Su creación fue la respuesta a un problema: muerto Tuco Salamanca, su único (y explosivo) distribuidor de drogas, Jesse Pinkman y Walter White eligieron recurrir a los amigos del primero para seguir vendiendo metanfetamina en las calles de Albuquerque. Una idea destinada al fracaso porque la policía local no tarda en tomar detenido a uno de ellos, obligando a la dupla central a buscar asesoría legal que les asegure protección frente a cualquier asedio al negocio.
Parlanchín y con rasgos de charlatán, Saul Goodman asomó como una solución a los dolores de cabeza del dúo: no era ni el peor ni el mejor abogado que podían conseguir, sólo uno a la altura de su inexperiencia en el rubro. En la sala de guionistas, por cierto, su inclusión funcionó como una pieza clave del puzle que intentaba armar Vince Gilligan con Breaking bad: fue el enlace con otras figuras más siniestras y la fuente de respuestas a interrogantes cruciales de la historia.
El debut del personaje de Bob Odenkirk en la segunda temporada de la serie fue un completo acierto –cargado de humor negro, el contrapunto perfecto del drama central– y en los ciclos posteriores se consolidó como uno de los secundarios favoritos de los seguidores. Pero en ese rol con tintes hilarantes estaba la semilla de un fenómeno imposible de anticipar.
Desde su inicio, Better call Saul, la precuela y spin off de la ficción principal, desbarató cualquier recelo en torno a los alcances de una producción derivada de un gran éxito de la televisión. Lo hizo imaginando los orígenes del abogado, cuando su identidad era la de Jimmy McGill, un profesional de poca monta que lentamente se va asociando con el mundo criminal, hasta corromperse y rebautizarse como Saul Goodman. Una transformación que promete terminar de redondear su sexta y última temporada, que lanzará sus dos primeros capítulos este martes en Netflix.
Siete años después de su estreno, y a las puertas de su final, hay conclusiones por sacar sobre la serie y su protagonista. Según la óptica de Richard Roeper, crítico de cine y series del periódico Chicago Sun-Times, “creo que Bob Odenkirk como Jimmy/Saul ha creado algo fresco y original. Desde Walter White en Breaking bad y, antes de eso, Tony Soprano, no habíamos visto a alguien que haya hecho tantas cosas cada vez más malvadas y, a pesar de todo, de alguna manera seguir siendo empático. La diferencia con Jimmy/Saul es que podría decirse que es el primer personaje del tipo ‘bufón de la corte’ en convertirse en el antihéroe principal de una serie”.
Consultado por Culto sobre su estatura frente al rol encarnado por Bryan Cranston, el especialista responde: “Contra todo pronóstico, creo que Jimmy/Saul ya ha alcanzado ese estatus generacional icónico. La genialidad de Vince Gilligan es que podría haber tomado a cualquier personaje más obvio, por ejemplo, Gus Fring o Hank Schrader o incluso Mike, y centrar toda una serie en torno a ellos. En cambio, vio el rico potencial dramático, trágico y, sí, cómico, a largo plazo en Saul/Jimmy”.
En cinco temporadas de envidiable consistencia, Gilligan, en dupla con Peter Gould, ha desarrollado el mundo interior del protagonista y sus contradicciones vitales, sin poner el jaque el encanto con el que sedujo en sus apariciones en Breaking bad, y rodeándolo de nuevos personajes sobresalientes, como Kim Wexler y Lalo Salamanca. Méritos que no sólo ha logrado operando como precuela que amalgama traiciones, amores y momentos de alta tensión: también, a través de secuencias ambientadas posteriormente al desenlace de la ficción original (donde Goodman es Gene Takavic, un trabajador de un local de comida), Better call Saul es una especie de enigmática secuela.
“Es difícil comparar a Saul/Jimmy con otros antihéroes, pero claramente hay un toque de Walter White en su descenso moral y las diferentes vías de escape que omitió que podrían haberlo llevado por un camino diferente”, sostiene por su parte Brian Lowry, crítico de cine y series de CNN, quien estima que, por el momento, la historia encabezada por Odenkirk no ha alcanzado las cotas de grandeza de Breaking bad. “Pero el hecho de que incluso esté en esa conversación, como una serie derivada de uno de sus personajes secundarios, es un testimonio de lo que los productores han hecho, que sin duda superó mis expectativas”, reconoce.
Tony Soprano, Walter White, Don Draper (Mad men) y Vic Mackey (The shield) son algunos de los antihéroes que dominaron la televisión entre el cambio de siglo y hasta inicios de los 2010. Goodman, heredero de todos ellos, alarga esa tradición, aunque es compleja la discusión en torno a si ha dejado una huella mayor que su predecesora.
“Quizá el momento televisivo en el que ha llegado, con la explosión de las plataformas y el incremento de la producción de ficción, haya jugado en su contra. También creo que el que tuviera detrás la sombra de Breaking bad tan presente ha hecho que sus personajes y su universo siempre haya seguido ligado de alguna forma a la serie madre”, opina Natalia Marcos, periodista y crítica de series de El País.
¿Es el epílogo del linaje de roles con espesor y grises al que pertenece Goodman? La especialista no lo cree. “La televisión de ahora ha girado hacia otro estilo, con tramas y puntos de vista más diversos, con mayor mezcla de tonos y géneros y personajes que se acoplan a ese nuevo mundo. A mí me parece una suerte que ahora haya más variedad donde elegir, y no creo que eso vaya a hacer más complicado encontrar personajes con contradicciones y complejos. Solo hay que mirar personajes como los protagonistas de Succession, Fleabag, I may destroy you... Incluso en Better call Saul, Kim me parece un personaje mucho más rico y complejo que Jimmy en muchos aspectos”, expresa Marcos.