Los últimos años no habían sido para nada fáciles. Durante los 90, Charly García, genio de la música argentina responsable de varias bandas icónicas del país trasandino –como Sui Generis, La máquina de hacer pájaros y Serú Girán– y un sinfín de éxitos solistas, estaba convirtiéndose, a los ojos de muchos, en una leyenda en decadencia.

Su adicción a las drogas duras y el alcohol se había agudizado, marcando el inicio de su época menos lúcida y, por ende, más descontrolada. La irreverencia que había caracterizado su personalidad comenzaba a ser catalogada como megalomanía y sus actitudes, cada vez más frenéticas, empezaron a generarle problemas incluso arriba del escenario: entre los excesos y una mala actitud, hubo conciertos donde hacía esperar a sus fanáticos por varias horas, para luego repetir las mismas canciones y bajar abruptamente del escenario a los pocos minutos de iniciar sus shows.

En esa época, el músico lanzó cuatro álbumes de estudio: Filosofía barata y zapatos de goma, La hija de la lágrima, Say No More y El aguante, además de Sinfonías para adolescentes y Serú ‘92 en su tenso reencuentro con Sui Generis y Serú Girán, respectivamente, más Tango 4 en dueto con Pedro Aznar y Alta fidelidad, en compañía de Mercedes Sosa.

De estos, el más ambiciosos -al mismo tiempo que el más significativo para Charly- fue Say No More (1996), un proyecto que dio inicio a una era artística marcada por la experimentación, un tono más oscuro y la relativa improvisación que implicó grabar un LP prácticamente sobre la cinta y sin ningún intermediario dentro del proceso creativo.

Aunque hoy en día es considerado un disco de culto, fue bastante incomprendido en su tiempo y tuvo un recibimiento tibio por parte de la crítica (e incluso de una buena parte de los fanáticos). El documental Bios dedicado al músico condensa este momento a través del recital con que García estrenó el proyecto en Argentina.

En palabras de Roque Di Pietro, periodista y autor del libro Esta noche toca Charly, “la presentación de Say No More en el (teatro) Ópera es paradigmática porque Charly está tocando, acaso por primera vez, con una sala semivacía, y acaso por primera vez ante una audiencia que no conoce las canciones nuevas. Ese era el costo que tuvo que pagar para reinventarse a sí mismo. ¿De qué otra manera se puede presentar un disco de esas características?”. Una suerte que también corrió El aguante (1998).

Aun así, su nombre se transformó en un verdadero sello de lo que sería su carrera de ahí en adelante. Pero las cosas cambiarían con Influencia (2002), un disco que entre covers, composiciones propias y un par de temas reciclados, permitió que Charly volviera a reconectar y recibir los elogios de un público más masivo.

La marca autobiográfica y la repercusión en la industria

“Tengo que decir que los críticos se equivocaron completamente. Los que eran buenos eran los otros discos, éste no es tan bueno...”, dijo por entonces García, entre risas, al medio argentino Página 12. Aunque cargado de la ironía que lo caracteriza, el compositor apuntaba a un hecho de la causa: desde Filosofía barata y zapatos de goma que la prensa especializada no daba a sus trabajos solistas el reconocimiento al que estaba acostumbrado.

Influencia volvió a poner el panorama a su favor: no sólo fue catalogado como el “renacimiento” de un genio, sino también como uno de sus trabajos más íntimos y autobiográficos, pues sus letras y melodías parecían dar pistas del momento personal que atravesaba.

Una reseña publicada en El Mostrador el mismo año en que se lanzó el álbum refleja con bastante fidelidad lo que los medios, tanto nacionales como argentinos, opinaban de su entonces nuevo disco: “Calza perfecto en la nueva etapa de García. El músico trasandino, como el Fénix mitológico, renace con una producción de alta factura que rememora los peaks más altos de su carrera como fue La hija de la lágrima, el disco más celebrado y con el que este artista alcanzó un éxito desmedido seguido de una gran popularidad. En síntesis, Charly se pone al día con un trabajo donde es capaz de reírse de sí mismo con composiciones irónicas, autodestructivas y oscuras que lo retratan de pies a cabeza”.

La industria musical también se mostró cautivada: el disco se mantuvo como el quinto más vendido en Argentina durante la semana de su lanzamiento, y además lo posicionó como uno de los ganadores indiscutibles de los Premios Gardel en su versión del 2003, triunfando en las categorías a Mejor álbum artista de rock, Mejor realización del año, Canción del año, Álbum del año y el Gardel de Oro, aunque no asistió a la ceremonia a recibir sus galardones.

Para el periodista y documentalista Jorge Leiva, Influencia “era Charly García de vuelta, de nuevo un poco más lúcido. Con este disco pareció estar de regreso y también actuó en el Festival de Viña, en una presentación coherente donde estuvo bastante bien. En general, estaba mejor: más gordo, físicamente menos deteriorado, aunque igual de loco que siempre. Es un disco que, en realidad, llamó la atención por eso, porque en comparación con el período anterior, lo trajo un poquito de regreso a lo razonable”.

A pesar de que cuenta sólo con cuatro composiciones completamente inéditas (el resto son reversiones de temas antiguos o covers), la veta personal se ve especialmente reflejada en temas como Influencia –una canción de Todd Rundgren que Charly versionó al español e hizo suya en todos los sentidos–, cuyos versos contienen frases como: “Una parte de mí dice: stop! / Fuiste muy lejos / No puedo contenerlo”, que más adelante complementa afirmando: “Si yo fuera otro ser / No lo podría entender”.

I’m not in love (“Cuando la gente dice que estoy bien / No pueden ver debajo de mi piel”) y Tu vicio (“Yo soy un vicio más / Todo el tiempo soy un vicio más / En esta sociedad”) también incluyen referencias que pueden leerse en clave biográfica. Sobre esta última, que fue uno de los singles del LP, Leiva señala que es una canción “donde él enrostra a sus fans, que éramos nosotros, que no lo podíamos dejar ir. Dice ‘por qué sigo acá, por qué me siguen aguantando’. Y su respuesta es ‘porque soy tu vicio’”.

Una interpretación que el mismo Charly reafirmó en una conversación con el medio El Tiempo: “Lo primero que me salió fue una melodía y la idea de ser yo un chupetín, un caramelo, un cigarrillo u otras cosas peores que alienan a la población. Por ese lado, era la canción de una relación casi eterna, porque los vicios son muy difíciles de dejar”.

Mirándolo con dos décadas de distancia, el documentalista concluye que se trata de “un minuto de calma dentro de Charly, donde su vida está más reposada. Recuerdo que en ese tiempo lo entrevistamos y podía hablar, era un tipo mucho más tranquilo”.

“No sé si sus canciones se conectan mucho con la vida personal que él está viviendo, en general. Pero creo que este sí es un trabajo mucho más personal. Si escuchas los discos de Charly siempre hay señales a la realidad argentina, a cómo está el mundo. Y en estos discos ya no hay. Sólo habla él, es él viviendo sus procesos”, reflexiona Leiva.

Cabe destacar que el disco contó con la participación de artistas como Fito Páez y Tony Sheridan, guitarrista británico reconocido por su amistad musical con The Beatles en sus primeros años de carrera.

Festival de Viña 2003: un debut y despedida

Una noticia que llegó desde Ecuador ponía en alerta a los organizadores del Festival de Viña del Mar: a pocas semanas de su debut en el certamen nacional, Charly García era arrestado en Quito. Habían pasado apenas seis minutos desde su arribo al escenario del Coliseo General Rumiñahui, donde llegó a presentarse en el recital bautizado como El megaconcierto, cuando el músico comenzó a golpear los instrumentos y amplificadores en medio de un ataque de ira en que denunciaba fallas técnicas en el sonido.

Acusado de alterar el orden público, García fue llevado a la cárcel junto a Fito Páez y Gustavo Cerati, quienes también estaban contemplados en la parrilla del concierto y que, de alguna u otra forma, fueron recluidos en una celda por los cinco minutos de furia de su amigo y compatriota.

“Parecía una represión. Era como si no hubieran visto nunca uno de mis shows. Y no era la policía, era el ejército. Fue como una mala onda. Parece que esa gente nunca vio MTV, no sabe lo que es rock. Tiré un micrófono y dos días de cárcel. No hubo posibilidad de conversar. Me encerraron y chao. Me hizo recordar la represión de Videla y Pinochet: fuerza bruta. Me decían argentino puto. Todo mal”, dijo sobre el incidente en una entrevista con el diario Las últimas noticias.

También aprovechó de tranquilizar a sus fanáticos chilenos con una frase notable: “Que no se preocupen en Viña. Va a estar todo bien. Ya me aburren las locuras”.

“Después de Influencia no tuve la depresión post-parto que es tan habitual en mí y seguí componiendo. Soy un fenómeno. Algo de eso van a ver en Viña. Va a estar buenísimo, va a estar muy paquete (…) Haré algo acorde para la ocasión. Le preguntaré a mis músicos, que son chilenos, -refiriéndose a Kiuge Hayashida, Toño Silva y Carlos González, conocidos como “los chilenos de Charly”- cuál es el tono del festival, a ver qué sorpresa les dejo”, complementó el músico, dando algunas luces de lo que se podría esperar para su debut en el Festival de la Canción. Concierto que es recordado como un buen recital, donde García destacó por su coherencia y relativa compostura.

Tanto Jorge Leiva como el crítico de música de Culto, Marcelo Contreras, estuvieron presentes en la cita viñamarina. “Hay harta mitología en torno a lo que pasó en ese Festival de Viña de comienzos del 2000. Hay historias sobre lo que pasó en camerinos, por ejemplo. Supuestamente hubo unos incidentes que bordearon lo escatológico, pero no tengo información que pueda confirmar aquello. Sí recuerdo que había harto temor de que podía quedar la escoba con el show de Charly, porque ya venía con varios años bastante erráticos. Sin embargo, no fue tan así. No recuerdo que haya sido una presentación particularmente desastrosa”, señala Contreras.

Si bien fue un show relativamente tranquilo –al menos para los parámetros de García–, también hubo algunos momentos recordados por haber sido “polémicos”, como sus insultos para los músicos de la orquesta dirigida por Horacio Saavedra, que, según Charly, estaban tapándose los oídos de forma despectiva durante su presentación, y la guitarra que lanzó de un extremo del escenario al otro mientras Pedro Aznar interpretaba Tu amor (parte del disco Tango 4), alegando que estaba desafinada.

Esto, sin contar las supuestas exigencias que habría tenido para concretar su presentación, entre ellas, que su camerino estuviera pintado de negro y que hubiera un camino de rosas hacia el escenario, todas situaciones bastante comentadas por los programas de la farándula criolla.

Cuando lo cubre la farándula esas cosas llaman mucho la atención, pero si lo pones en el telón de fondo de la historia de la música es poco relevante. Creo que, en términos de show, sobre todo considerando que el Festival de Viña es un espectáculo televisivo, funcionó muy bien. Lo que se vio estuvo bien. Y claro, el tipo puede tirar la guitarra... Pero todos los músicos tiran guitarras y rompen cosas, no es tan extraño. Lo bueno fue que las versiones de las canciones se podían escuchar, la gente podía tatarear con él. El repertorio tenía guiños al pasado, que es lo que la gente siempre quiere”, profundiza Leiva, que también destaca el rol de dirección musical y contención que ejerció la guitarrista María Gabriela Epumer sobre el escenario, una de las compañeras artísticas más relevantes de García y que falleció ese mismo año.

Sin embargo, ambos especialistas concuerdan con que una de las anécdotas más interesantes de esa visita de Charly a nuestro país sucedió en Valparaíso, donde el músico se instaló en un bar a pasar el rato y a interpretar un poco de música.

“Charly fue a dar a Valparaíso, a un local de la movida, la bohemia porteña, ubicado en la avenida Errázuriz, y de pronto alguien lo descubre a él apoyado en un pilar, el tipo fumando. Y en algún momento entiendo que él llegó a tocar”, recuerda Contreras.

“No tocó ninguna canción de moda, puros covers y canciones que no se entendían muy bien. Y de repente tocó la introducción de Influencia en el piano. Toda la gente aplaudió, y él dijo ‘che, ¿les gusta esa porquería?’. Charly siempre ninguneando sus propias cosas, riéndose del público... Y estuvo un rato tocando, acompañado de una buena botella abajo del piano, hasta que de repente se paró y se fue, como era Charly. Era muy común que hiciera eso. Después de los conciertos siempre se iba a lugares a tocar. Fue interesante la experiencia. Y esto ocurrió ya en la mañana, o muy tarde. El festival terminaba como a las 3 AM y esto fue después”, añade Leiva.

El crítico de Culto confirma la habitualidad de esa práctica: “En el año 2000 tuve la oportunidad de estar en la casa de Charly García en Buenos Aires y él me comentó que en muchas ocasiones venía a Chile y a veces la gente no se enteraba. No todas eran visitas oficiales. Y que le gustaba salir y moverse. Así que me cuadra bastante en ese sentido que, a pesar de haber estado en el Festival de Viña, se haya podido pegar una arrancada a Valparaíso. Fíjate que, en años siguientes, Café Tacvba también se presentó en el festival y una noche se fueron a carretear a Valparaíso, al Huevo. Yo andaba metido ahí en el chungo de gente en ese carrete, que recuerdo fue en una terraza. Está dentro de esa lógica de los artistas de arrancarse un ratito de Viña del Mar e irse al puerto, donde se pasa mejor”.

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