Durante poco más de tres décadas, entre 1986 y 2008, el nombre de David E. Kelley era clave en la industria televisiva. Aparecía en los créditos de éxitos como L.A. Law, Doogie Howser, Ally McBeal y Boston public, entre otras series, siempre en el rol de creador y/o guionista y productor.
Pero cuando terminó Boston legal (drama sobre abogados protagonizada por James Spader y William Shatner), parecía que la máquina de éxitos se le había agotado. Vinieron pilotos que no llegaban a convertirse en nada y varias series que sólo alcanzaron a tener una temporada; y con el alza de otros nombres en la producción, Kelley había pasado a segundo plano.
Eso hasta 2017, cuando reunió a Nicole Kidman, Reese Witherspoon, Shailene Woodley y Laura Dern alrededor de una misteriosa muerte, y el éxito, una vez más, fue instantáneo. Ahí al parecer el productor encontró una veta: llevar a la pantalla novelas sobre los trapos sucios de los más privilegiados. Sus secretos y crímenes, y qué es lo que pasa cuando todo lo que ha estado contenido sale a la luz.
Porque luego de Big little lies vinieron The undoing y Nine perfect strangers. Y ahora la fórmula vuelve a la pantalla con Anatomía de un escándalo, ya disponible en Netflix.
Basada en una novela de la inglesa Sarah Vaughan, la acción de este thriller se instala en Londres, donde un joven ministro (Rupert Friend) se reúne con su esposa (Sienna Miller) para confesarle que durante cinco meses tuvo un amorío con una chica de su staff y que todo va a salir en la prensa. Pero rápidamente la vergüenza pública se vuelve un problema secundario, cuando se enteran que la joven ha hecho una denuncia por violación y vendrá un juicio. Ahí entra la tercera protagonista de la historia, la abogada a cargo de la acusación, interpretada por la ex Downton Abbey Michelle Dockery.
Con seis episodios, Anatomía de un escándalo es una serie que se puede ver sin problemas en una tarde. Cada capítulo entrega nuevas revelaciones y promete otras para el siguiente; deja con ganas de volver a apretar play y armar lo antes posible el cuadro completo. Y ahí, en esa capacidad de enganche y en ese avezado manejo del drama, está el gran valor de la trama.
Porque esta es una producción bien hecha y con buenas actuaciones, pero tampoco se trata de una gran obra, y de hecho no alcanza el mismo nivel que Big little lies o The undoing. No es un imperdible ni una gran apuesta o novedad, pero es una serie que engancha, que entretiene y de las que no se va a dejar a medias, porque desde el primer giro queremos saber cuál va a ser el último.
Y así, rápidamente, pasaron seis episodios, con un final más o menos satisfactorio, de esos que David E. Kelley, últimamente, está sabiendo entregar muy bien.