Cuando las cosas van mal, siempre pueden ir peor, dicen por ahí. Sería un buen resumen para lo que vivió Amber Heard, la actriz de Aquaman y vilipendiada ex mujer de Johnny Depp, durante el juicio de difamación en su contra. Cuando ya se había convertido en la enemiga pública número uno de TikTok; cuando su cara llorando al describir golpizas se había transformado en meme; cuando se dio cuenta que estaba perdiendo no solo en la corte del condado de Fairfax, Virginia, sino que ante ese temible territorio globalizado e inmisericorde que son las redes sociales, Heard decidió hacer un cambio de estrategia.

A principios de mayo, tras los primeros cuatro días de testimonio, Johnny Depp le recordó a buena parte del mundo por qué fue la estrella mejor pagada de Hollywood, con un cuidado encanto de chico malo. A mitad del juicio Amber Heard despidió a su empresa de gestión de crisis comunicacional -su Imaginacción, si se quiere- y contrató una nueva, Shane Communications, al mando de un experto llamado David Shane. Pero antes de que se pudiera pulir la imagen de la actriz, el mismo Shane fue acusado en redes de intento de abuso sexual, y él mismo tuvo que salir a desmentir a su propia acusante.

(AP Photo/Craig Hudson, File)

Cuando las cosas van mal, pueden ir peor.

Ya sabe lo que vino después: Depp terminó triunfando en la corte, siendo Heard encontrada culpable de difamación por su columna del año 2017 en el Washington Post, donde se definía como “figura pública representante de la violencia doméstica”. Aunque ella ganó una parte de la contra demanda contra Depp -los abogados del actor la difamaron, dijo la corte-, la actriz fue sentenciada a pagar cerca de 10 millones de dólares al Hombre Manos de Tijeras.

Ahora, a dos semanas del veredicto, Heard dio una entrevista que nuevamente acaparó titulares. Aunque muchos esperaban que se tomara un tiempo antes de dar más declaraciones, era necesario recuperar terreno ante la opinión pública; esta semana apareció un rumor viral, luego desmentido por el estudio de filmación, que aseguraba que la actriz habría sido eliminada de la secuela de Aquaman.

En la entrevista Heard se emocionó en varios momentos, pero siempre se mantuvo compuesta -evitando, quizás, las “caras de meme” que la persiguen tras su testimonio-, reafirmando que defiende cada una de sus palabras en el estrado. Pero también dijo que “ama” a Johnny Depp, que siempre lo hizo, y que no le desea mal. Que nunca quiso que lo “cancelaran”, sino que simplemente estaba haciendo uso de su derecho a expresarse. Dijo que ella entendía que no era la “víctima perfecta”, en referencia a las exigencias que hace la sociedad a quien levanta el dedo para acusar un abuso o violación.

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Cuando su carrera futura aún está en duda tras la debacle, Heard ya pareciera estar moviendo piezas para presentarse de una manera distinta ante la opinión pública: madura, no beligerante, cariñosa.

Por mientras los ensayos, columnas de opinión, tuiteros, youtubers y más, siguen haciéndose la misma pregunta: ¿Quién ganó? ¿Quién perdió? ¿Fue el veredicto de los siete jurados en Fairfax -cuyos nombres serán secretos por un año debido a lo mediático del caso- el hito que inauguró oficialmente la era post Me Too?

Somos los piratas

El día antes de la lectura del veredicto, Johnny Depp ya se consideraba un triunfador: no hay manera si no de que apareciera como rockstar en el escenario del Royal Albert Hall de Londres, donde hizo de guitarrista para Jeff Beck. El ex The Yardbirds estaba en medio de su gira por Reino Unido, y contó a la audiencia que Johnny le tocó la puerta hace cinco años y que nunca más se han parado de reír. Depp volvió a repetir la aparición en un par de conciertos siguientes, incluido uno donde su famosa ex Kate Moss, quien había testificado a su favor hace solo unos días, estaba en el público.

Era otra la situación hace tan solo unos meses: en 2020 Depp perdió un juicio por difamación contra un medio británico que lo había descrito como “golpeador de esposas”. Había sido exiliado de Hollywood, de la lucrativa saga de Piratas del Caribe y fue despedido de la secuela de Animales Fantásticos. Su única película estrenada en estos años, Minamata, quedó perdida en el éter de los cancelados.

(AP Photo/Craig Hudson, File)

Para ser justos (y como bien el equipo de Heard lo recordó en la corte), la carrera de Depp llevaba una buena década con películas sin gran repercusión o grandes fracasos (El llanero solitario), a menos que se cuente su participación en franquicias cinematográficas.

Los reportes de su conducta errática también superaban cualquier caos matrimonial; ya en 2018 había enfrentado demanda y contrademanda con sus ex manager, y ahí se dijo que Depp básicamente dispendiaba dos millones de dólares al mes, incluyendo 30 mil dólares de gastos en vino. Y estuvo esa vez que gastó cerca de 3 millones de dólares en tirar las cenizas de su amigo Hunter S. Thompson (a quien interpretó en Pánico y Locura en Las Vegas) de un cañón; el actor dio una entrevista en Rolling Stone donde aclaró que en realidad eso costó 5 millones de dólares.

Por eso muchos se preguntaron para qué el actor demandaba a Heard, considerando que en la corte se reviviría públicamente todo el backstage que las estrellas y sus equipos de Relaciones Públicas normalmente viven para esconder: el alcohol, las drogas, las peleas, los mensajes de texto donde soñaba con desmembrar a su ex y así. Él lo explicó el primer día: ya no tenía más que perder.

Sus testimonios en la corte serán material de análisis por años a venir, en uno de los actos de equilibrismo mediático más exitosos: llegó como un hombre derrotado y seis semanas después salió como héroe. El look de rebelde ordenado, los chistes en los momentos correctos, terminaron derritiendo a todos quienes crecieron cuando Johnny Depp era, simplemente, una de las personas más cool del mundo.

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¿Significa esto que Depp volverá a la gloria hollywoodense de los viejos tiempos? Difícil decirlo, porque los norteamericanos son más cautos para asociarse a una figura con tanto escándalo. Eso puede tomar tiempo. Por el momento sus planes incluyen una película francesa -donde siempre se ha considerado el Me Too un nuevo exceso de puritanismo estadounidense-, pero por sobre todo, el actor pareciera estar capitalizando la marca Depp.

En estas semanas ya lanzó su cuenta de TikTok, amasando millones de seguidores en días, lanzará un disco con Jeff Beck que saldrá en julio, y está promocionando ventas de NFTs en Instagram. Depp, quien cuando terminó el juicio agradeció al jurado por “devolverle su vida” y anunció un “nuevo capítulo”, por el momento está aprovechando su recobrado buen nombre donde sabe tiene público.

Después del Yo También

¿Y el Me Too? Depende a quién se le pregunte.

Para muchos, hombres y mujeres, el veredicto de Depp-Heard habría probado un punto en la corte: que las mujeres que denuncian abusos no siempre dicen la verdad y que los hombres no son todos violadores, como acusaba el himno de Las Tesis. El juicio fue una euforia para todos quienes han considerado la ola de acusaciones, revelaciones y funas como una “locura colectiva” (como lo describió la abogada de Nicolás López, Paula Vial).

El problema está en que este juicio no era sobre violencia, legalmente era sobre difamación, imagen y fama. Muchas de las conductas abusivas de Depp realmente sucedieron; y quedó claro que Amber Heard contribuyó con otras. Una relación tóxica, entre uno de los hombres más famosos del mundo y una actriz menor quien quizás intentó sumarse a un momento histórico a través de su divorcio. El castigo para ella es que, aunque la relación era mutuamente abusiva, en lo monetario, mediático y social, Amber Heard se llevó la peor parte.

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La mujer tras la frase Me Too, Tarana Burke, ha puesto paños fríos sobre la situación, argumentando que cuando el veredicto acompaña a las víctimas se dice que el movimiento está más vivo que nunca, pero cuando no, se apuran en sepultarlo. “El movimiento no está muerto, es el sistema el que lo está”, remató.

Y en eso podría haber un consenso entre especialistas: este juicio fue fatal para las denunciantes de violaciones o abusos. Probablemente haga que muchas mujeres que han sufrido casos de violencia intrafamiliar ahora lo piensen nuevamente antes de denunciar; es demasiado lo que pueden perder, y la justicia no siempre funciona con la perspectiva de género. La opinión pública, menos.

(AP Photo/Ted S. Warren, File)

Pasada la ola, el Me Too sigue existiendo: en diciembre pasado, en medio del lanzamiento de la secuela de Sex and the city, And just like that, cuatro mujeres acusaron a Chris Noth, o Mr. Big, de abuso sexual. En menos de dos semanas ya había sido eliminado de esa y de otra serie, y Sarah Jessica Parker y las demás actrices que compartieron pantalla con él por años salieron a apoyar a las víctimas en el doloroso momento.

Entre los acusados como él hay destinos disímiles: así como Harvey Weinstein sigue en la cárcel, Bill Cosby está libre, en medio de un nuevo juicio, ya que el primero fue anulado porque algunas pruebas presentadas en la corte no habían seguido el debido proceso. Y en Chile, Nicolás López fue condenado a cinco años y un día, y hoy está esperando la apelación a la nulidad de su juicio.

Quizás en la única lección que se puede sacar del juicio más mediático del año es que las conquistas del Me Too no son irreversibles, como tantas otras del feminismo. Que los villanos de la historia son líquidos. Y que en un circo público, gana el que sobrevive la lapidación para poder contar su historia.

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