La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas ya había esbozado el desenlace de la historia hace más de una semana: Will Smith enfrentaba una inminente expulsión o suspensión como integrante de la organización, además de “otras sanciones permitidas por los reglamentos y estatutos de conducta” de la entidad.
Un abanico de opciones en reprimenda por la bofetada que le dio a Chris Rock en la última ceremonia de los Oscar, el 27 de marzo, el escándalo que opacó cualquier triunfo de esa jornada y cualquier otra coyuntura de Hollywood en lo que va de año.
Por su parte, el gran protagonista del altercado había eliminado dos de esas posibles formas de castigo, luego de presentar su salida voluntaria del grupo a través de una carta compartida cinco días después.
Sin la posibilidad de echarlo ni suspenderlo, este viernes la Academia decretó que el actor de Hombres de negro quede con prohibición total de asistir a las futuras ediciones de los premios y a cualquier instancia (virtual o presencial) que organice la institución. El periodo de tiempo establecido para ese veto son diez años a partir de ayer, por lo que un eventual retorno de Smith a la gala podría sellarse recién a comienzos de 2033, cuando tenga 64.
Aunque no es el primer hecho violento o controversial del que ha sido testigo la ceremonia, por el perfil de los involucrados y el bochorno posterior, la agresión del intérprete no tiene precedentes. Lo mismo aplica con la medida que decidió aplicar la junta dirigencial de la entidad, que se declaró indignada por el “comportamiento inaceptable y dañino que vimos exhibir al Sr. Smith en el escenario”.
La estrella podrá conservar el Oscar que ganó por Rey Richard: Una familia ganadora, pero la sanción tiene otros vacíos: ¿podría ser nominado o alzar una nueva estatuilla pese a que no podrá acudir a la entrega de premios? Los primeros reportes indican que sí. Al menos dos fuentes de la industria consultadas por The New York Times aseguran que sería elegible para cualquiera de las categorías (además de actor, Smith es productor, rol que lo llevó a ser candidato a Mejor película con la cinta que le dio su último protagónico). Y en principio nada impediría que pueda participar en las fiestas que se desarrollan al término de la cita y que no dependen de la Academia.
Entonces, una interrogante válida sería preguntarse si durante la próxima década, pese a su castigo, se generará un clima propicio para que vuelva a ser una figura clave en la temporada de galardones. Su siguiente carta para aspirar a reconocimientos, el drama Emancipation, cumplía con una serie de atributos que la podían convertir en una aspirante seria. Pero, a la luz de la polémica, cuesta imaginar que Apple TV+ (que acaba de triunfar con CODA) pueda lanzarla con bombos y platillos sin presentarla como la “nueva película de Will Smith”, un mote del que ya han huido Netflix y Sony, que tenían proyectos en desarrollo junto al actor y optaron por ponerlos en pausa.
Como muchos elementos de este caso, la revitalización de su vida profesional tendrá que ir de la mano de elementos impredecibles, de un guión de compleja elaboración y ejecución por parte de su equipo de relaciones públicas. Y por tratarse de una de las estrellas más carismáticas y cercanas con sus seguidores -vía Instagram-¸ tampoco parece viable que opte por el mutismo, la estrategia que permitió que por ejemplo Tom Cruise lograra recuperarse de las mayores crisis de su trayectoria.
Will Smith cuenta al menos con un punto a favor: en estricto rigor, no alcanzó a ser expulsado de la Academia, como sí ocurrió con Harvey Weinstein a fines de 2017 -en medio de las decenas de acusaciones de abuso sexual en su contra- y meses después con Bill Cosby y Roman Polanski, ambos condenados por agresiones sexuales y echados por la organización como la antítesis de los “estándares éticos” y el “respeto por la dignidad humana”.
De ellos, el único que aún tiene una carrera es Polanski, prófugo de la justicia estadounidense desde hace décadas pese a recibir condena por haber violado a Samantha Geimer cuando esta tenía 13 años. En una época diferente del medio, ganó el premio a Mejor director por El pianista en 2003 -distinción que jamás le ha sido revocada- y hoy continúa filmando en Europa.
Es sensato pensar que la situación del protagonista de En busca de la felicidad (2006) parece amable al lado de esos otros casos. Pero es igualmente cierto que su reputación y su fama, hoy en jaque, eran mucho más grandes, encumbrado como uno de los actores más poderosos del mundo, y que los estándares de Hollywood -a veces instaurados con disparidad- se han endurecido en el último lustro.
“Espero que la Academia me vuelva a invitar”, cerró Smith en su lacrimógeno discurso en el Teatro Dolby. No imaginaba que días después tendría que rogar por ojalá seguir teniendo futuro en Hollywood.