Band on the Run o cuando Macca obtuvo su mayor triunfo

Paul McCartney wsp

Grabado en Nigeria, fue el disco con que Wings buscaba el reconocimiento de la crítica y los fans. Pero no estuvo exento de problemas, y varios: dos integrantes dejaron el grupo poco antes de las sesiones, “Macca” tuvo un colapso respiratorio, y sufrió el robo de las maquetas de los temas. Pero demostrando su habitual optimismo, el zurdo fue hasta el final por un premio que anhelaba.


El grito se escuchó seco y abrió una grieta en la noche. Un par de asaltantes amenazó con navajas a Paul McCartney y a su esposa, Linda Eastman, en una calle perdida de Lagos, Nigeria. La rubia, en su desesperación por ver la sombra de la muerte en aquellos filudos objetos, gritó por clemencia: “¡No lo maten!, ¡Es el Beatle Paul!”, acaso creyendo que su condición de estrella podría salvarlo de una decisión azarosa de un par de pillastres.

No mataron a Paul ni a Linda, pero el ex Beatle debió entregar sus pertenencias. Con su habitual calma se despojó de sus objetos de valor, incluyendo una cámara de fotos y un costoso reloj. Pero al zurdo se le partió el alma cuando le pidieron que entregara una bolsa que portaba. Seguro los ladrones no lo sabían pero ahí había oro puro: las maquetas y letras de las canciones que conformaban el nuevo álbum de su banda Wings, el que habían ido a grabar a Nigeria.

El incidente se tomó los comentarios a la mañana siguiente, en el estudio EMI de Lagos. Pese a la desazón y al shock post asalto, Paul tomó el toro por las astas. Había un álbum por grabar y resuelto a echar adelante el barco indicó que se acordaba cómo iban varias de las canciones. “Y de las que no me acuerdo…bueno, supongo que tendré que escribir otras”, señaló con su habitual pragmatismo y por qué no decirlo, con su empedernido optimismo. Las canciones que mantenía frescas en su memoria eran Jet, Mrs Vandeblit, Mamunia y Band on the run.

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Para ese 1973, Paul había visto cómo sus antiguos compañeros de The Beatles estaban cosechando laureles con sus trabajos solistas, mientras que los suyos eran recibidos con indiferencia. Claro, nadie le perdonaba que hubiera lanzado su disco debut casi al unísono con Let it be, el último canto del cisne de los Fab Four, y donde además, anunció que dejaba el grupo. “Los medios, de manera casi unánime, lo acusaron de un egoísmo y una arrogancia desmesurados, así como de una carencia absoluta de escrúpulos por haber escogido ese terrible momento para lanzar su primer álbum en solitario”, anota Philip Norman en Paul McCartney. La biografía (Malpaso, 2017).

George Harrison fue el primer ex Beatle al alcanzar el número con su single My sweet lord, en noviembre de 1970, y además se llevó todas las alabanzas con su fundamental álbum All things must pass, publicado casi al mismo tiempo. John Lennon tampoco lo hacía mal. Un mes después del disco de George, lanzó su Plastic Ono band, un largaduración crudo y sufrido, pero que tuvo entusiastas comentarios.

A Paul le faltaba el disco que le diera un impulso a su carrera solista y que críticos alabaran sin dudar, y había llegado a grabar a Lagos en busca de ese trofeo. Al decir de su biógrafo, Philip Norman, la idea del autor de Hey Jude era ser un pionero. “Y, como ocurre con muchos de estos, lo que encontró no era lo que esperaba. Había visualizado Nigeria en términos de ‘magnífica música y cultura africanas’, un escándalo de sonido y color que haría que el glam rock pareciera soso en comparación. No se había imaginado llegar en calidad de observador vip en la cabina de mando de la aeronave y darse cuenta de que ni el piloto ni el copiloto parecían capaces de localizar la pista del aeropuerto de Lagos entre las neblinosas extensiones de la jungla que había debajo de ellos”.

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Pero ni el calor infernal, ni los lagartos, ni las cucarachas ni la rústica calidad de los equipos del estudio EMI de Lagos fueron mayores rivales que la dificultad mayor: la salida de dos miembros de Wings poco antes de grabar el álbum: el baterista estadounidense Denny Seiwell y el guitarrista norirlandés Henry McCullough. El primero, un cotizado músico de sesión, se marchó descontento por el reparto de las regalías y dineros; el segundo, un eximio guitarra, emigró por sus constantes choques con Paul, ya que estaba acostumbrado a tocar de manera improvisada, lejos de planificar las partes como le pedía “Macca”, además, le molestaba el cierto autoritarismo del líder.

Solo el guitarrista Denny Laine se mantuvo en el grupo, pese a que fue padre poco antes de tomar el avión a Nigeria. Convertidos en trío de sopetón, con Linda y Denny como compañeros, el ex Beatle no tuvo dudas. “Decidió seguir adelante de todas maneras, aunque solo fuera para mostrarles a los desertores que no eran tan importantes como creían. ‘Pensé Jodeos —recordaría—, haré un álbum en el que desearían haber participado’”, cita Norman en su libro.

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Linda, Paul y Denny Laine.

Con Geoff Emerick como ingeniero de grabación, a quien conocía desde sus tiempos en los Beatles, el trío Wings comenzó las sesiones. Para ello, el siempre metódico McCartney estableció una calendarización: “A Paul nunca le había gustado trabajar los fines de semana, por lo que rápidamente establecimos un calendario de cinco días a la semana, lo que hizo que todo fuera bastante relajado”, recuerda Geoff Emerick en su autobiografía El sonido de los Beatles (Indicios, 2011).

Haciendo gala de su desarrollado sentido del ritmo, Paul decidió hacerse cargo de la batería en todas las canciones del disco, también de la guitarra solista. De esa forma, la pista base de todos los temas eran Paul en la batería y Denny Laine en guitarra rítmica, desde ahí, se iban agregando los overdubs, incluyendo los teclados de Linda.

Sin embargo, a poco andar, Paul se puso pálido y anunció que tenía dificultades para respirar. Acto seguido, se desmayó ante la consternada Linda. Rápidamente fue llevado a un hospital donde fue estabilizado. Había tenido un espasmo bronquial, debido al exceso de tabaco.

También otro lío golpeó la puerta. El baterista de Cream, Ginger Baker, se había radicado en Nigeria y tenía un estudio llamado ARC, y se sintió ofendido de que Wings no grabara con él su disco. Para limar asperezas, y con todo su sentido diplomático, “Macca” accedió a pasar solo un día en el estudio del pelirrojo, en el que se grabó la mayor parte de la canción Picasso’s Last Words (Drink to Me). En la canción, Paul decidió llevar a lo musical el cubismo del pintor malagueño. “Se grabó intencionadamente de tal modo que recordara a un cuadro de Picasso, juntando un montón de fragmentos no relacionados entre sí”, recuerda Emerick.

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Entre un escape y un derrame

El tema que le daba nombre al disco, Band on the run, Paul la compuso poco antes de embarcarse a Nigeria, por lo que la tenía bastante fresca y pudo recordarla pese a la pérdida de las maquetas. De algún modo daba cuenta del terremoto grado 7 por el que había pasado Wings. “La letra cambió un poco durante nuestra estancia, y de este modo evocó la situación tan especial en la que se encontraba: abandonado por sus compañeros de grupo, atrapado en un estudio de grabación en una tierra desconocida y amenazadora. No es de extrañar que sintiera cierta paranoia”, recuerda Geoff Emerick.

Philip Norman también rescata esa dimensión escapista: “La idea de él mismo y Linda como refugiados o fugitivos se cristalizó en el título del álbum, Band on the Run. Uno podría argumentar que en realidad dos tercios de la banda se habían fugado de ellos. Sin embargo, no había duda de que habían superado los confines de una grabación normal y habían emprendido un valiente viaje a través de un territorio hostil donde muchas veces los desastres les pisaban los talones como sabuesos”.

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Una de las canciones nacidas ahí mismo en Nigeria tras el robo de la bolsa fue Let me roll it, la potente balada con un solo distorsionado que mostraba a McCartney en estupenda forma como guitarrista. “Tiene todavía más mérito si se tiene en cuenta que está doblado en dos pistas –recuerda Emerick–. Lo tocó Paul, en lugar de Denny, e hizo un trabajo excelente doblando el arreglo exactamente con el mismo fraseo y la misma actitud”.

Para Norman, Let me roll it tuvo una influencia clara “Era una imitación —o un homenaje— de John y la Plastic Ono Band”, y algo de eso había. Así al menos lo creyó Geoff Emerick, quien anotó en su libro: “El sonido de guitarra recuerda un poco a la guitarra muy distorsionada de Lennon en Revolution, pero es algo que sucedió así, no intentamos específicamente duplicar el sonido. Lo más misterioso es que hay un editaje erróneo después del último estribillo que añade un tiempo extra, justo como sucedió en Revolution. Fue un error que le gustó a Paul, no estaba pensado para burlarse de la afición de Lennon por los compases irregulares”.

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Pero no todo se grabó en Nigeria. Tras dejar África para volver a Londres, faltaba todavía por registrar Jet, el potente segundo track del álbum. Contra lo que se pudiera creer, el origen de la canción es más hogareña de lo que se cree “no era más que el nombre de su perro labrador”, cuenta Philip Norman. Es lo mismo que Paul había hecho con Martha, del White álbum (1968), compuesta pensando en su perra pastor inglés.

Su grabación tuvo un incidente que Paul no supo entonces y que fue revelado por Geoff Emerick en sus memorias. Mientras se registraba, hubo un derrame de óxido en la grabadora del estudio AIR. Esto, llevaba como consecuencia que el sonido se estropeara horriblemente. Emerick recuerda que trató de camuflar el entuerto como pudo: “Decidí intentar enmascarar el problema, que se hacía cada vez más evidente en el chasquido de la caja y el siseo del charles. Cada vez que reproducíamos la cinta, yo añadía más agudos a los monitores para que Paul no pudiera oír que las frecuencias estaban desapareciendo”.

Los minutos pasaban y un sudoroso Emerick esperaba que los miembros del grupo se fueran, para poder reaccionar: “En cuando se hubieron ido, copié Jet en un carrete nuevo de cinta multipistas, y nunca le dije nada a Paul, pero esa es la razón por la que la canción tiene un sonido tan sólido. Por suerte, este fue el único duendecillo técnico que encontramos en AIR”.

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“Un golpe maestro positivo”

Tras finalizar las sesiones, el álbum se lanzó el 7 de diciembre de 1973 y su éxito fue enorme. Se ubicó en el puesto 1 del Billboard 200, en Estados Unidos; además del 1 en el UK Albums Charts. Pero no solo había logrado buenas ventas, también llegó el esquivo reconocimiento a su trabajo solista. Jon Landau, de la siempre respetada Rolling Stone, lo describió así: “Una declaración personal compuesta con gran cuidado y diseñada de una manera tan elaborada que hará imposible volver a calificar a McCartney de mero estilista”.

Y a renglón seguido, Landau agregó una frase con la cual seguro Paul debió pegar un salto de alegría: “Con la posible excepción de Plastic Ono Band de John Lennon, es el mejor disco lanzado hasta ahora por cualquiera de los cuatro músicos que alguna vez fueron llamados los Beatles”.

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Por su lado, Charles Shaar Murray, de New Musical Express (NME) escribió: “El ex Beatle con menos probabilidades de restablecer su credibilidad y liderar el campo lo ha logrado con un golpe maestro positivo de un álbum titulado Band On The Run. Es un gran álbum”.

Desde el New York Times, Loraine Alterman señaló: “El álbum está lleno de una gran cantidad de música convincente, incluso si la letra a veces tiene tanto sentido como la foto de portada”.

Lo había logrado. Paul había timbrado un disco sólido, con un sonido arrollador, deudor de la era del rock de estadios que estaba asomando a mediados de los 70. Además, consiguió recuperar el respeto como músico y que se le reconociera su trabajo en solitario, y fue con un álbum sufrido desde el comienzo. Quizás por eso, en la contraportada se registraron unas decidoras palabras: “Paul desea agradecer a Linda y Linda encantada de agradecer a Paul y a Denny”.

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