Visitó su oficina en Tribeca, Nueva York. Describió su maquinaria para supervisar las películas que producía. Abordó su tensa pelea con el director de Las horas (2002), Stephen Daldry, y comprobó en terreno por qué lo llamaban “Harvey Scissorhands” (como El hombre manos de tijera). También, de primera mano, cotejó su temperamento volcánico y su enrarecida relación con las estrellas de Hollywood.

Eso fue en diciembre de 2002 para un perfil llamado La bella y la bestia que publicó The New Yorker. Dos décadas después, el reputado periodista Ken Auletta habla sobre aquello que escuchó pero que no pudo detallar públicamente sobre Harvey Weinstein en ese momento: la oleada de denuncias de agresiones sexuales que expusieron actrices y profesionales de la industria.

“Las mujeres no quisieron hablar conmigo, entonces, ¿cómo lo iba a publicar?”, indicó al medio online Puck. Manifiesta que no sintió envidia cuando en octubre de 2017 otros periodistas –en The New York Times y The New Yorker– expusieron el comportamiento abusivo del realizador, detonando la caída de Weinstein, pero reconoce que el libro que hoy presenta es una forma de saldar la deuda con esa historia incompleta de comienzos de los 2000.

Titulada Hollywood ending: Harvey Weinstein and the culture of silence, se presenta como una biografía en torno al productor de filmes como Shakespeare enamorado (1998), Pandillas de Nueva York (2002) y Bastardos sin gloria (2009). “Respaldar buenas películas y presentar un buen comportamiento no siempre coincidieron en Hollywood, pero Harvey amplió el abismo entre los dos”, escribe Auletta en el libro, que se lanza en inglés este martes 12.

Este funciona en una escala diferente a las investigaciones que lanzaron los periodistas que dieron el golpe en 2017, She said (2019), de Megan Twohey y Jodi Kantor, y Depredadores: El complot para silenciar a las víctimas de abuso (2019), de Ronan Farrow. Aunque el segundo manejaba un ángulo más amplio que el primero, ambos se concentraban en relatar el nervio detrás de la caída del productor, contando con las voces de las denunciantes.

Hollywood ending, en cambio, viaja a las entrañas del monstruo. Y lo hace desestimando que el personaje fuera únicamente eso. “Él no es sólo un monstruo. También era un ejecutivo de cine increíblemente talentoso que hizo algunas películas realmente buenas. Así que intentar lograr eso, aunque yo quisiera golpear a este tipo, fue un desafío interesante”, dijo el autor a The New York Times.

El origen de su perversión, sus habilidades profesionales, la pasividad del medio y la política ante los rumores de su comportamiento, y sus peleas con su hermano Bob, son algunos de los puntos que aborda. Terminada su investigación, Auletta concluyó que sus primeros abusos se remontan a la década de los 70, cuando oficiaba como promotor de bandas rock en Búfalo, Nueva York. En las páginas del libro las víctimas lo describen como un hombre repulsivo.

“No crees que eres repelente. Él pensaba que era realmente un regalo de Dios, un Don Juan”, explicó el autor. Durante años sus abusos fueron motivo de rumores, e incluso en 2015 la modelo italiana Ambra Battilana Gutiérrez copó los titulares cuando lo acusó de haberla agredido. ¿Por qué su caída recién se produjo dos años después? Por la cantidad de mujeres que en 2017 se pronunciaron y por su enorme poder tanto en la industria del cine como en la esfera política.

Al hablar de la ascendencia que tenía en el Partido Demócrata, y sus vínculos con los Clinton y los Obama, el autor elaboró una comparación con el Partido Republicano y Donald Trump. “Los republicanos saben que este hombre transgrede la ley, es escandaloso y una amenaza para la democracia. Y sin embargo se callan. ¿Por qué? ¿Por qué la gente guardaba silencio alrededor de Harvey? Por las mismas razones, tenían miedo o les faltaba carácter”, sostuvo.

Para elaborar Hollywood ending el periodista asistió a diario al juicio de Nueva York que terminó en 2020 con una condena de 23 años, por episodios de agresiones sexuales en contra de una actriz y una asistente de producción. Además, intercambió 50 correos electrónicos con Weinstein, quien hoy se encuentra privado de libertad en Los Angeles a la espera de un nuevo juico, donde enfrentará 11 cargos, y con una salud deteriorada (“padece glaucoma y colesterol alto, y se ve horrible en las apariciones de Zoom ante los jueces”, especifica el autor).

También habló con Bob Weinstein, el hermano y su socio de negocios, con quién mantenía una “relación desquiciada y digna de Shakespeare”. Él no está en la cárcel, pero no ha podido regresar a la industria. “Nadie hará negocios con un Weinstein”, afirmó categórico Auletta.

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