Kate Bush se encarama en los ránkings globales gracias a Running up that hill (a deal with God) incluida en la última temporada de Stranger Things, y desbanca del número uno de Spotify global a As it was de Harry Styles, el pasado 6 de junio. En Chile, donde la heroína art pop fue más conocida por Don’t give up (1986) junto a Peter Gabriel que por su obra solista, pasó de modestos 600 streams diarios a 100.000.
El caso de Kate Bush no es el único de este año. La crepuscular Something in the way, que cerraba Nevermind (1991) de Nirvana, también revivió en la banda sonora del último Batman. 2.5 millones de reproducciones en el mundo, llegando al décimo puesto del Global Top 50 de Spotify. Acá creció de un millar de reproducciones diarias, a más de 32.000.
La pandemia y la reclusión acentuaron nostalgias con la ayuda de Tik Tok, la red social de mayor expansión durante la crisis sanitaria. La secuencia del skater tranqui haciendo lip sync de Dreams (1977) de Fleetwood Mac, se convirtió en una de las imágenes simbólicas del encierro -un hálito de libertad en pleno confinamiento-, reiterando el potencial promocional de las aplicaciones.
A dos semanas del video, la canción generó planetariamente 36 millones de reproducciones en octubre de 2020. Según la división de catálogos globales de Warner Music Group, las descargas del título que Stevie Nicks compuso en diez minutos en 1976, aumentaron 1.188%. Caso similar la reacción de dos jóvenes ante In the air tonight (1981) de Phil Collins en agosto de 2020, un viral cortesía de Youtube. La canción aumentó sus ventas en 1.100% y llegó al segundo puesto de iTunes.
Esta clase de cifras favorece aparentemente a los defensores de la-música-de-antes-era-mejor. Lo cierto es que hay una industria millonaria detrás que mueve su negocio cada vez con mayor eficiencia, mediante múltiples vitrinas. La compra de cancioneros de grandes estrellas por cifras astronómicas -Bob Dylan vendió su catálogo por 300 millones de dólares hace un par de años-; compañías como Hipgnosis dedicadas a la adquisición de catálogos como el de Shakira, y divisiones ad hoc en los sellos para mercadear material probado, trabajan en el fértil terreno de la memoria y la nostalgia, mientras cada generación cree que la música de su época es la mejor.
Por contraparte, nunca antes en la historia del pop resultó tan expedito que personas sin experiencia y sello discográfico, pudieran ingresar a lo más alto de los listados, como sucede con Spotify. Un reporte del canal Vox posteado hace un par de semanas en Youtube, estableció el link entre canción viral de Tik Tok y alta demanda en Spotify, a la manera de una reacción en cadena. El artista JVKE, sin oyentes a mediados de agosto pasado, registró 3.4 millones en octubre, gracias al éxito del single Upside down. La canción fue parte de varios virales, con una muestra de apenas 15 segundos del tema. En pocos meses JVKE necesitaba un manager.
Ahora las discográficas están pendientes de los éxitos superlativos en Tik Tok y el flujo hacia Spotify, para luego ofrecer contratos que ya no disponen de la totalidad del sartén.
El negocio es como antes porque los sellos siguen atentos a la nueva estrella y a explotar viejas canciones. Pero es más que antes porque dispone de mayores opciones para los músicos de labrar un camino propio y cosechar las ganancias, en vez de resignarse a la brutal tajada de las discográficas. A cambio, implica un costo al exigir al artista no ser solo artista, sino también empresario de sí mismo.