A la rápida, piensa en al menos dos escenarios posibles: tomar un par de personajes de la trama y contar una nueva historia con ellos, o situar un futuro proyecto únicamente en la juventud de los protagonistas. Por ahora ambas no pasan de ser meras ideas: oficialmente, el arco de ¿Quién mató a Sara? concluye con los siete capítulos que integran su tercera temporada, recién estrenada en Netflix.
Pero por un segundo José Ignacio “Chascas” Valenzuela se entusiasma imaginando posibles derivados de su adictivo thriller realizado en México. “Posibilidades hay miles”, dice. ¿Y ganas? “Siempre tengo ganas de hacer cosas entretenidas. Y siempre me cuesta despedirme de proyectos importantes”, agrega. “Aprender a soltar cuesta. Cuando llevas muchos años pensando en gente que no existe y que absurdamente se vuelve importante en tu vida, cuesta dejarlos ir. Y reconozco que me costó dejar ir a Sara”.
Cuando en 2019 instaló las primeras bases de su exitosa ficción, el guionista chileno hizo una especie de juramento no escrito. Uno que lo comprometía a él, a su futuro público en la plataforma y, por supuesto, a sus personajes, a los que, según revela, ya sabía desde un comienzo los despediría después de tres ciclos. “Esto es una serie que tiene que contestar la pregunta del título, por lo tanto, no la puedo alargar. Es como alargar un libro de Agatha Christie. Es imposible”, dice a Culto al otro lado del teléfono desde Miami, la ciudad en la que reside.
Construida como un homenaje a la autora de Muerto en el Nilo y al género de la telenovela, su primera producción para el streaming arrancó en marzo de 2021 como un thriller que intentaba resolver el enigma de Sara Guzmán (Ximena Lamadrid), una joven que murió en un extraño accidente 18 años atrás. Los saltos entre sus dos líneas temporales –pasado y presente– y un arsenal de pistas retorcieron la búsqueda por la verdad de Álex (Manolo Cardona), el hermano de la víctima, multiplicando las preguntas de los espectadores.
“Darle un cierre no fue difícil, por la sencilla razón de que siempre la diseñé como una historia de tres temporadas y, cuando empecé a escribir el capítulo uno de la primera, sabía exactamente cómo iba a terminar”, especifica quien firmó un acuerdo de exclusividad por tres años con Netflix.
En cambio, dice, “lo que sí fue difícil, terriblemente difícil, fue que la primera y la segunda temporada las escribí sin que la serie hubiese salido al aire, por lo tanto, en calma, en paz, sin saber cómo le iba a ir. Pero la tercera la escribí ya sabiendo lo que había pasado. Eso fue lo más difícil: aislarme del ruido mediático, dejar fuera de mi oficina las expectativas tanto mías como de Netflix y de la audiencia, para poder concentrarme en lo más importante, que es la historia”.
-¿Cómo logró aislarse en este caso?
A mi primera teleserie, Amor a domicilio (1995), le fue excelente, el canal quedó muy contento. Pero luego, con Marparaíso (1998), mi segunda telenovela, la presión que yo sentí del canal fue bestial, sobre todo cuando nos acercábamos a la fecha de estreno. Después de eso juré solemnemente que yo como escritor iba a bajar mis expectativas y mi ansiedad frente a cualquier nuevo proyecto. Desde ese año he intentado realizar el ejercicio de enfrentar las expectativas desde un ángulo un poco más sano, más realista. Aunque no siempre lo logro. Particularmente con Sara no me ha resultado mucho, porque estoy muy nervioso, muy ansioso. Tengo ganas de que la gente la vea y se enfrenten a lo que diseñé como gran sorpresa final para ellos. Pero eso no quita que desde hace un par de semanas que ya no duermo.
De Jean Reno a una nueva serie para Netflix
Desde su estreno en 2021, ¿Quién mató a Sara? conquistó al público latino, anglo y de diversas latitudes, alzándose como uno de los éxitos de Netflix durante el último par de años. Sin embargo, su real alcance aún es algo por descubrir. Su propio creador ignoraba que le había gustado a la familia de Jean Reno, el veterano actor francés de El perfecto asesino (1994), Ronin (1998) y una infinidad de proyectos
Contactado por la producción para sumarse a la tercera temporada, el intérprete se citó con el escritor en un Zoom para ahondar en el que eventualmente sería su personaje, un psiquiatra que ejerce un papel crucial en la tercera temporada. “Era un domingo, él estaba en Francia en ese momento. Yo había preparado una batería de argumentos para que él dijera que sí. Y al final no fue necesario nada: a los tres minutos de reunión, él me dijo: ‘si yo no hago este personaje, me van a matar mis hijos, que son fanáticos de la serie’. Así que gracias a sus hijos tenemos a Jean Reno”, cuenta.
-¿Le hubiera parecido poco realista que un actor cómo él hubiera aceptado participar desde el primer ciclo, antes de que el fenómeno se desatara?
Se ha estudiado que uno de los aspectos positivos que trajo ¿Quién mató a Sara? fue que abrió una posibilidad real de generar interés del medio hollywoodense y europeo por productos latinoamericanos. Eso es lo que me da orgullo, más allá de los números. Si siento que Sara va a quedar para siempre a fuego en mí es porque permitió que talento extranjero haya mirado a este lado del mundo y haya considerado que una producción mexicana era tan valiosa como una hollywoodense o europea. Eso es lo que realmente me provoca una ansiedad creativa muy interesante. Eso para mí sube la vara.
-¿Cómo se explica que, fuera de algunos casos específicos (El reino, Pálpito, Oscuro deseo), aún no haya un alto número de series latinas que se hayan convertido en un éxito global en la era del streaming?
Es una conversación larga que he tenido con jefes, colegas y escritores de otras partes del mundo. Cuando me pregunté cómo se podía hacer una serie para 192 países –donde tiene presencia Netflix–, mi primera reacción fue que debía escribir en neutro. Pero me di cuenta de que eso era un error garrafal. En el fondo, es como tratar de caerle bien a todo el mundo. Al revés: si quiero ser global voy a hablar de lo que mejor conozco, que soy yo. Entonces me puse a armar una lista de temas que me importan mucho, como el abuso de poder, la falta de derechos para minorías, el femicidio. Después, hablando con quienes realizaron Lupin, Oscuro deseo y Pálpito, me di cuenta de que ellos habían hecho lo mismo. En Sara combinar un thriller específico, lleno de reglas muy claras, al que se le agregan temas universales, fue algo poderoso.
-Imagino que esa misma hoja de ruta fue la que siguió con Donde hubo fuego, su siguiente serie para Netflix.
Por supuesto. A pesar de que Donde hubo fuego es un género y una serie distinta a Sara, con temáticas y personajes muy diferentes, obviamente hay una estructura muy clásica, que es la que yo conozco, me gusta y mejor domino. Tiene una cantidad enorme de temas que para mí son importantes y que espero tengan resonancia en muchos otros territorios. Vamos a ver cómo nos va.
-Concediendo que no hay fórmulas ni soluciones perfectas, ¿cómo cree que se equilibra el ofrecer temas que golpeen en la actualidad y al mismo tiempo dar forma a historias suficientemente atractivas?
Si de algo me ha servicio envejecer, y que se me haya puesto el pelo blanco como al doctor Emmett Brown de Volver al futuro, es haber descubierto que no hay fórmula. Y eso me tranquiliza mucho. Lo único que hay es la posibilidad de minimizar errores. Esa es la única posibilidad que yo tengo como escritor.
A lo largo de mis años de carrera también he aprendido que cuando uno tiene una opinión, un punto de vista, y se la traspasa a un personaje o a la historia en sí misma, hay una alta probabilidad de atraer a una audiencia. Eso hace que la serie –o la telenovela, la película o la obra de teatro– trascienda el mero entretenimiento y sirva para establecer un diálogo entre la pantalla y el espectador. ¿Por qué Breaking bad generó lo que generó? Porque desde el capítulo uno planteaba una matriz de opinión. ¿Por qué Game of thrones generó la batahola que generó en su última temporada? Porque la gente sintió que estaban traicionando la matriz de opinión con la que venían relacionándose hace siete temporadas. Eso es lo que me tiene expectante de Sara: saber si estoy a la altura de la discusión que yo mismo generé.