Si hubo una sorpresa en el siempre impredecible Premio Nobel de Literatura, fue en 2016 cuando el galardonado no fue un escritor habitual, sino el músico Bob Dylan. Según explicó la Academia Sueca, el hombre de Blowin’ in the wind obtuvo el precioso reconocimiento “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”.

Aunque Dylan -nacido en Minesota como Robert Allen Zimmerman- se manifestó sorprendido por el premio, más pensando en su corta producción literaria, en rigor, su vínculo con la literatura siempre ha sido estrecho. Según cuenta Howard Sounes en su libro Bob Dylan: la biografía (Reservoir books, 2016), ya desde su adolescencia solía leer y escribir poesía. De hecho, sus padres -Abe y Betty- lo enviaron a estudiar a la Universidad de Minesota para sacarlo de ese mundo marcado por los libros. “Pase lo que pasase, su madre le suplicó una cosa: ‘No sigas escribiendo poesía, por favor...ve a la universidad y ha algo de provecho...consigue un título’”.

De hecho, según Sounes, fue por el poeta galés Dylan Thomas por el que adoptó el nombre de Bob Dylan (aunque originalmente quería llamarse Dillion, por un popular personaje de una serie de TV), algo que él mismo nunca ha reconocido, como todo en su biografía, siempre en los claroscuros. “El hecho de que muriese relativamente joven y en extrañas circunstancias lo elevaron al panteón de ídolos trágicos que atraían a Bob, como James Dean y Hank Williams. Bob también leía y disfrutaba con la poesía de Dylan Thomas”, relata Sounes.

El periodista también cita otra influencia temprana, en la secundaria del Instituto de Hibbing. “Cuando los alumnos de la clase de inglés tuvieron que escribir sobre su autor preferido, Bob eligió a John Steinbeck, y mostró tanto entusiasmo por su novela Las uvas de la ira que escribió un trabajo de quince páginas por el que recibió la nota más alta”.

Años después, él mismo se encargó de poner en claro el lugar que ha ocupado la escritura en su trayectoria. “Primero me considero un poeta, después un músico”, afirmó en una entrevista con Rolling Stone, de noviembre de 1978.

En entrevista con El País, de 2004, Dylan de hecho citó algunos de sus poetas y escritores favoritos: “Yo había leído un montón de poesía cuando escribí muchas de aquellas primeras canciones. Estaba metido en los poetas básicos. Los leía como otros leen a Stephen King. También los había leído de pequeño. Las cosas de Poe me dejaban anonadado en varios sentidos. Byron y Keats y todos esos. John Donne... Lo de Byron es que él sigue y sigue y tú no sabes ni la mitad de las cosas de las que habla, ni la mitad de la gente a la que se refiere. Pero sí puedes apreciar su lenguaje”.

De hecho, en su discurso de aceptación del Nobel, Dylan cita tres de sus principales influencias como escritor: “Algunos de los libros específicos que han permanecido conmigo desde entonces, los había leído en la escuela secundaria. Quiero hablarles de tres de ellos: Moby Dick, Sin novedad en el frente y La Odisea. La primera, por supuesto, es la fundamental novela de Herman Melville. “(Es) un libro que está lleno de escenas y diálogos dramáticos. El libro te exige. La trama es sencilla...Todo está mezclado. Todos los mitos: la Biblia judeo-cristiana, los mitos hindúes, las leyendas británicas, San Jorge, Perseo, Hércules, todos ellos son balleneros...”.

La segunda es la novela de Erich Maria Remarque, de 1928: “(Es) otro libro que también encajaría en mis canciones. Sin novedad en el frente es una historia de terror. Este es un libro donde pierdes tu infancia, tu fe en un mundo con sentido, y tu interés por los individuos. Estás atrapado en una pesadilla. Sumergido en un misterioso remolino de muerte y dolor”. Y sobre La Odisea, de Homero, dijo: “Es una historia extraña y aventurera de un hombre adulto que trata de llegar a casa después de luchar en una guerra. Un largo viaje a casa lleno de trampas y trampas. Su maldición es vagar para siempre”.

Tarántula y Crónica

El primer libro como tal de Dylan estaba pensado para publicarse en 1966, cuando ya había pasado a su etapa eléctrica con Like a rolling stone. Aunque sus primeros versos fueron escritos antes, en 1963, en la casa que su entonces novia, Joan Baez, tenía en Carmel Valley, California. “Durante su estancia en Carmel, Bob trabajó en piezas de versos largos al estilo de Rimbaud, que más tarde aparecerían publicadas en un libro que tituló Tarántula”, escribe Howard Sounes.

La publicación en formato libro, señala Sounes, inicialmente estuvo pensada para hacer con el poeta Lawrence Ferlinghetti, uno de los miembros de la llamada Generación beat (con quienes tuvo una particular relación). “Bob conoció a Ferlinghetti y habló con él de escribir un libro para su pequeña editorial de San Francisco, City Light Books, pues le parecían sensato publicar junto a otros escritores beat”. Sin embargo, muy en su estilo, Dylan dio un simple giro cambió de idea: “Bob también estaba al tanto del valor comercial de sus textos y acabó firmando un contrato con Macmillan para escribir Tarántula”.

Bob Dylan, Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti.

Tarántula es un texto bastante críptico, difícil de leer y entender, quizás más pensado para el oído que para la lectura. Si alguien quiere una historia en narrativa lineal, no es el libro a leer. Más bien, es un libro con fragmentos escritos en prosa, en verso libre y escasos signos de puntuación. “A veces las metáforas eran llamativas, otras veces resultaban divertidas, pero se trataba del libro menos comercial de cuanto hubiesen sido escritos”, afirma Sounes.

Aunque Dylan, según comentó después, nunca estuvo conforme del todo con lo escrito: “Me limité a poner todas aquellas palabras juntas y se las envié a mi editor. Ellos me devolvieron las galeradas y me sentí tan avergonzado ante los disparates que había escrito que lo cambié todo”, cita Sounes en su libro. Finalmente, postergrado debido al accidente en motocicleta en 1966 que lo hizo recluirse, Tarántula vio la luz en 1970. Actualmente, se le encuentra en castellano editado por la española editorial Malpaso.

Pero años más tarde, tuvo su “revancha”, y una vez más, fiel a su estilo, sorprendió cuando decidió contar cinco episodios de su vida él mismo en su primer libro de memorias, Crónicas I, en 2004. A diferencia de Tarántula, en esta oportunidad utilizó un lenguaje sencillo y llano, accesible. La idea era derribar mitos sobre su figura. “Los millones de seguidores que habían leído sus canciones o la prosa surrealista de Tarántula....nunca habrían imaginado que Dylan también quisiera algún día redactar unas páginas de esta naturaleza: claras, directas, sin esquinas, fáciles de entender...y en el que, de nuevo, deja claro que lo único que le interesa de las estatuas que le hacen o que él erigió en otro tiempo con sus propias manos es encontrar un modo de derribarlas”.

Uno de esos, es cuando llegó a las oficinas de Columbia, en 1961, para grabar su primer LP. La leyenda dice que cuando le preguntaron cómo había llegado a Nueva York, dijo que en un tren de carga, pero eso era una mentira y él mismo lo cuenta: “No había venido en un tren de carga. Había atravesado el país desde el Medio Oeste en un sedán de cuatro puertas, un Impala del 57″. Crónicas I, al igual que Tarántula, se encuentra disponible en castellano vía Malpaso.

Eso sí, en el mismo discurso de aceptación del Nobel aclaró que su idea de escritura -pese a esos dos libros- que lo suyo son las canciones, y la forma de llegar a ellas no es la lectura: “Nuestras canciones están vivas en la tierra de los vivos. Pero las canciones son diferentes a la literatura. Están destinadas a ser cantadas, no leídas. Las palabras en las obras de Shakespeare estaban destinadas a actuar en el escenario. Así como las letras de las canciones están destinadas a ser cantadas, no a leerse en una página. Y espero que algunos de ustedes tengan la oportunidad de escuchar estas letras de la forma en que fueron destinados a ser escuchadas: en vivo o en un disco, y sin embargo la gente está escuchando canciones estos días. Regreso una vez más a Homero, quien dice: ‘Canta en mí, oh Musa, y a través de mí cuenta la historia’”.

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