El ambiente no parecía muy prometedor para una banda que venía de girar con Guns N’ Roses y Metallica: un grupo de covers de The Black Crowes en el escenario, Billy Sheehan de Mr. Big y Lou Gramm de Foreigner como invitados estelares, y chicas con poca ropa distribuyendo shots la noche del 1 de octubre de 1992. La fiesta de la WGRF-FM/97 Rock en el Impaxx Night Club & Theater era obligatoria para los miembros de Faith No More. El dueño de la estación dominaba el dial desde Buffalo hasta Nueva York. “Tenemos que ir a esta cosa”, ordenó el manager.

El plan era quedarse un rato para luego coger el bus y seguir promocionando Angel Dust, el flamante álbum publicado el 8 de junio de aquel año, radicalizando la ecléctica propuesta de la banda de San Francisco. El bajista Billy Gould empinó una seguidilla de vodkas observando de reojo a Mike Patton, que se fotografiaba con strippers poniendo caras estúpidas. El carismático vocalista al fin parecía algo más cómodo con la exposición. La escena alegró a Billy.

De pronto, uno de los anfitriones preguntó si se animaban con un tema. Para el grueso del público presente, eran los tipos de Epic, el single que un par de años antes había iniciado el desbancamiento del rock escarmenado californiano para convertirlos en símbolo del funk metal, término aborrecido por el grupo. “Es realmente asqueroso”, diría Gould.

Ante el pedido, FNM subió al escenario para usar los instrumentos de la banda de covers, decididos a tocar una sola nota.

“No vamos a parar, ja, ja, ja / No vamos a parar, ja, ja, ja”, comenzó a bramar Patton.

En ese mismo instante, la fiesta se detuvo.

“97 Rock, chúpame el culo/ 97 Rock, chúpame el culo”, fue el siguiente verso.

Faith No More entró en trance monocorde. “No había vuelta atrás”, según Gould.

Mike Patton se desnudó cintura abajo para luego inclinarse de espaldas al público, restregando el micrófono entre el trasero y los genitales. El guitarrista Jim Martin, que en ese entonces libraba una batalla con el cantante entre agresiones físicas y verbales, aprovechó de frotar el mástil del instrumento en la entrepierna de Mike.

“¡Es mi Les Paul del 67, imbécil”, gritó el guitarrista de covers abalanzándose al escenario.

“Lo siguiente que recuerdo es un golpe”, relata Gould, “y la sangre me mancha la camisa”.

El bajista gira hacia Patton. También sangra, en tanto un par de tipos de la primera fila se felicitan chocando manos. Patton coge el micrófono imitando la postura de un lanzador de béisbol y lo arroja con todas sus fuerzas, impactando de lleno en el rostro de uno de los agresores. Un botellazo casi tumba al vocalista y la banda decide arrancar por la salida de incendios.

“¡Chicos! Ha sido uno de los mejores conciertos que he hecho con ustedes en mucho, mucho tiempo”, exclamó eufórico Jim Martin, el último en abordar el bus mientras huían a toda velocidad.

A la mañana siguiente, Faith No More era portada de USA Today, el diario de mayor tiraje del país.

“Nos habíamos unido a Jim”, recuerda Gould. “Después de todas esas peleas, ¡volvíamos a estar juntos!”.

Fue el canto del cisne para la alineación clásica. En noviembre del año siguiente, Jim Martin se enteró vía fax que ya no pertenecía a Faith No More.

Tampoco era una sorpresa.

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Fueron 26 meses dedicados a explotar el éxito de The Real Thing (1989) con giras y videos, hasta que en el verano boreal de 1991, presionados por el management, FNM comenzó a componer nuevo material testeado en un tour por Brasil y Argentina en septiembre, y más tarde en Japón.

Desde un comienzo hubo problemas. Jim Martin había perdido a su padre y en consideración al duelo, el resto decidió trasladarse desde San Francisco hasta Oakland, a solo 10 kilómetros de Hayward, residencia del guitarrista. A pesar del gesto, Martin no apareció en los ensayos y reaccionó molesto cuando le dijeron que podrían tomarse un descanso.

Por otro lado, Mike Patton tampoco estaba disponible. “Prácticamente todo el tiempo (...)”, relató el productor Matt Wallace, “consistió en poner excusas y aplazar las cosas y darnos palmaditas en la espalda y decir: ‘Todo va a ir bien’, y luego no contestar a nuestros teléfonos (...). Un par de chicos de la banda se preocuparon”.

Patton llevaba tres años en Faith No More. Había llegado cuando The Real Thing estaba prácticamente listo. El álbum le resultaba ajeno, era menor que el resto y su proyecto de adolescente, Mr. Bungle, había lanzado un elogiado debut en 1991 que, méritos aparte, se benefició del éxito de FNM. En medio del creciente tedio por la extensa promoción de The Real Thing, el vocalista insistía en la prensa que su estancia en el grupo no era más que un trabajo.

“Fue en el período en que di muchas entrevistas que no debería haber dado. Estaba harto de Faith No More”, confesó Patton. “Nadie compraba nuestros discos y seguíamos de gira. Estaba desilusionado. Cuando estás de gira, a veces como banda tienes la sensación de vivir como ratas. Te mantienen ocupado y estúpido temporalmente. Te tratan como un chulo trata a una puta”.

“Pero creo que no me retraté correctamente”, concedió. “Me hizo parecer un hijo de puta mimado más que otra cosa”.

Finalmente, en diciembre de 1991, el grupo inició las sesiones en Coast Recorders de San Francisco con Matt Wallace nuevamente como co productor, ingeniero y responsable de la mezcla. Su idea era alejarse lo máximo posible del disco previo. “Estaba, a mi manera, realmente distanciado de la sonoridad de TRT”, explicó en 2012, “ya que sentía que era delgada, demasiado comprimida y tenía demasiados agudos, aunque todo esto nos favorecía en la radio y en la MTV. Así que me esforcé por intentar crear un disco con un sonido mucho más completo y natural”.

La experiencia de Angel Dust fue dura para el productor, al punto que descansó un par de meses tras terminar el registro en marzo de 1992. “Hubo una acritud bastante severa dentro de la banda, ciertamente entre todos y Jim, y hubo algunas discusiones realmente acaloradas”, declaró en 2015. “(el tecladista) Roddy (Bottum) estaba teniendo sus propias luchas con algunos problemas de adicción, estábamos en un estudio de grabación que realmente no nos apoyaba en absoluto, tuve que básicamente producir, hacer de ingeniero, de asistente de ingeniero y responder los teléfonos. Fue un disco realmente estresante de hacer”.

Hacia el final, el consejo de Matt Wallace a FNM no contenía dobles lecturas.

“Creo que es hora de que encuentren un nuevo productor, un nuevo guitarrista, o ambos”.

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Angel Dust proponía una alteración a distancia kilométrica no solo del funk metal, sino del grunge y el heavy metal del momento. Trazaba un rumbo avant garde sin perder el olfato comercial. Ni antes ni después un grupo de rock duro se propuso estirar los límites en sentidos contrarios, como lo hizo FNM en esta mano.

Si una canción era siniestra y violenta -Jizzlober por ejemplo, obras cumbre en un álbum plagado de joyas-, la siguiente -el cover de Midnight cowboy- acogía con tranquilidad y melancolía. La propia portada con una hermosa garza en un fondo azul, contrapuesta a la imagen de una carnicería en el reverso, sugerían un contenido oscilante entre lo bello y lo crudo.

Las citas a músicas diversas iban desde pasajes tribales -el puente de Smaller and smaller-, a las sinfonías totalitarias envolviendo la brutalidad de Malpractice, con pellizcos a la obra del compositor soviético Dmitri Shostakovich. El generoso uso de samples rebosaba ingenio, desde material de Beastie Boys a la voz femenina del aeropuerto de Rio de Janeiro.

La audacia también irradiaba las letras. Be Aggressive era una oda a la fellatio entre hombres escrita por Roddy Bottum -”eres mi sabor de la semana, me lo trago, me lo trago”-, probablemente el único músico rock que en aquella época no ocultaba sus preferencias amatorias.

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Tras las evasivas iniciales, Mike Patton se involucró por completo en la composición, los arreglos y en expandir su paleta. El tono nasal de The Real Thing dio paso a una explosión de rango, y una multiplicidad de personalidades desde el lunático de Caffeine, pasando por el intérprete pop de Small Victory, hasta el crooner de Easy. El primer personaje -el cantante desaforado-, parió a una corte de vocalistas chillando en bandas de nu metal en los años siguientes.

“Al principio, la fruta no estaba madura”, comentó Patton sobre haber encajado por fin en FNM gracias a Angel Dust, “pero fue madurando y ahora sabe muy bien”.

La notoria violencia y desquiciamiento en cortes como Caffeine, grabada después de una privación de sueño por tres días, con Patton sufriendo alucinaciones, no era gratuita sino una expresión de dinamismo y elasticidad.

“No es realmente una agresión”, declaró el frontman. “Es simplemente sentirse cómodo, poder descargar todo. Simplemente había un mejor foro para los extremos”.

En opinión de Matt Wallace, el compromiso de Mike Patton en Angel Dust lo instaló en un punto de avanzada. “Creo que realmente llegó a la vanguardia de lo que podía hacer, que es utilizar su voz como un instrumento, cantar plena y profundamente y utilizar cada espectro de su rango vocal (...)”.

Según el productor, Patton estaba inmerso en cantos tibetanos y esquimales. “Traía estas diferentes ideas al disco dentro del contexto de una banda de rock pesado, alternativo y progresivo, traía sus ideas sobre cómo debería ser su voz”, declaró. “Y fue realmente una visión de futuro, porque muchas bandas, después de ese disco, siguieron sus pasos, porque Patton no tenía miedo de probar cosas diferentes (...)”.

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Mientras el núcleo formado por Billy Gould, Roddy Bottum y el baterista Mike Bordin, responsables de la gran mayoría de las composiciones, más el significativo aporte de Patton, empujaban el proyecto, Jim Martin remaba en sentido contrario sin comprender el giro del material. Primero trabajó en su casa y cuando era inevitable la asistencia al estudio, condicionó su presencia a un horario diferido. El grupo llegaba por la mañana, en particular Gould, el engranaje musical nuclear de FNM, para escuchar con decepción los aportes de Martin, que también desaprobaba el nombre del álbum y su elegante portada, ocurrencia de Bottum.

“No paraba de llamar al disco ‘Gay Disco’”, rememoró Matt Wallace en 2015. “Cada vez que tocaban algo decía ‘eh, esto es un montón de gay disco’. Y yo decía ‘hombre, si pones tu maldita guitarra grande, no será, entre comillas, ‘gay disco’. Necesito que te subas a bordo y hagas esto’”.

En opinión de Wallace, a pesar de su actitud, necesitaban a Jim Martin. “Queríamos que aportara su sonido”, sentencia. “Para mí, intuitiva e instintivamente, Faith No More era como una telaraña de cinco trayectorias. Cada tipo tiraba en estas direcciones opuestas, pero como no había un líder de facto, si Jim quería ir demasiado lejos en el metal, tenías a Roddy tirando en esta dirección (...). Era esencial que Jim aportara su parte, porque entonces era Faith No More. Pero la música no le inspiraba a introducir esos acordes”.

Billy Gould asegura que terminó componiendo y registrando guitarras ante la desidia de Martin. “Estaba grabando el bajo y tenía que escribir partes de guitarra porque a él no se le ocurría nada”.

Enrabiado, Gould cogía el teléfono para insultar a Martin. “¿Qué mierda estás haciendo en este disco?”.

El guitarrista asegura que participó en la totalidad de Angel Dust, aún cuando concede que el riff de Malpractice -compuesta por Patton- no es el tipo de frase que habría escrito. En su defensa, el hermoso solo y los arreglos country de RV son suyos, como compuso Jizzlobber -”quería escribir algo realmente horrible y feo”, declaró-, excepto el gótico cierre con órgano de iglesia, arreglado por Gould.

“Mirando hacia atrás, desearía que hubiéramos complacido más sus caprichos”, reflexionó Roddy Bottum. “En aquel momento, sin embargo, tomamos sus ideas como pasadas de moda y extrañas a lo Frank Zappa de la vieja escuela, cuando sentíamos que el resto de nosotros éramos mucho más progresistas y avanzados en lo que respecta a los sonidos”.

Gould convocó una votación para que Jim Martin fuera obligado a grabar en su presencia. “Se convirtió en un tipo que mandaba a todo el mundo”, resumió el bajista. “Era muy duro con Puffy (Mike Bordin), muy, muy duro. Puffy a veces lo merecía, pero no siempre. Y luego Patton tiene otra energía que es igualmente difícil. Él y Jim la tenían entre ellos. Patton también tenía tipos que perseguía. Era duro, era una época estresante”.

En medio de la gira de Angel Dust, el vocalista derribó a Martin en el escenario, le tiraba botellas de agua, o aprovechaba concursos radiales para humillarlo por vivir aún con su madre. A su vez, Martin recordaba con regocijo que un pez gordo de la compañía discográfica, al escuchar los avances del disco, recomendó que nadie se comprometiera con hipotecas.

“Fue uno de esos grandes momentos en los que la realidad te abofetea en la cara”, contó en 2012. “Algunos de mis socios (habían) comprado casas”.

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“No habrá término medio para este álbum. O va a ser absolutamente enorme o será un maldito fracaso total”, profetizó Billy Gould en 1992.

En rigor, Angel Dust es el álbum de mayor éxito en la carrera de Faith No More, con 2.5 millones de copias en todo el mundo. Sin embargo, sus ventas decayeron rápidamente provocando desilusión en el grupo.

Cosechó entusiastas críticas siendo elegido disco del año en varias publicaciones excepto la revista especializada en rock pesado Kerrang!, que lo tildó como “una especie de trastorno de la personalidad, que socava su potencial grandeza”.

En 2003 revirtieron la falta de entusiasmo hacia el otro extremo, proclamando su lugar como el álbum más influyente de todos los tiempos, “un nuevo hito en lo que se podía hacer dentro de los límites del rock (...) como si todas las fabulosas excentricidades que el rock había arrojado durante los 20 años anteriores se hubieran destilado en 50 minutos perfectos”.

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