En sus frágiles pero firmes manos, las mismas que la han ayudado a montar obras de arte en base al hilo y también a tomar lápiz y papel para escribir, la poeta y artista nacional Cecilia Vicuña Ramírez (73) recibió este sábado el prestigioso premio León de Oro a la trayectoria en el marco de la Bienal de Venecia, quizás la exposición de arte más importante del mundo. Artífice de este galardón fue la curadora Cecilia Alemani, la primera italiana en estar a cargo de este evento internacional.
Vicuña es un nombre clave en el arte del país. Su primera muestra fue en 1971, en el Museo Nacional de Bellas Artes, se llamaba Otoño, y consistió en llenar uno de los salones del museo con hojas secas que recogió ella misma con el apoyo de los jardineros del Parque Forestal. Eso ya reflejaba una de las temáticas que han cruzado su trabajo: la preocupación por lo natural.
Fundó colectivos artísticos como la Tribu-No, en Chile (donde también fue parte el poeta Claudio Bertoni) y Artist for Democracy, en Londres. Ha expuesto en museos como el Tate (Londres), MoMA (Nueva York), Guggenheim Museum, MALBA (Buenos Aires) y MNBA (Santiago), entre otras instituciones. Como si fuera poco, ha desarrollado una interesante trayectoria como poeta, con títulos como PALABRARmas (1984), La Wik’uña (1990), o QUIPOem (1997), donde ha trabajado un lenguaje poético anclado en lo andino, lo indígena, lo natural y lo femenino. Hoy su poesía se puede encontrar en las librerías nacionales en las antologías Cruz del sur, editada por Lumen; y Soy yos, de LOM.
Pese a esa destacada trayectoria, Vicuña señala que el galardón la tomó con sorpresa. Así lo expresa en conversación con Culto: “Es algo absolutamente inesperado que afectará mi vida y mi muerte. Lo tomo como un signo de los tiempos. Hay una revolución invisible y subterránea sucediendo: el despertar creador de las mujeres jóvenes en el mundo, y la visión de Cecilia Alemani, la gran curadora de esta Bienal que es la primera que reúne una mayoría de artistas mujeres, es parte de esa transformación. Estar con, ser con este grupo, ya es un honor, y el premio una maravilla”.
Cuando se supo la noticia, entre quienes se manifestaron con felicitaciones estuvo el Presidente Gabriel Boric. ¿Qué le parece?
Me parece fabuloso, y otro signo de la transformación que estamos viviendo. Me pregunto en cuantos lugares del mundo un líder estudiantil que lee poesía y ama el arte y valora a las mujeres ha sido elegido Presidente de la República. Eso me enorgullece porque es un logro individual y colectivo a la vez.
De alguna forma, Vicuña siempre vinculó las artes visuales con la poesía como parte de una misma dimensión. “De niña leía a Huidobro y a Lao Tse, a Blake y Rimbaud. Para mí el arte era y es parte de mi poesía, y los poetas que admiraba no buscaban entrar en el sistema sino deshacer el orden establecido. Pero la vida quiso que mi primera muestra fuera en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago. Yo tenía 23 años, y la muestra sucedió porque había llegado un director iluminado: Nemesio Antúnez que anunció por TV que el museo se abriría a los jóvenes. Su obra como director marcó un cambio radical en Chile, e hizo posible mi vida como artista. Al llegar a Londres, un año después, me pareció algo natural exhibir en el principal museo de arte contemporáneo de la ciudad, el ICA. Es decir, gracias al gesto de Nemesio Antúnez comprendí que los museos también son lugares para la transformación. Supongo que por eso los museos invitan a alguien como yo”.
En su poema PALABRARmas escribió: “Vi una palabra en el aire”, ¿Qué lugar ocupa la palabra en su arte?
El arte es lo que no es palabra, y viceversa, sin embargo, se contaminan, encuentran y entreveran. Mi obra surge en el espacio imposible del encuentro.
¿Cómo fue que usted decidió ser artista?
No creo que uno “decida”. Algo en nosotros siente una fuerza que se manifiesta en un gesto visceral, un trazado, un grito o un canto. El arte quizás es reconocerlo, atenderlo y seguirlo como un don que nos guía.
¿De todo lo que ha hecho, hay algo que haría de nuevo?
¡Sí! A menudo realizo la misma obra múltiples veces, y nunca es lo mismo. Lo precario como gesto fundamental, se mantiene “igual” desde 1966, pero es nuevo cada vez. En mi próxima muestra en Chile, que será la primera individual en un museo desde 1971, espero recrear obras que pasaron desapercibidas en los 60′s y 70′s.
En mayo inaugurará una exposición en el Guggenheim Museum, de Nueva York. Spin Spin Triangulene, que recopila su trabajo en una variedad de plataformas como papel, textiles, películas, una instalación Quipu, ¿Cómo fue llevar esa conexión cuando hubo que encerrarse producto del coronavirus?
Cuando llegó el virus en marzo del 2020 yo tenía exposiciones abiertas en 6 museos del mundo. Todas cerraron. Entre ellas mi retrospectiva Veroir el Fracaso Iluminado. Pero al cabo de un año, cuando ya se supo que esto iba para largo, algunos museos empezaron a abrir y el trabajo no paró. Entretanto todo el mundo había adoptado el zoom, y por zoom dirigí las instalaciones monumentales que hice en Shanghai, Madrid, Viena, Seoul y Bogotá.
Lo tejido y lo natural
Hace pocos meses, usted expuso su obra Quipu Womb en la Tate Modern, basado en prácticas de tejido indígena. Usted, en un poema escribió: “La palabra es un hilo y el hilo es lenguaje”. ¿Por qué le interesa tanto lo textil y lo tejido?
Empecé a escribir y tejer desde niña. Texto y textil tienen un origen común y están relacionados en muchas lenguas. Mi primer quipu monumental es de 1972, y sigo haciéndolos. El porqué es inconmensurable, y es también una rebelión contra la destrucción de una forma de conocimiento. La verdadera dimensión del texto-textil se da en los lugares más inesperados. Te puedo contar que hice mi Quipu Austral en la Bienal de Sydney Australia en 2012. Era un poema doble, en palabras y en el espacio. El poema en palabras hablaba de un cordón umbilical cósmico. Un poco después, un amigo me envió un artículo publicado por la escuela de astronomía de la Universidad Nacional de Australia: el descubrimiento de un cordón umbilical cósmico, una “evidencia del textil que forma la tela del universo, un filamento que conecta la Vía Láctea a otras galaxias, el hilo cósmico que nos conecta”. Y ese es el lenguaje de los científicos, y las imágenes que muestran el “hilo” cósmico fueron obtenidas por el observatorio ALMA del desierto de Atacama.
¿De dónde nace esa conexión con los pueblos indígenas, su cosmovisión y su arte?
Nace de la forma en que me crié, a campo traviesa, andando a pata pelá, por gusto, cuando La Florida era un territorio silvestre, con bosques, lagunas y caminitos de tierra. Mi casa estaba llena de libros y revistas, y yo veía las fotos y concluía que era “igual” a los niños de ojos achinados. Decidí antes de los 9 años que yo era india. Y así me autodefiní. Quizás por eso, de adolescente ya leía el Popol Vuh y poesía guaraní y pegaba en la pared de mi cuarto imágenes de arte precolombino junto a los Beatles.
Las temáticas de medioambiente y cuidado por la naturaleza ahora están más presentes en la palestra. ¿Tiene esperanza en el futuro de la humanidad?
No y sí. No, porque ya en los años sesenta se sabía de la catástrofe que se avecina y la humanidad lo ignoró. Ahora ya se habla, pero aún no se actúa con la velocidad necesaria. La violencia contra la tierra y las aguas aumenta en vez de disminuir. Así dijeron los científicos del mundo en su reporte de abril de este año: el “aviso final” que anuncia nuestra extinción. Y sí, porque mientras haya un ser humano habrá la posibilidad de transformación por la intervención de lo inesperado que en ciencia se llama “lo emergente.”
¿Qué piensa del auge del feminismo en nuestro país y el mundo?
Pienso que hay una nueva conciencia, especialmente en las niñas más jóvenes. Veo lideresas adolescentes en todos los continentes, y su belleza traspasa todo lo conocido. Ya no es el feminismo de antes, sino un movimiento dedicado a reorientar la vida y el comportamiento humano. Creo que oírlas y acompañarlas en su lucha es nuestra única posibilidad.
¿Tiene alguna esperanza en la nueva Constitución en lo que se refiere al Arte y a mejores condiciones de los artistas?
Si la inteligencia colectiva que animó el “apruebo” triunfa, podríamos descubrir el verdadero potencial creativo de Chile, y el arte y el lugar de los artistas en la sociedad sin duda cambiarán. De nosotros depende. Y esto es clave. Hay una inmensidad de talento joven esperando entrar en acción, asociando el arte y la ciencia. Ahora que los derechos de la naturaleza serán parte de la nueva constitución, hay una lucecita de esperanza. Sin arte, ciencia y poesía, que en realidad son formas de amor, nada es posible.