la relación con su madre para dar forma a su exitoso primer largometraje, disponible en Disney+. “Las personas pueden sentir cuando una película no es auténtica y les habla con condescendencia”, dice en entrevista con Culto, junto con abordar la influencia del animé y su colaboración con Billie Eilish.
Los primeros segundos podrían funcionar como un breve video con instrucciones de cocina: una vez que la masa ya está formada, se amasa enérgicamente con las dos manos hasta lograr una textura sólida, y esta luego se corta en trozos que permitan crear bolitas; cada una de estas se aplana con la ayuda de un uslero y se procede a rellenar con carne de cerdo y verduras, para después hornear a vapor.
Terminada su preparación de los dumplings –los deliciosos trozos de masa con relleno de origen chino–, la mujer protagonista se sienta a comer con su marido. Podría ser la primera comida de cualquier día, pero cuando queda sola se sorprende porque al probar su bocado este empieza a llorar y descubre atónita que tiene ojos y boca y le crecen extremidades. Encantada con su aparición, enseguida no se quiere despegar de la extraña criatura que tiene a su cuidado, tratándola como si fuera un hijo propio.
En 2014, Domee Shi (Sichuan, 1989) imaginó ese original concepto como el eje de su primer filme como directora en Pixar. Lo llamó Bao y, luego de cuatro años de trabajo, la cinta de siete minutos acompañó el estreno en cines de Los Increíbles 2 (2018) e hizo historia al ganar el Oscar a Mejor cortometraje animado. En una capa netamente creativa, su encantadora película sobre una mujer que sufre el síndrome del nido vacío fue la primera ocasión en la que la realizadora se inspiró en su experiencia como hija de inmigrantes chinos en Toronto, Canadá, y en específico en el intenso vínculo con su madre.
“Mi mamá a menudo me abrazaba y me decía ‘oh, desearía poder volver a ponerte en mi estómago para saber exactamente dónde estabas en todo momento’”, explicó Shi en esa época. “Yo le respondía: ‘mamá, eso es dulce, pero espeluznante’. Quería explorar eso (en Bao)”.
Red, su primer largometraje como cineasta, también se basa en su vida en sus primeros años en la ciudad canadiense. Pero si el corto de 2018 adoptó la óptica de una progenitora, el filme que se lanzó con éxito recientemente en la plataforma Disney+ tiene a una hija como personaje central.
“Provino de mi propia experiencia al crecer como una tonta niña chino-canadiense cerca de los 2000, realmente luchando por ser una hija perfecta para mi madre, pero también una furiosa bestia hormonal que peleaba con ella todos los días”, señala la directora en conversación con Culto a través de Zoom.
En su debut en el formato largo –el número 25 del estudio de Buscando a Nemo (2003) y Up (2009)– Shi decidió incluir una bestia enorme y peluda al centro de la historia: cada vez que experimenta emociones fuertes Mei Lee, la niña chino-canadiense de 13 años que encabeza la cinta, se convierte en un panda rojo que no tiene cómo esconderse del mundo.
En Bao un dumpling viviente fue la metáfora elegida para hablar de una madre sobreprotectora y su hijo varón que se fue de la casa; de un modo homologable, su nuevo filme tiene a un animal que funciona como la imagen perfecta para hablar de la llegada de la pubertad. Un periodo de la vida en el que, según especifica la directora, por momentos no se reconocía frente al espejo, tal como Mei cuando descubre horrorizada que se transforma sin control en un panda rojo.
“Qué cualidad no compartimos”, se pregunta entre risas la realizadora frente a sus innumerables similitudes con el personaje principal de la historia. “Como ella y sus amigas, yo estaba muy obsesionada con las boy bands. Pero era una joven muy obsesiva con diferentes cosas, principalmente el animé o Harry Potter. Sí, esa fue la chispa detrás de la película”, asegura.
Una cinta con impronta personal
Con encanto y sin temor a la especificidad, Domee Shi urde el mundo de una joven inmigrante en Toronto, introduciendo las tradiciones, cosmología y, por supuesto, la comida de origen chino. Construida como una aventura que no da tregua, en paralelo la cinta brinda un retrato de la época en que creció la directora: los 2000 en que brillaban las bandas de chicos (NSYNC era la favorita de ella, mientras que en la historia las protagonistas se derriten por la ficticia agrupación masculina 4*Town) y las formas para comunicarse y disfrutar de la cultura popular eran radicalmente diferentes a la actualidad.
Parte del reto de Pixar durante los últimos años ha girado en torno a cómo seguir realizando películas con su magia de siempre pero sin tocar el mismo conjunto de teclas que lleva presionando con acierto durante más de dos décadas. En ese sentido, Luca (2021), del italoamericano Enrico Casarosa, y ahora Red le han dado nuevos bríos a la firma, el necesario contrapunto ante la incesante producción de secuelas de sus mayores hits (o experimentos más extraños, como Lightyear, que llega en junio a las salas y cuenta la historia del hombre que inspiró al juguete de la saga Toy story). Ambas honran la tradición del estudio y al mismo tiempo se adentran en nuevas rutas. Y, por cierto, hubiera sido un placer ver ambas en pantalla grande, pero Disney las envió directo al streaming, despertando el disgusto de los trabajadores de la compañía, según diversos reportes.
-Esta película la convierte en la primera directora mujer en solitario de un largometraje de Pixar. ¿De qué manera eso la estimuló a crear una cinta fresca y distinta a lo que el estudio había hecho antes?
Desde el principio realmente queríamos que el estilo y el aspecto de esta película se sintieran diferentes, porque nuestra protagonista es muy diferente de los de cualquier otro filme de Pixar en el pasado. Ella es esta tonta, exaltada, apasionada niña de 13 años, y realmente queríamos diseñar el mundo para que se sintiera como ella se siente, cómo ella vería el mundo. Y el animé se sintió como el estilo perfecto para hacer eso, porque es muy expresivo. Era el estilo perfecto para contar esta historia sobre esta chica que siente tantas emociones.
Lindsey Collins, la productora que acompañó a la cineasta durante todos los altos y bajos del proceso, también aporta su mirada. “Creo que la ecuación es que se siente fresca y diferente porque la narradora es fresca y diferente”, afirma. “Estoy protegiendo eso hasta cierto punto en el transcurso de cuatro años. El resultado final sólo podría ser una película contada por Domee”.
Parte de Pixar desde 2011, cuando primero ingresó como pasante, la directora acumula experiencia en los equipos de producciones como Intensamente (2015), Un gran dinosaurio (2015) y Toy story 4 (2019). Pero ninguna de ellas tiene el referente que sella el trabajo de Red: en la cinta de Shi la mayor inspiración estética fue el animé, desde el trabajo del maestro japonés Hayao Miyazaki hasta las series Sailor Moon, Ranma ½ y Fruits Basket, todos títulos fundamentales para la realizadora durante su niñez y adolescencia.
“Crecí amando el animé tanto como Disney y Pixar. Porque son historias geniales, interesantes y mágicas que giran en torno a protagonistas femeninas que salvan el mundo pero también van a la escuela secundaria y se enamoran de los chicos. Para mí, fueron una gran manera de escapar”, dice, recordando las horas y horas que pasó frente al televisor mientras vivía con sus padres en Toronto, mucho antes de aterrizar en la compañía cuya sede está en San Francisco, Estados Unidos.
“Realmente me formaron como narradora y como artista. Cuando llegué a dirigir mi primer largometraje, tenía sentido que me inspirara en el animé y en la animación occidental y tratara de fusionarlos de alguna manera. De alguna forma, siento que soy oriental y occidental, una fusión de eso, por lo que la película también se siente así”, añade.
Quizás donde se torna más evidente la mano de Shi es en el tratamiento de temas como la menstruación y la opresiva relación de la protagonista con su madre, que impactan al público con fuerza pese a que el filme contiene varios elementos de fantasía. Ambos ángulos de la trama han despertado confusión en algunos críticos algo extraviados, pero sellan un hito: a partir aquí se abre la puerta para que otras directoras y directores exploren sin pudor situaciones que suelen ser tabúes en el cine de animación de factoría estadounidense.
-En esta era de TikTok, redes sociales y saturación de tecnología, ¿cuál es el mayor desafío detrás de intentar hablarles a adolescentes y niños sobre una experiencia que viven o vivirán pronto?
Creo que consiste en no hablarles de manera condescendiente, (sino que) presentarles historias que los hagan sentir vistos y que sus sentimientos se sientan validados, incluso si es una tontería como “tengo muchas ganas de ir al concierto, pero mi mamá me dice que no”. Eso lo tratamos con absoluta seriedad. Esas son apuestas de vida o muerte. Y creo que las personas pueden sentir eso, pueden sentir cuando una película o una historia no es auténtica y les habla con condescendencia. Ojalá con nuestra película estemos haciendo que se sientan escuchados.
En un movimiento impecable, la cineasta convocó a Billie Eilish, probablemente el mayor referente musical de aquellos nacidos en los 2000. Junto a su hermano Finneas –con quien acaba de ganar el Oscar a Mejor canción original por No time to die–, la autora de Bad guy creó tres composiciones que en la ficción son presentadas como parte de la obra de 4*Town: el éxito pop (Nobody like U), la balada romántica (1 True love) y el tema que alienta la fanfarronería (U know what’s up).
En palabras de Domee Shi, “fue un sueño poder trabajar con ellos. Sabíamos que necesitábamos trabajar con compositores que pudieran hablarle a esta generación de adolescentes y niños, y escribir letras que se sintieran como si golpearan a Mei y sus amigas justo en el corazón”.
Consagrada como la película más vista de Disney+ en sus primeros tres días en la plataforma, y una de las cintas más lúcidas de la etapa reciente del estudio, Red también semeja un impacto directo en el espectador. Uno tal vez insospechado pero que contagia alegría y reflexión. Como en los mejores días de Pixar.
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