En una entrevista con The Guardian, del 2014, Deborah Curtis manifestó que en rigor, la relación de su fallecido esposo, Ian, con la literatura era mucho más cercana de lo que pudiese imaginar cualquier persona. A pesar de que a fines de los 70, en Inglaterra se vivía un bullante panorama contracultural -en respuesta a la conservadora administración Thatcher-, que estimulaba que cualquiera pasase al frente en un escenario, lo de Ian Curtis parecía estar más cerca de estar en el horizonte calmo de un escritor antes que un agitado cantante de una banda post punk.
“Crecimos viendo programas pop en la televisión. Eso era parte de la era: el aspecto de estrella de rock. En ese momento, la poesía se consideraba anticuada. Parecía una progresión lógica ponerle música. No creo que la fama y la vida en la carretera le sentaran muy bien. Creo que habría seguido escribiendo incluso si no quisiera actuar. Cuando llegó a los 40 o 50, probablemente podría haber escrito un libro fantástico”.
Deborah dio esa entrevista mientras presentaba So this is permanence, un libro que en el que compiló los escritos a mano de su afamado esposo, en el que por supuesto, aparecen las letras de las canciones que escribió para Joy Division, pero también otros textos en prosa. Es la forma, señaló Deborah en la entrevista, en que al fenecido cantante le habría gustado ver sus textos publicados.
De hecho, Deborah agregó que al momento de escuchar discos juntos, Ian solía fijar su atención más en las letras que en la música. “Las palabras significaron mucho para Ian. Si pusiera un disco, tendríamos que escuchar absolutamente todo. Solía hablar sobre el significado de las letras y la historia detrás de ellas. No le gustaban las canciones que no significaban nada”.
Como suelen hacer los escritores en serio, Ian también tenía una rutina al respecto. La misma Deborah lo recordó en sus memorias Touching from a distance, rememorando los días en que ambos, recién casados, llegaron a vivir a Barton Street, en Macclesfield. “La mayoría de las noches, Ian entraba en la habitación azul y cerraba la puerta detrás de él para escribir, interrumpido solo por tazas de café que pasaban entre los remolinos de humo Marlboro. Hay que tener en cuenta la situación: lo consideramos como un proyecto, algo que tenía que hacerse“.
Aunque Deborah, en la entrevista con The Guardian, recordó que el costado controlador y posesivo de Curtis aparecía incluso en la dimensión privada de la lectura. “Solía enfadarse conmigo si leía libros que no le gustaban. Así que siempre pienso en él cuando estoy leyendo un libro. Y cuando me entrevistan, a veces pienso: ‘Apuesto a que te gustaría’. No te gustaría eso, ¿verdad?’”.
Mi amigo el librero
Curtis era un lector inquieto y de bastante frecuencia. Así como John Lennon y Paul McCartney visitaban la librería y galería Indica, en Londres, el escritor y periodista Jon Savage, en un artículo para The Guardian, de 2008, afirma que junto al baterista Stephen Morris, Ian solía visitar la librería House on the Borderland, en Manchester. Uno de sus dueños, Mike Butterworth recordó a Savage esas visitas.
“Eran jóvenes dispares y alienados atraídos por almas de ideas afines -dijo Butterworth-. Querían algo fuera de lo común y fuera de lo común, y la tienda se los proporcionó. Probablemente lo vieron como un faro en el Manchester bastante sombrío de principios de los 70″.
¿Qué compraban? Butterworth recordó con Savage: “Llegaban cada dos semanas, a veces con más frecuencia. Ian compraba ejemplares de segunda mano de New Worlds, la gran revista literaria de los años 60 editada por Michael Moorcock, que promocionaba Burroughs y Ballard. Mi amistad con Ian comenzó alrededor de 1979: hablamos de Burroughs, Burroughs, Burroughs. En las librerías habría estado expuesto a una gama extremadamente amplia de escritores y música eclécticos y extraños”.
De Burroughs a Dostoievski
El autor de El almuerzo desnudo era uno de los favoritos de Ian. Quizás el momento clave en formar ese gusto se dio en 1974, cuando el escritor entrevistó a David Bowie, acaso el máximo héroe de Curtis. “La conversación real no tuvo muchos incidentes, pero hizo que el enlace fuera explícito, especialmente cuando se vio a Bowie jugando con recortes en el documental Cracked Actor de Alan Yentob, y Burroughs arrojaría una gran sombra sobre el punk y el post-punk británicos”, señala Jon Savage en su citado artículo. Ese crossover lo impactó.
De Burroughs tomó el concepto de Interzone, que es el título de una las canciones de Unknown pleausures, el fundamental álbum debut de Joy Division, de 1979. Es un compilado de cuentos que Burroughs escribió durante su estancia en Tánger, a inicios de la década de 1950. Si bien, se publicó oficialmente en 1989 (9 años después del suicidio de Curtis), los cuentos ya eran conocidos, puesto que habían sido publicados en otros lugares.
Posterior a su suicidio, Deborah dio a conocer un listado de los libros favoritos de Ian Curtis, entre ellos, figuraban tres de Burroughs: El almuerzo desnudo, La tercera mente y Los chicos salvajes.
El link literario que Ian comenzó a tejer en las canciones lo explica así Jon Savage, citando a otros de sus autores favoritos: “Curtis oscilaba entre sentimientos de omnipotencia y abyección, y sus letras así lo reflejaban. La sensación de un héroe luchando -quizás en vano- dentro de un sistema laberíntico es un tema común en Kafka, Gogol y Burroughs, entre otros. No es difícil ver una línea temática desde El castillo, de Kafka hasta las teorías de control de Burroughs, o desde el fatalismo de los rusos del siglo XIX hasta la ciencia ficción de la posguerra”.
Del autor inglés J.G. Ballard, un clásico de la ciencia ficción (como Phillip K. Dick, Octavia Butler o Isaac Asimov) a Curtis le gustaban Rascacielos y La exhibición de atrocidades, esta última, el título de otra de las canciones de Unknown pleausures. “La exquisita tecno-barbarie de Ballard ofreció un giro -dice Jon Savage-. La ciencia ficción ofrece un presente alternativo, y Curtis usó este lenguaje en el primer álbum de Joy Division, Unknown Pleasures. Canciones como Interzone sitúan a jóvenes desesperados y olvidados, como los Wild Boys, en paisajes vacíos de Manchester. Al mismo tiempo, había una preocupación por la imaginería religiosa y el martirio, combinada con un distanciamiento nietzscheano”.
Aunque en Atrocity exhibition, Jon Savage detecta otra influencia literaria: “Aunque se refiere a la novela de Ballard, el tono de la canción se parece mucho más a El lobo estepario, de Hermann Hesse. Cuando Alan Hempsall le preguntó sobre esto en enero de 1980, Curtis respondió que había escrito la canción mucho antes de leer el libro: ‘Acabo de ver este título y pensé que encajaba con las ideas de la letra’”.
Savage agrega: “De la misma manera que Jim Morrison hizo referencia a Journey to the end of the night de Louis-Ferdinand Céline en la obra maestra de The Doors, End of the Night, Curtis dejó caer pistas en títulos de canciones como Dead Souls, Colony y Exhibición de atrocidades que había leído a escritores tan diversos como (Nicolai) Gogol, (Franz) Kafka y (J.G.) Ballard, mientras que la letra reflejaba, en el estado de ánimo y el enfoque, su interés por la literatura romántica y de ciencia ficción”.
En el listado dado a conocer por Deborah, de Gogol figura su clásico Almas muertas (título de una de las canciones de Closer, el segundo álbum de la banda); de Kafka, En la colonia penal y El castillo. También se encuentra el ruso Fiodor Dostoievski con sus Memorias del subsuelo, uno de sus libros más oscuros y desesperanzados.
“No es difícil ver cómo Curtis se habría identificado con el héroe funcionario de las Memorias del subsuelo de Dostoievski, con su desdén nihilista por el ‘hormiguero’ humano: ‘Nacemos muertos’ -dice Jon Savage-. El problema de la música rock es la idea de autenticidad, el requisito de que un líder actúe, si no encarna, las letras y el estado de ánimo. Cuando Joy Division despegó, quedó atrapado por su propio guión: ‘Esta vida no es mía’ (“Algo debe romperse”)”. De Dostoievski, en el listado también aparecen libros menos conocidos, prueba de su espíritu inquieto: Grandes obras cortas de Fiodor Dostoyevski y El idiota. Ni se asoman Los hermanos Karamázov o Crimen y castigo, los más populares del ruso.
Todo ello, fue configurando un imaginario. Lo explicó así el mismísmo Mark Fisher en un ensayo de 2013 llamado No más placeres: Joy Division. “La melancolía era la forma artística de Curtis, así como la psicosis era la de Mark E. Smith. Nada podría haber sido más apropiado para el comienzo de Unknown Pleasures que una canción llamada Disorder, ya que la clave de Joy Division era el ‘paisaje interior’ ballardiano, la conexión entre la psicopatología individual y la anomia social. Los dos significados de ataque nervioso, los dos significados de la depresión”.
Otros títulos clave que aparecen en el listado dado a conocer por Deborah, figuran: La náusea, de Jean Paul Sartre; Un mundo feliz, de Aldous Huxley; La naranja mecánica, de Anthony Burgess; Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud; Así habló Zaratustra y El anticristo, de Friedrich Nietzsche; y las obras completas de Oscar Wilde.
En la entrevista citada, Deborah recordó que Ian se tomaba la lectura en serio. Tan en serio que incluso no lo hacía en su presencia. “Eran importantes para él. No era algo que hiciera para relajarse o por placer. Estaba estudiando o trabajando. Demasiado importante para tratar de concentrarse con alguien más en la habitación. Sus libros estarían en el suelo junto a sus borradores”.