Daniel Veronese, dramaturgo, actor, titiritero y director de teatro argentino, lo deja claro desde el primer momento: por más que aborde temas relacionados a la salud mental, La persona deprimida no es una historia sanadora per sé. “Es una obra sobre el teatro, no sobre la psicología”, señala con firmeza.

Las evidentes consecuencias que la pandemia trajo para el bienestar psicológico de la población mundial han llevado a que muchas personas le hagan la misma pregunta, pero Veronese se lo toma con cautela. “La verdad es que soy un poco precavido con la situación porque no querría crear falsas esperanzas de que es una obra sanadora ni mucho menos”, plantea el artista bonaerense.

Sin embargo, no descarta del todo que, colateralmente, se pueda generar un efecto sanador, pero “porque es sanador el arte, el hecho de encontrarse con una situación artística determinada. Creo que, de alguna manera, uno sale reunificado de eso, pensando cosas, planteándose, quizás lleno de preguntas o en crisis, que es una generadora de cambios... Pero estoy hablando siempre de una crisis teatral, pero no con respecto al tema de la obra”.

Amparo Noguera en La persona deprimida, obra del director argentino Daniel Veronese y co-producida por la Fundación Teatro a Mil

Tanto La persona deprimida, protagonizada por Amparo Noguera y presente en la cartelera del teatro de la Universidad Finis Terrae hasta el pasado domingo 15 de mayo como Encuentros breves con hombres repulsivos, interpretada por Francisco Reyes y Marcelo Alonso y disponible en el mismo recinto hasta el 29 de mayo (con fechas también en julio), abordan, de una u otra forma, aspectos fascinantes pero complejos de la psicología humana.

La primera es un relato íntimo -y a ratos desapacible- que desglosa el devenir de una persona que padece de depresión endógena. La segunda, plantea una reflexión sobre la masculinidad y su relación con temas tan variados como el sexo, el amor y la pérdida a través de las conversaciones entabladas por sus dos protagonistas. Ambas son adaptaciones de David Foster Wallace, agudo autor estadounidense que conoció en primera persona los altibajos de la depresión endógena.

Y a pesar de lo adusto que puedan parecer a primera vista, Veronese ve en las tablas el lugar perfecto para tratar dichas cuestiones. “Siempre me considero como el primer espectador y la primera víctima de estas obras, en el buen sentido. A mí me afectan y por eso las he visto. Porque siento que el arte de ver, de hacernos por lo menos girar la vista a ciertos temas que, en general, les corremos la vista, que tratamos de no verlos... Y eso también está bien. No creo que uno deba estar andando por la vida siempre coqueteando con temas tan duros… Creo que el escenario es el lugar para eso. Para tomarse un descanso y decir, bueno, qué pensamos de esto”, expresa.

Amparo Noguera en La persona deprimida, obra del director argentino Daniel Veronese y co-producida por la Fundación Teatro a Mil

Por otro lado, está de acuerdo con que la justa y necesaria cuota de humor también es un elemento que contribuye a que estos tópicos sean mucho más digeribles para el público, pero la primera razón pasa por sus necesidades como creador: “El humor es algo, primero, que necesito yo para poder contar estos textos”, afirma el dramaturgo. Aunque tampoco se trata de comedia pura y dura.

“Yo creo que la ironía, el sarcasmo, la expresión desmedida, las salidas desubicadas a veces de los personajes, producen ese humor, que no es comicidad. Es más un rictus, una sonrisa así de costado que una carcajada. Hay gente que se ha reído, pero en general son salidas de tensión, para aliviar la tensión que producen estos temas. Wallace es muy incisivo, inteligentemente incisivo”, puntualiza el argentino, convencido de que “ese pensamiento expresado ahí por Wallace y tomado por mí y decodificado en teatro, va a imprimir algo en el público. Seguro que va a imprimir, en las dos obras. Creo que son dos obras muy contundentes”.

Cada espectador, un mundo

¿Y qué pasa con el espectador que fue impregnado de todo esto? “No sé. Ya depende del espectador”, se responde Veronese. El dramaturgo tiene más que claro que las audiencias de sus obras son lo opuesto a homogéneas.

Asimismo, reconoce que son muchos los factores que pueden influir en la relación de las audiencias con la historia. “Depende del día en que fue al teatro, de las ganas que tenga de hacer algo con eso, digamos. Pensar que el público es uniforme y que a todo el mundo le pasa lo mismo es un error. Yo hago teatro para mí, trato de que sea contundente para mí, temas que yo tengo preguntas para hacerme y trato de encontrar respuestas”, concluye el director.

“El público está dividido en ideologías, sexo, preferencias sexuales, religiosas, condiciones sociales distintas...”. Para precisar el punto, lo grafica con el siguiente ejemplo: “Supongamos dos personas de la misma tribu llegan ahí, pero una de ellas no encontró lugar para estacionar y tuvo que caminar diez cuadras para ir al teatro, llega tarde... O a su hijo lo reprobaron matemáticas. Bueno, ya esa persona entra distinta al teatro. Digo, es imposible masificar la expectación. Es imposible”.

Daniel Veronese, dramaturgo, director, actor y titiritero argentino. Fotografía de Juan Manuel Foglia (recuperada de El Clarín)

¿La solución para enfrentar la desemejanza de los públicos? No hacer, necesariamente, teatro para ellos. “Hago un teatro para mí, que a mí realmente me emocione, me moleste, me inquiete. No son palabras de Wallace, pero él repetía algo muy interesante: que el rol de la literatura es el de incomodar al que se encuentra cómodo y poner cómodo al que está alterado. Esa frase fue maravillosa. Quiere decir que la misma obra puede producir distintos efectos según quien es el receptor”.

Además de los contextos diversos, también están las variopintas percepciones que cada persona tiene sobre qué es una buena obra. Eso también resulta crucial para el bonaerense a la hora de no pensar las obras en función de la audiencia.

“La gente va a ver una obra que todo el mundo dice que está buena y que realmente es una obra muy floja, muy básica, muy insustancial. Le preguntas a esa persona, pero ¿cómo va a opinar distinto de lo que opina la gran masa? Siente como que no entiende algo, se siente fuera. Entonces también hay esas mareas de espectáculos que triunfan y que en definitiva no, no producen nada (…) Es muy generoso el público con el teatro a veces. Pero bueno, es un tema, y son así las cosas. Por eso que yo trato de no pensar, no escuchar... Hago algo y digo, ‘yo sé cuándo algo tiene un punto interesante’. Y sé cuándo me sale mal también.”, reflexiona.

Con total sinceridad, Veronese afirma: “no puedo hacer obras para el público porque no sé, no sé qué es el público. Un monstruo de miles de ojos que te devora y que no puedes estar a merced de eso. No puedes, como artista no puedes. Por lo menos el arte que a mí me interesa”.

“Si yo fuese un artista mal llamado popular, que quiere hacer un arte masivo y televisivo... Digo televisivo porque la tevé es, de alguna manera, un registro de lo que debe vender, sobre todo en cantidad. Y entonces superficializa su discurso, ¿no? Hay ciertos temas que en televisión no podrían entrar nunca porque la televisión no puede poner en crisis, al ser un medio masivo no puede poner en crisis al espectador. El teatro puede hacer eso. A mí me gusta poner en crisis al espectador”, expresa.

Sin embargo, reconoce que esa es su perspectiva sobre lo que es el buen teatro. “Hay millones de tipos de obras, casi hay tantas obras como hacedores”, plantea el dramaturgo. “Heiner Müller, el autor de Máquina Hamlet –un imprescindible de la dramaturgia alemana–, decía que el público va a ver cosas que no debe ver y las que verdaderamente necesita ver a nivel humano no las va a ver. Es un tanto difícil decir eso, porque, bueno, hay una arrogancia en decir que yo sé lo que la gente necesita. Yo no puedo decirlo, pero yo entiendo a qué iba”.

Veronese también comprende las circunstancias del teatro más comercial. Más que mal, sobre su currículum versan varias de las obras contemporáneas más exitosas del circuito argentino. Pero eso no significa que sus historias tengan como principal motor la masividad.

“Yo he hecho cosas populares también, he hecho cosas donde he trabajado para productores comerciales, donde yo sé que la gente tenía que salir de la sala convencida de que han visto un buen espectáculo y recomendarlo, porque si no recomiendas lo que viste, el teatro comercial no funciona. Y si no va la gente, el teatro comercial se cierra, se acaba la obra. En cambio, yo, con mis obras, puedo entender que son espectáculos críticos para la para la conciencia humana. Entiendo que no sean, a veces, adoptados masivamente. Hay bastante gente que quiere ver este tipo de espectáculos. Como te digo, el buen o mal espectáculo, lo bueno o malo del teatro, depende de a quién se le pregunte. Esa es mi mirada”.

Noguera, Reyes y Alonso, la triada chilena de Veronese

En más de una ocasión, el argentino ha enfatizado en lo crucial que es para su trabajo que sus actores se la jueguen al 100% con él. Tanto La persona deprimida como Encuentros breves con hombres repulsivos cuentan con la presencia de tres nombres más que esenciales del catálogo actoral criollo.

Amparo Noguera, Francisco Reyes y Marcelo Alonso fueron recomendaciones directas de Carmen Romero, directora de la Fundación Teatro a Mil, organización a cargo de la coproducción de las obras del argentino en suelo nacional.

Pancho Reyes y Marcelo Alonso en Encuentros breves con hombres repulsivos del director argentino Daniel Veronese y co-producida por la Fundación Teatro a Mil

“La verdad es que con los tres la experiencia fue magnífica. No lo digo solo porque es un reportaje. Con Amparo me encontré con una actriz muy trabajadora, muy dúctil. Bueno, ella es una gran actriz en el panorama teatral chileno, no tengo que yo decirlo, pero yo no la conocía. Después la empecé a ver en algunas películas, la busqué para verla. Pero es una actriz que encarna la humanidad de una manera tan, tan, tan querible que es perfecta para este personaje”, señala el dramaturgo sobre el rol de Noguera en La persona deprimida.

En su exitosa versión original, el protagónico estuvo a cargo de la destacada actriz trasandina, María Onetto. Para Veronese, ambas actrices estamparon en su interpretación dos versiones distintas de una misma obra, pero con una gran calidad actoral.

“El teatro yo lo acomodo de acuerdo a la actriz. Si tengo una buena actriz, el resultado será distinto, pero me aseguro de que sea teatralmente interesante. Así que fue una experiencia muy, muy satisfactoria haberla conocido (a Noguera). Y te vuelvo a decir, tiene un andar muy distinto al de María Onetto. La obra es muy distinta hecha por Onetto y por Amparo. Sin embargo, las dos son conmovedoras”, precisa el director.

Con Alonso y Reyes también entabló una relación de actor-director mucho más que buena. “Hemos trabajado maravillosamente y nos hemos reído... Lo que me he reído con esos hombres en los ensayos, que para mí eso es fundamental. Pasarla bien, pasarla bien. Tanto que hemos dicho hagamos alguna otra cosa juntos”, confiesa entre risas. “Confío en Carmen y estos son buenos actores y la verdad que le agradezco su mirada”. Cabe destacar que Encuentros breves con hombres repulsivos tiene, además, la particularidad de ser la primera obra donde la dupla nacional converge en las tablas.

Pancho Reyes y Marcelo Alonso en Encuentros breves con hombres repulsivos del director argentino Daniel Veronese y co-producida por la Fundación Teatro a Mil

Los tres son personas muy queribles y para mí son buenos actores, pero además el hecho que sean gente querible a mí me allana el camino del trabajo, muchísimo. No puedo trabajar con alguien que no tenga empatía, no puedo trabajar con alguien que se crea superior, que no esté dispuesto a embarrarse si hay que embarrarse”, expresa el dramaturgo.

Su relación con los actores que le toca dirigir se basa en el cuidado de los mismos, en considerar sus inquietudes a la hora de estructurar la obra. “Los escucho. Todos tenemos cosas que no podemos hacer y no me meto ahí. Entonces, si a un actor le estoy pidiendo algo que no puede hacer, lo llevo por otro camino. No hay algo concreto que hacer desde antes. Se hace teatro cuando se está haciendo, antes no existe el teatro”.

Descubriendo el mundo de Foster Wallace

Veronese reconoce que tuvo uno de sus libros dentro de su biblioteca personal por varios años, pero nunca lo leyó. Su encuentro definitivo con él se dio al tiempo después, en Madrid. “Entré una librería donde voy siempre y vi un libro que se llamaba Entrevistas breves con hombres repulsivos. Me dije ‘Dios mío, que título maravilloso’. Lo compré y bueno, La persona deprimida también está ahí dentro del mismo libro. Así que de ese libro me salieron las dos obras”, recuerda.

“Habla de su dolor, de su temor, de sus fantasías, de los miedos con los que nos enfrentamos día a día. No solo los miedos, pero el arte te permite meterte en esos lugares oscuros. Y yo agradezco eso de los artistas. Obviamente cuando va acompañado de talento. No es que una persona sufre y se pone a escribir y eso es un producto interesante. Él es una especie de máquina arrolladora que escribe de una manera imposible, a veces, de seguirla, porque sus textos parece que no acabaran nunca ¿no? Son abiertos, los va abriendo... Y su humor también”, destaca Veronese sobre la pluma del estadounidense.

Para graficar ese último aspecto, el director señala la genialidad del uso que Wallace da al recurso de los pies de página: “se supone que son aclaraciones mínimas a algo que está dicho. Y él hace pies de páginas de páginas y páginas, más largo que el texto. Y bueno, digo ¿por qué esto no está arriba? ¿por qué está abajo?”.

En este punto, el trasandino encuentra una característica que, para él, resulta fundamental para afirmar la maestría de Wallace, y donde también encuentra un punto de similitud con su propia motivación artística: “es humor para juguetear con los cánones literarios, con cómo se debe escribir, o cómo debe ser el artista. A mí me fascina. Yo aprendí mi profesión, obviamente, con buenos docentes, pero haciendo lo que me decían que no se debía hacer. Hay un camino muy grande en ese lugar que te decía, de poner en duda lo que es indubitable”.

“Un maestro me decía ‘esto es así’ y yo lo hacía de otra manera, lo escuchaba y lo hacía de otra manera. Yo les recomendaría a todos los artistas eso. Hay un mundo especial si uno se mete en ese camino. Y creo que Wallace de alguna manera estuvo siempre enfrentándose a los cánones literarios. No digo que sea un artista de fácil lectura. Pero eso a mí me merece todo el respeto”, finaliza el director.

***

Encuentros breves con hombres repulsivos se presentará entre el 19 de mayo y el 17 de julio en el teatro de la Universidad Finis Terrae. Las entradas están disponibles a través de Punto Ticket y tienen un valor general de $10. 595, con varios descuentos disponibles. Puedes ver más información de fechas y horarios aquí.