Fue idea de Enrique Lihn. El poeta no solo tenía interés por los versos largos e existencialistas, también por el arte, y sobre todo, por la literatura chilena de los tiempos anteriores a él. Hacia 1972, en medio de la vorágine de la Unidad Popular y la vía chilena al socialismo, el hombre era un autor consagrado, con libros inmortales como La pieza oscura (1963), Poesía de paso (1966), o La musiquilla de las pobres esferas (1969).
Aprovechando su creciente influencia, Lihn seleccionó y prologó cuentos chilenos ambientados en el bandidaje rural, en el Chile de inicios del siglo XX. Para ello, tomó relatos de autores tan disímiles y esenciales como Baldomero Lillo, Olegario Lazo Baeza, Rafael Maluenda, Fernando Santiván, Mariano Latorre, Víctor Domingo Silva, Luis Durand, Manuel Rojas, Óscar Castro y un contemporáneo suyo: Guillermo Blanco. De ellos, cuatro ganaron el Premio Nacional de Literatura (Latorre, en 1944; Santiván, en 1952; Silva, en 1954; y Rojas, en 1957). Y en cierta medida, todos tenían en común el haber puesto pie en lo social.
10 autores, 10 cuentos. Con ello, el autor de A partir de Mahnattan formó un volumen que se tituló Diez cuentos de bandidos, y fue publicado en la editorial estatal Quimantú, en 1972, en la colección Quimantú para todos. Tras el régimen militar y el regreso a la democracia, el libro tuvo una nueva vida en 2001 a través de la editorial Sudamericana, gracias al trabajo editorial del fallecido escritor Germán Marín. En la ocasión, el autor de El Palacio de la Risa tomó la decisión de cambiarle el título. Le puso Relatos de bandidos chilenos.
Un mundo de reglas propias
Hoy, esos relatos están de regreso en las librerías bajo la edición del Fondo de Cultura económica (FCE). En charla con Culto, su director en Chile, Rafael López, comentó: “Solía platicar con Germán (Marín), y me decía que era un libro que se leía muy bien, y yo le decía que quería algo como de carácter popular, que tuviera esta cosa que en México sucede con (Pancho) Villa. Ahí la conseguí y quedó en el tintero”.
López agrega: “Ahora con el Fondo tuvimos la posibilidad de trabajar con la Fundación Manuel Rojas, con la hija de Enrique Lihn, Andrea, y pudimos armarla. La intención es que trascienda el mundo literario y llegue a unos sectores más grandes de lectoría”.
Siendo autores tan distintos en escritura, estos relatos son cruzados por ciertos elementos comunes: “Tienen una esencia muy chilena, la montaña, el campo. Tiende a ver al bandolero como un héroe, un incomprendido. Se nota mucho este mundo de marginalidad, de reglas propias, una cosa martínfierresca”, señala López.
“Hay un par de cuentos que yo encuentro extraordinarios -agrega el director del FCE Chile-. Como La espera, de Guillermo Blanco; o El bonete maulino, que es un clásico de Manuel Rojas”. También destacamos El último disparo del negro Chaves, del rancagüino Óscar Castro, que fue llevada a un filme para televisión, en 2004, con producción de TVN para su serie Cuentos chilenos, con los roles estelares de Luis Dubó y Aníbal Reyna.
En su prólogo de 1972, Lihn explicaba la intención del volumen: “La presente antología responde en primer lugar al gusto de ver reunidos en un mismo libro algunos de los mejores cuentos chilenos contemporáneos sobre bandidos. Puede ser útil, además, para observar cómo la literatura se transforma junto con la sociedad y de qué modo dentro de una misma coyuntura histórica las tensiones de aquélla dan lugar lugar al antagonismo en el plano de la creación literaria”.
Y agregó Lihn: “Así, pues, un mismo tema -el bandolerismo- no sólo se modifica de época en época de acuerdo al ‘estilo’ de cada cual, sino que se constituye para autores de un mismo período en el soporte de las respectivas actitudes de estos hombres históricos frente a su tiempo”.
Relatos de bandidos chilenos ya se encuentra disponible en las librerías nacionales.