Crítica de discos de Marcelo Contreras: Rush y Francis Durán se llevan todos los aplausos

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El trío canadiense viaja a su gran obra maestra, mientras que el ex miembro de Los Bunkers debuta en solitario con un álbum a la altura de su personalidad inquieta y de conocimiento musical enciclopédico.


Rush - Moving Pictures (40th anniversary Super Deluxe)

La reedición del álbum rock definitivo en combinar exitosamente una receta incierta de metal progresivo, new wave y sintetizadores, cuestiona algunos de los dogmas en torno al trío canadiense. Hasta ahora Exit… Stage left (1981) era el registro definitivo de la etapa clásica, pero los conciertos del 24 y 25 de marzo de 1981 en Maple Leaf Gardens de Toronto, rotulados como Live in YYZ en este lanzamiento de múltiples versiones, delinean el retrato definitivo de Rush.

Es la hora en que acotaron la verborrea instrumental y lírica en piezas de características cinematográficas. Con el disco recién en la calle y el rodaje de poco más de un mes de intensa gira, el trío interpreta su mejor trabajo con energía veinteañera a tope, retroalimentada por audiencias enfervorizadas. En las siguientes décadas el sonido de Rush mutó ampuloso gracias a la tecnología midi, en cambio este período es aún relativamente orgánico -sudor y pedales- en un despliegue de sintes, guitarras, bajos y un icónico set de percusión, tambores y platillos, montados como una fortaleza.

El productor histórico Terry Brown evitó el exceso de pulido de Exit… con una mezcla cruda que brinda mayor espacio y detalle a los instrumentos, en una instancia sónica definitiva: la pastosidad protagónica del bajo de Geddy Lee en su mejor momento vocal, el tono sideral en la guitarra de Alex Lifeson, la alta resolución en la batería de Neil Peart, y los ambientes cósmicos de los majestuosos teclados del prog rock dibujando el futuro hace 40 años.

Las versiones de The Camera Eye, Limelight y Red Barchetta, entre varias, son abrumadoras. Todo al máximo: el volumen, la ejecución, la química de virtuosos en pos de la canción, orgullosos de reproducir con aplomo un álbum que pasó a la historia.

Francis Durán - Lunar

Contó que algunas canciones fueron trabajadas en pijama, en la casa del DF, bajo ambiente casero, mullido. La tecnología lo permite. Pero este debut de Francis Durán, uno de los compositores principales de Los Bunkers, Lanza Internacional y Pillanes junto a su hermano Mauricio, difícilmente resuena artesanal. Con 40 años recién cumplidos, el músico de Concepción es un orfebre consumado de la canción pop rock, de conocimientos enciclopédicos, obsesión por el sonido y los detalles, apasionado de vetas y periodos específicos que personaliza con absoluta naturalidad.

En este paso solista, Francis es mucho mejor cantante que en el hit Llueve sobre la ciudad. Entona con inequívoca inclinación soft rock de los 70 en combinación musical de otras décadas.

Las guitarras son compañía permanente, contrapesadas por una inclinación ochentera que recuerda los mejores días de Charly García, en cortes como Bus y particularmente Rompecabezas -”te queda mucho por hablar y a mi no muchas ganas de escuchar”-, una de las mejores canciones del álbum con distintos movimientos en formato synth pop, coloreada con el mejor gusto. Agüita de perdiz viaja a Arauco con diversas guitarras cristalinas que se suman por capas en elegante crecida; la juguetona Estas horas tiene guiño a Pedropiedra; la fatalista Espiral respeta a los mayores: inevitable link a Los Tres y Los Ángeles Negros -”las cosas como son, no veo otra salida, alguna solucion”-; Consecuencia es un grato viaje de guitarras californianas. Mi Prisión remata magnífica con sello ochentero: batería programada, bajos sintetizados, la voz nocturna, un cruce de guitarra ácida, notas finales de piano eléctrico.

Francis Durán dijo que no tenía mayores expectativas con este material, que lo tomaba con calma. Tal vez deba pensarlo nuevamente.

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