Reconoce que no había ningún plan trazado al detalle. De hecho, a los 24 años y salida hace poco de la universidad, no se consideraba una montajista de cine propiamente tal. “En parte por accidente”, piensa, había editado Crystal Fairy y el cactus mágico (2013), la película que el director Sebastián Silva filmó en el norte del país junto a los actores estadounidenses Michael Cera y Gaby Hoffmann.
En 2012, en una temporada fuera de Chile que tenía fecha de término establecida, Sofía Subercaseaux reducía sus certezas a que estaría durante seis meses en Nueva York participando en una serie de cursos especializados en esa área audiovisual y en la edición de otro proyecto, hasta asistir, a inicios del siguiente año, al estreno del filme de Silva en EE.UU.
Pero se produjo un vuelco cuando la cinta se exhibió en el Festival de Sundance, donde ganó la competencia dedicada a las obras extranjeras, y aparecieron algunas ofertas laborales que empezarían a aterrizar esa idea que no terminaba de asimilar: se estaba convirtiendo en editora.
“La verdad es que no tenía objetivos definidos, para nada”, indica en diálogo con Culto desde la Gran Manzana, donde lleva casi una década residiendo. “Ese viaje iba a terminar con ir a Sundance”.
A ratos al otro lado del teléfono se escuchan ambulancias, alto tráfico y la vida ajetreada de la urbe en la que vive y trabaja y donde más tarde formó una familia junto al cineasta estadounidense Antonio Campos. Hoy no se detiene: responde este llamado luego de salir de la casa de Silva, con quien actualmente colabora en su siguiente película como director.
Subercaseaux explica su trayectoria citando oportunidades aprovechadas y mucha suerte, “porque llegué de la mano de Sebastián (Silva), que ya estaba instalado acá hace mucho rato y tenía muchas conexiones y amigos. Entonces mi introducción al mundo del cine de Nueva York fue más amigable”. Su posterior matrimonio con Campos, neoyorquino de cuna e hijo de una reconocida productora local, volvió más lógico que se quedará permanentemente en la ciudad.
A principios de mayo pasado, ambos asistieron al MoMA a la avant premiere de la miniserie The staircase (La escalera, en HBO Max), el tercer proyecto en que trabajan como director y montajista, luego de los filmes Christine (2016) y El diablo a todas horas (2020, Netflix).
Para aquellos familiarizados con las historias criminales el título de la producción remite a otra serie del streaming: el documental de 13 episodios del mismo nombre disponible en Netflix en que se abordan las contradicciones y callejones sin salida en torno al novelista Michael Peterson, condenado a cadena perpetua en 2003 como autor de la muerte de su esposa, Kathleen, hallada sin vida dos años antes a los pies de la escalera de la casa que compartían en Durham, Carolina del Norte. No es casual el paralelo: una es adaptación de la otra, contando con Colin Firth y Toni Collette en los roles principales.
“Antonio está involucrado en este proyecto desde hace muchos años, entonces desde que lo conocí ha sido un tema muy recurrente en nuestras vidas”, detalla sobre la elogiada miniserie, en la que además de ser montajista es coproductora debido, explica, “a haber sido parte del proceso desde el inicio y porque me involucro en mucho más que sólo la edición”. Y añade entre risas: “Para bien y para mal, es de lo único que hablamos”.
Un crimen imposible
En septiembre de 2001, tres meses antes del crimen que copó los titulares, la numerosa familia Peterson se reúne en una cena para celebrar que una de sus integrantes parte a la universidad. En una secuencia anterior, parte de un perturbador juego de la ficción, la matriarca aparece sin vida en su casa en una espantosa escena que lleva a pensar que se trató de un asesinato y no de un accidente.
El caso tiene más vueltas que la producción de HBO Max también abarca: en 2017, en medio de un nuevo juicio (el primero fue anulado debido a que se descubrió que uno de los principales testigos había mentido), Michael Peterson tomó un recurso en que aceptó un cargo de homicidio voluntario. A raíz de que se determinó que había estado recluido durante un tiempo mayor al de su nueva condena, el escritor salió en libertad, eternizando el misterio en torno a la enigmática muerte de su mujer.
“La premisa de la serie, y creo que la razón por la que el caso es tan fascinante, es que nadie puede decir con certeza qué pasó”, señala Subercaseaux. En ese sentido, advierte, “la serie tenía que ser entretenida para la gente que había visto el documental, y para ellos incluimos algunos guiños. Pero tampoco podíamos esperar que todos lo hubieran visto para poder entenderla. No tenía que ser sobre explicativa pero tampoco muy críptica”.
La ficción se abre a más de una línea temporal, indagando alrededor de dos escenarios: Kathleen Peterson murió en un accidente o fue asesinada. Además, recorre los meses previos a que la tragedia se desatara. “Había que encontrar una manera de conectar estas tres historias sin que el pase de una narrativa a otra fuera muy obvio. El desafío era que el espectador no se perdiera y pudiera hacer conexiones emocionales que no se sintieran muy pesadas o sobre intencionadas”, agrega la editora.
Si la producción de ocho episodios trasciende las limitaciones del género criminal –y es una carta fuerte para la próxima edición de los Emmy, que revelará a sus nominados en julio–, es tanto por su estructura temporal como por cómo divide el punto de vista. “Antonio también lo concibió como un drama familiar. Yo creo que parte de lo que trata la serie, que el documental nunca pudo hacer, es darle una voz a la víctima, con la inmensa actuación que se pega la Toni Collette como Kathleen”, especifica.
-Las series nacidas de crímenes reales siempre tienen que resolver cuán fidedignas se mantienen a los hechos y si ocupan o no los nombres reales. En The staircase los conservan. ¿Cuál es su opinión en torno a ese debate?
Yo creo que es muy difícil. Nosotros lo hemos conversado mucho, porque obviamente es algo que conflictuaba mucho a Antonio. En este caso creo que la familia tuvo tal nivel de exposición, por lo mediático y grande que fue el documental, que no se sentía que estuvieran pasando del anonimato a los focos, como ha pasado en otras situaciones. Por otro lado, es interesante lo que pasa con las dramatizaciones. Hasta que salió nuestro show, la gente que había visto el documental tenía en sus cabezas a los personajes reales. Ahora, en cierta medida, el nuevo Michael Peterson es Colin Firth. Incluso creo que la ficción les pone el peso a los actores y se los levanta a las personas que lo vivieron.
“De todas maneras, es un tema que es complicado, porque son vidas de gente que existe y obviamente para ellos es doloroso que se siga recreando. Pero también creo que era una historia que valía la pena contar y creo que le estamos dando una humanidad a los personajes, sin tratar de ser sensacionalistas, y dándole una perspectiva a la víctima, que antes nunca había sido explorada. Que no solamente sea esta mujer que murió a los pies de la escalera, sino una persona más tridimensional, que tiene voz”.
-Si bien las series han ganado terreno en los últimos años, hay quienes aún consideran que el cine sigue estando un escalón más arriba en términos de prestigio y capacidad de reflexión. ¿Para Ud. hay distinciones?
Yo soy muy fanática de las series y sí creo que la experiencia del cine es diferente a la de ver televisión. Por defecto, la gente tiende a ver televisión con el teléfono en la mano o pausando para ir a la cocina. El rito es distinto. Pero creo que la factura que hay ahora en televisión, y los actores y realizadores que están metiéndose, están de todas maneras elevándola. Ya no es una comparación entre teleserie y cine arte. Es diferente el formato; no lo veo para nada como algo inferior, simplemente es algo diferente. También creo que la series permiten hacer unos estudios de personajes increíbles. Por ejemplo, Antonio trató de escribir The staircase como una película durante mucho tiempo y era imposible, porque simplemente no cabía toda la historia.
En la vida real, Sofía Subercaseaux saltará de las series al cine: a comienzos de julio, la montajista volverá con su familia a Chile para instalarse en Santiago, debido a que trabajará en una nueva película de la productora Fábula de la que no puede entregar mayores detalles. Su anterior estadía en el país fue a inicios del año pasado, cuando junto a Campos fueron padres por segunda vez y el realizador terminaba de escribir The staircase en una casa que se construyeron en el litoral central.
“A mí me encanta el final”, expresa a sólo días del estreno del octavo y último episodio de la miniserie, este jueves. “Hay de todas maneras nueva información y cierta perspectiva, pero el capítulo vuelve a la pregunta inicial respecto a qué es la verdad. No es cien por ciento resolutivo, pero creo que es muy satisfactorio”.