Basta googlear un poco para encontrar decenas de imágenes de Adam Sandler en las primeras filas de partidos de la NBA, muchas de ellas postales junto a colegas de la industria como Billy Crystal, Jack Nicholson, Kevin James y Kate Hudson.
Fan devoto de los New York Knicks –como Spike Lee o Jerry Seinfeld–, el actor también disfruta al ver a otros equipos que llegan hasta el Staples Center, de la Gran Manzana, su lugar de nacimiento y residencia.
Y también goza llevando esa pasión al cine. Al terminar su primera década de carrera, en el año 2000, se las arregló para incluir una secuencia en una cancha de basquetbol. Fue en El hijo del Diablo, el filme en que encarnó al hijo menor y más torpe de Satanás, donde protagoniza una insólita secuencia que poco y nada tiene que ver con un juego convencional del deporte.
En 2019 sumó otro capítulo. En la brillante Diamantes en bruto (Uncut gems), de los hermanos Josh y Benny Safdie, interpretó a un joyero y adicto a las apuestas que deposita toda su suerte en un partido entre los Bolton Celtics y los Philadelphia 76ers que realmente ocurrió en el año 2012. La película incluso contó con Kevin Garnett, parte de la primera escuadra en aquella época, interpretándose a sí mismo.
Esa llamativa historia entre la fascinación por el deporte y la trayectoria profesional del actor de 55 años desemboca en Garra (Hustle), la cinta que se estrenó este mes con gran éxito en Netflix. Producida por Sandler y la megaestrella LeBron James, la historia presenta a Stanley Sugerman, un trabajador de los Philadelphia 76ers que se mueve por el mundo en busca de la siguiente joya del basquetbol.
En un momento complejo de su carrera, mientras está de viaje en España, se deslumbra con Bo Cruz, un joven prodigioso pero incompleto encarnado por Juancho Hernangómez, jugador profesional que es parte de las filas de los Utah Jazz y está en la NBA desde el año 2016. Ese descubrimiento impulsa al protagonista a poner en riesgo tanto su dilatado recorrido como cazatalentos como el propio bienestar de su familia, compuesta por su esposa (Queen Latifah) e hija (Jordan Hull).
El intérprete de Billy Madison entendía que la historia que tenía entre manos no era carne para hacer otra de sus comedias en que exprime los límites del absurdo. De esas ha hecho demasiadas, en especial con Netflix (The Ridiculous 6, La peor semana), compañía a lo que lo une un millonario acuerdo desde 2014.
Esta vez se propuso como primera meta un objetivo complejo: comprometer en el proyecto al director Jeremiah Zagar, un realizador con orígenes en el documental que se había volcado con acierto a la ficción en la película independiente We the animals. Estrenado en 2018, aquel filme siguió a un niño en el descubrimiento de su identidad sexual y le hizo ganar comparaciones con Luz de Luna (Moonlight) y con el cine de Terrence Malick.
En un comienzo, Zagar rechazó el ofrecimiento de Sandler, por considerar que difería demasiado de sus búsquedas como cineasta. Sin embargo, volvió a analizar la oportunidad y ambos empezaron a dialogar sobre posibles maneras de aterrizar la trama de Stanley Sugerman y Bo Cruz.
Encontraron plena coincidencia en que la cinta debía convocar a integrantes de la NBA. De ese modo, se reunió a un amplio contingente de basquetbolistas retirados y en actividad que se interpretan a sí mismos (Shaquille O’Neal, Luka Doncic, etc.) y también se le otorgó personajes con cierto desarrollo a otros, como al serbio Boban Marjanovic, al exjugador y actual comentarista Kenny Smith y al joven Anthony Edwards. En su crítica The New York Times apuntó que “obtener sólidas actuaciones” de esos nombres terminó siendo “el verdadero logro de Zagar”.
Director y estrella también estuvieron de acuerdo en que su interpretación demandaba un trabajo diferente al habitual. “Creo que él estaba abierto a un estilo de actuación más moderado y naturalista. Quería hacer algo que se sintiera real”, especificó el realizador a IndieWire. “Lo que me asombró de Adam es que no hace tonterías: tú sientes su autenticidad en cada toma. Es atípico que todas tus tomas sean buenas. Que no te equivoques. Es una cualidad que sólo tienen los mejores actores”.
“Sandler interpreta a Stanley con una tristeza interior, una mezcla de cansancio y resiliencia, y una fe obstinada en el juego que te deja conmovido, entusiasmado y completamente convencido”, celebró la revista Variety sobre su desempeño.
Con esas fortalezas definidas, Garra se apega a un desarrollo dramático que no reinventa el género de película de deportes. Pero si la lucha frente a la adversidad de su pareja protagonista se sigue con pasión es también por la manera en que Zagar filma el juego, brindando imágenes que es más simple asociar con el documental que con la ficción.
Para definir que ese era el acercamiento correcto vieron horas y horas de basquetbol, así como filmes deportivos como Rocky (1976) y su spin off, Creed (2015), y el documental Zidane: A 21st Century portrait (2006), en que se siguió al astro francés durante un solo encuentro del Real Madrid y capturado a través de 17 cámaras sincronizadas.
Revisar Toro salvaje (1980) semejó un momento de iluminación. La cinta que preparaban tenía contemplados varios partidos, siempre bajo la idea de cada uno luciera diferente, de un modo similar a lo que propuso la obra maestra de Martin Scorsese. “Pensamos: ‘Tal vez podamos imbuir una idea emocional visual y sensorialmente’. Entonces, vimos Toro salvaje y robamos todo lo que pudimos”, contó entre risas el director a The Playlist.